RFB. «Queridísimos padres: con esta fecha llego a esta bonita ciudad de tan hermoso clima, con salud que es lo más importante…«. Así comenzaba la carta de Navidad de un marino recién llegado a Huelva dirigida a su familia. Uno de tantos que recalaban en un puerto tan internacional como el nuestro.
Resulta fácil imaginar que, mientras deslizaba la fina pluma estilográfica sobre el papel, la visión de las extensas y luminosas Marismas del Odiel a través de la amplia ventana de su camarote -en la quietud del barco atracado-, le transmitiría verdaderas sensaciones de paz. Una paz no sobrante en aquellos tiempos.
Suponemos también que la cabina del oficial radiotelegrafista del vapor español ‘Bizcaya’ estaba situada a estribor del buque. En todo caso en un lugar privilegiado, de rápido acceso al puente de mando de la nave, en los niveles superiores de su estructura. Más luz, más aire, más cercanía al sol -de día- y a las estrellas -de noche- que los otros múltiples espacios de tan soberbia embarcación.
Eduardo escribía en la pequeña mesa de madera oscura barnizada, en su reducida pero acogedora estancia. Agradecía el marino muchísimo a sus padres -así lo expresaba en la misiva-, y desde Huelva, la cariñosa carta de felicitación recibida por Navidad-se supone que en el puerto anterior, Génova-.
Lamentaba que todavía tardaría tiempo en volver a verlos. Les avisaba de un envío de dinero -25 pesetas- que les mandaba por giro telegráfico. También les hablaba de otras cartas que se había intercambiado con sus hermanas. Añadía, en concreto, que le había mandado también desde Huelva a Mercedes -una de ellas- su regalo de Navidad, «un estuche guarda-alhajas» que compró a unos marqueteros de un taller italiano en Savona.
Mercedes debía ser la más pequeña de sus tres hermanas, porque les encargaba a sus padres que le dijesen a «Merceditas que otra vez serán los Reyes más espléndidos, pues con las aduanas es imposible pasar nada, ni pagando siquiera por tratarse de barco de carga«.
Atracado en el Muelle de la Cía de Río Tinto el ‘Bizcaya’, de cuya tripulación formaba parte Eduardo, había llegado a Huelva el 8 de enero de 1936, en lastre -vacío en sus bodegas-, para cargar cobre que tenía que transportar a Rotterdam, el principal puerto del continente europeo.
Seguro que Eduardo desembarcaría en alguna o varias ocasiones -su labor no era necesaria en la carga- para visitar la capital onubense. Justo el día en el que atracaron una comisión de exportadores de pescado y trabajadores de la pescadería se reunía con el alcalde de Huelva, Antonio Morano Montiel para manifestarle la necesidad de aumentar el alumbrado en el trayecto de Correos a la Lonja del pescado -la actual Avenida de la Ría-.
Morano ‘lanzó la pelota’ al ingeniero-director del Puerto, alegando que era zona portuaria, aunque se comprometió a realizar gestiones con él. Por ese camino tuvo necesariamente que pasar el marino -envió un regalo de Navidad a su hermana menor- para acercarse al centro de Huelva en alguno de esos días. Quizá retornara en horas en las que pudiera apreciarse esa deficiencia.
El ‘Bizcaya’ tenía más de cien metros de eslora, y podía transportar nada menos que 6.700 toneladas de mineral. Había sido originalmente francés, y fue vendido a la pequeña Compañía Naviera Mundaca, de Bilbao, en 1930. Tan reducida dimensión tenía la firma armadora que sus cuentas de 1941 hacían referencia únicamente a la explotación de esta unidad. El ‘Bizcaya’ antes se había llamado ‘Joseph Magne‘, y había tenido una vida bastante azarosa desde que fue botado en 1923 en los Ateliers et Chantiers de la Gironde, de Le Havre.
En la carta Eduardo entre otras cosas les contaba a sus padres que había pasado la noche de fin de año, junto al resto de la oficialidad del vapor, en la catedral de Savona. Es una preciosa ciudad italiana próxima a Génova. Un pequeño enclave en el que se encuentra la 2ª Capilla Sixtina, con frescos idénticos a los célebres del Vaticano.
