RFB. Su nombre más de Huelva no puede ser, y se condensa en él todo el amor por esta tierra, que tuvo que dejar por necesidad la madre de Cinta Martos. Llamarse Cinta nunca es casual, pero en este caso tiene mucha carga emocional. Nació en Barcelona pero su progenitora quiso marcarla en la distancia, abriendo un camino que, al final y por tanto deseo, tendría el desenlace natural del retorno.
A punto de su onomástica, la festividad de nuestra patrona de la que su madre era tan fervientemente devota, tiene la amabilidad de atendernos al borde de la ría onubense, sentados en la renacida Fuente de las Naciones.
Cinta Martos Sánchez es una buena gente de Huelva que puede servirnos de modelo probablemente de muchas cosas, pero en particular por su amor propio -el del bueno, el generoso- y por la no indiferencia ante lo que le rodea.
Cooperante, precisa interactuar en otros lugares del mundo donde también hay problemas, donde existen las injusticias de la desigualdad.
Alcanzar el tope académico del doctorado y el gratificante desempeño del profesorado universitario es un hito especialmente satisfactorio en el caso de Cinta por lo poco previsible, dado su origen. Su padre era albañil y su madre ama de casa. Honrosísimas labores pero que, en general y en este mundo precisamente desigual, no suelen facilitar ese desarrollo, ese salto a cotas mayores para los hijos.
Nuestra protagonista comenzó a estudiar en la universidad estimulada por su novio. «Fue quien me matriculó en la universidad porque yo no creía que fuera capaz de tener una titulación universitaria«. De ser mala estudiante a ser excelente, su ejemplo nos muestra la importancia de la voluntad. Además, las enseñanzas de la vida y la construcción de su personalidad se nutrieron, a parte de sus padres, de sus tías y primas, ámbito familiar con el que ha mantenido una relación muy estrecha.
Con su marido, con el que empezó con tan solo diecisiete años, trata de educar a sus hijos para que sepan valorar y cuidar lo que tienen.
Desde que nació en la capital condal venían en los veranos y semanas santas. Pero cuando tenía siete años su madre no pudo más y en aquel último verano no volvieron a Cataluña. Ya para siempre en la tierra de las Cintas. El arraigo desde muy primeros años favorecido por circunstancias como la devoción de la Hermandad de la Borriquita, que su tío le transmitió. Hoy tiene continuidad en sus hijos. Por eso conoce a Flichi, otro de los nominados a Buena Gente de Huelva -también a Juan de Cuartelillos y a Ana Gil-.
Se enteró de la nominación «porque me empezaron a llegar wasap de amigos, diciéndome que me habían votado, cuando les pregunté que donde me habían votado y para qué, me mandaron el enlace. Me sorprendió un montón pues yo no soy nadie conocida y pensé cómo había llegado mi nombre a esa lista. Me ha hecho mucha ilusión porque que te consideren buena gente es algo especial. Yo que me muevo en el ámbito académico, hablamos de buen o buena profesora o investigador/a, pero buena gente, término además muy de Huelva, me ha alegrado el corazón».
Para Cinta Martos Huelva es una tierra de buenas personas. Cree que «al ser una provincia pequeña donde es fácil conocernos hace que siempre estemos dispuestos a ayudarnos unos a otros«. Entiende, además, que «Huelva está en un momento en que más que nunca debemos demostrar lo que la amamos. Que somos muchas las personas que queremos luchar por ella, porque nos gusta vivir en Huelva. Hay mucha gente comprometida y por supuesta muy buena gente«.
Le apasiona lo que enseña, en Trabajo Social de la Universidad de Huelva, donde hoy ocupa, además, el cargo de directora de Igualdad. Admira mucho el valor del respeto a las personas, la gratitud, la generosidad, la empatía, la humildad. Cree que no hay nada mas importante que reconocer que todas las personas somos iguales, con los mismos derechos y por tanto respetarnos como personas.
Esa inquietud generosa que le caracteriza, como comentábamos, le ha llevado a otras partes. Estuvo en Bosnia en un campo de refugiados y nos dice que «fue una experiencia transformadora. Después por el trabajo y los niños, aunque no dejé de colaborar con las asociaciones si aparté el tema de la cooperación. Estas Navidades lo retomé y estuve en Perú, en Puerto Maldonado y el Hogar infantil Ana Almendro. Allí viven niñas que han sido abandonas por sus familias por ser niñas o bien le han retirado a custodia a sus padres por abusos sexuales. Estar con ellas y ver su necesidad de amor me llego al alma. Cuando vivimos teniendo al alcance de nuestra mano todo lo que nos apetezca no nos damos cuenta del valor que tiene un abrazo. Y eso es sobre todo lo que estas niñas querían, muchos abrazos«.
Nos habla de que tiene en proyecto un viaje de esta naturaleza, pero a Israel. «Ahora además de disfrutar de mis clases, el ser directora de igualdad y atención a la diversidad me ha permitido conocer a gente muy interesante y a aprender mucho. A reconocer las desigualdades que todavía existen y toda la gente luchadora por que esas desigualdades desaparezcan».
A Cinta Martos le encanta disfrutar de su familia y amigos relajadamente en su casa del Rompido. «Las puertas de mi casa siempre están abiertas para tomarse una cerveza o un vinito«.
Tomamos nota, que la cosa pinta bien.
Enhorabuena, Cinta, y felicidades.