El Obispo de Huelva ha presidido la celebración de Natividad

Solemnidad de la Natividad

Redacción. También a las 12 de la noche la seo onubense acogía la Santa Misa Estacional de Medianoche, la tradicional «Misa del Gallo», presidida por Mons. Gómez Sierra, quien destacaba en su homilía de esta celebración del «nacimiento de nuestro Redentor Jesucristo en el establo de Belén» que «Dios es tan poderoso en su amor que puede venir a nuestro encuentro como Niño indefenso, para que podamos amarlo, estar con Él y llegar a ser semejantes a Él. Esto es la Navidad».

En referencia a la lectura del libro de Isaías –“el pueblo que camina en tinieblas vio una luz grande” (Is 9,1)- ha señalado que «la luz impregna la liturgia de esta noche santa. Es la irrupción de la luz divina en el mundo lleno de oscuridad y problemas». De esta manera, «la luz nos indica el camino, en contraste con la oscuridad de la mentira, la ignorancia y la confusión».


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Asimismo ha recordado que a unos pastores “la gloria del Señor los envolvió de claridad”, cuando un ángel del Señor en medio de la noche se presentó para anunciarles la gran noticia: “os ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor”. En este sentido, ha subrayado que «la luz de Belén nunca se ha apagado. Ha iluminado a hombres y mujeres a lo largo de los siglos. Donde ha brotado la fe en aquel Niño, ha florecido la caridad, la bondad, la atención a los demás, sobre todo, a los pobres y enfermos y el perdón».

Mons. Santiago Gómez ha expresado que el Padre nos ofrece a este Niño, a su Hijo, “que trae la salvación para todos los hombres, enseñándonos a que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, llevemos ya desde ahora una vida sobria, justa y piadosa” (Tit 2,12). El Obispo de Huelva ha pedido al Señor que nos conceda que «viviendo así seamos portadores de la luz de tu gloria, manifestada en Belén».


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Al inicio de la Misa del Gallo se canta la Calenda. Se trata de un pregón que se entona con solemnidad y recoge un compendio de la historia de la humanidad que espera la salvación realizada en Cristo. Como un último grito del Adviento se contemplan la creación, la alianza y la promesa de salvación que, tras el diluvio, se concreta en la llamada al patriarca Abraham y el éxodo del Pueblo acaudillado por Moisés. El texto litúrgico incorpora la vocación de todos los pueblos con una interesante referencia al calendario de los griegos y romanos, culturas en la que se acogió históricamente el acontecimiento de la Encarnación.

“Octava Calenda de Enero. Luna segunda. Habiendo transcurrido innumerables años desde la creación del mundo, cuando en el principio Dios creó el cielo y la tierra y formó al hombre a su imagen; pasados siglos y siglos desde que, tras el diluvio, el Altísimo puso en las nubes su arco como signo de alianza y paz; en el siglo veintiuno desde que Abraham, nuestro padre en la fe, salió de Ur de los Caldeos; transcurridos trece siglos desde que el Pueblo de Israel fue guiado por Moisés para salir de Egipto; cerca del año mil desde que David fue ungido rey; en la sexagésima quinta semana de la profecía de Daniel; en la centésima nonagésima cuarta Olimpíada; en el año setecientos cincuenta y dos desde la fundación de Roma; en el año cuadragésimo segundo del imperio del César Octaviano Augusto, estando todo el mundo en paz, Jesucristo, eterno Dios e Hijo del Eterno Padre, queriendo santificar el mundo por su advenimiento, fue concebido por obra del Espíritu Santo, y transcurridos nueve meses después de ser engendrado, en Belén de Judea nació de la Virgen María hecho hombre. La Natividad de Nuestro Señor Jesucristo según la carne

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