Allí estuvieron oyendo predicar a un obispo «de gran tonelaje» al que, como indica, entendió bien todo lo que dijo. Según detallaba en el escrito el marino, con cierta ironía, «el obispo alentaba a la juventud a tener valor y sacrificarse en bien de la patria contra los infieles y por abolir la esclavitud, e introducir la civilización en Abisinia, y a las madres que lloraban les recetaba paciencia, serenidad y buena letra«.
Esa misa de fin de año, para Eduardo, fue «una cosa lujosísima, a base de cardenales y muchísimos de otras categorías inferiores. Todo con gran esplendor, que nunca había visto. He notado -añadía- en todos los sitios de Italia que el clero impera sobremanera«.
El sábado, les anunciaba, tenían previsto zarpar de Huelva para Rotterdam con el barco cargado de mineral de cobre de la Río Tinto Ltd. Les especificaba que esta era una compañía inglesa. En tono de lamento también añadía que «luego allí fabrican el cobre y nos lo vuelven a vender a nosotros (qué delicia de España), le pasa igual que con la radio«.
Eduardo comentaba también que había comprado en Italia gluco-calcio, más barato y mucho mejor que en España. «En cuestión de productos químicos son unos hachas estos italianinis» -proclamaba-.
La legibilidad de la letra del marino en el viejo documento es excepcional. La carta la escribió en un papel con un dibujo a carboncillo impreso en el encabezamiento. Pensamos que comprado en una papelería en Italia. Esperaba más cartas de su familia en escalas sucesivas. Despidió la misiva expresando su inmenso cariño hacia ella. Y apuntó en la última línea algo que parecería obvio: «¡Ojo, el vapor ‘Vizcaya’ que se ha hundido en Galicia no es el nuestro!».
Notas.-
- Leer teniendo en las manos esta carta escrita hace 87 años y trasladarse en el tiempo a una época tan compleja, además de resultar fascinante, te hace pensar. E indagar por curiosidad para corroborar por otras fuentes lo que en primera persona y en directo trasladaba el joven oficial a través del añejo escrito.
- El tono de la comunicación combina el escenario estacional, una Navidad -con sus naturales buenas vibraciones- acabada de vivir antes de llegar a Huelva -su primer puerto español en escalar-, con una dinámica incierta para el conjunto de la sociedad, algo que subyace en el clima que transmite el marino.
- Eduardo, aunque era consciente de la situación de crispación política de entonces en España -y en el mundo, en realidad-, no pensamos que imaginaría que seis meses después de esa arribada concreta a Huelva nuestro país vería el inicio de una terrible guerra. El comienzo de la misma cogió al ‘Bizcaya’ precisamente en Italia. Se quedó allí hasta 1938, cuando fue reintegrado al pabellón nacional en calidad de transporte, pasando a denominarse ‘Vizcaya’.
- Estuvo esos casi dos años bajo el grimpolón de la naviera italiana ‘Garibaldi’, con el nombre de ‘Padova’. ¿Seguirían enrolados marinos españoles en el barco bajo bandera italiana? ¿Estaría entre ellos Eduardo? Una vez en España fue devuelto a la compañía armadora, Naviera Mundaca, al final de la guerra. En 1954 fue vendido a la compañía Bilbaína de Navegación, en la que estuvo hasta el final de sus días. Sería desguazado en Valencia en 1964.
- No hemos podido aún corroborar en las hemerotecas la existencia del naufragio al que Eduardo se refiere señalando que se produjo en Galicia por esas fechas. Según indica con otro buque denominado ‘Vizcaya’ como siniestrado.
- Desconocemos el destino particular de nuestro protagonista. Su perfil es representativo de un gremio generoso y sacrificado, el de los marinos mercantes. Este valeroso colectivo ha asumido siempre -y particularmente en aquella época- muchos riesgos por mantener el abastecimiento de la economía y las necesidades básicas. Contribuir abnegadamente al bienestar social, en definitiva. Quizá podamos alguna vez saber, investigando, lo que fue de su vida.
Marino que llega a Huelva 1936, Navidad.