Antonio Delgado Pinto. Castillos y baluartes, la defensa del territorio. Llegamos a la última entrega de esta segunda temporada de nuestra Huelva Desconocida en la que he procurado mostrar la gran cantidad de patrimonio poco conocido que tenemos en nuestra provincia y la necesidad consecuente de salvaguardarlo. Del mismo modo, quisiera aprovechar este último capítulo para expresar mi más sincero agradecimiento a todos los lectores que sábado a sábado han ido transitando estas interesantes rutas que discurren fuera de los caminos marcados.
He dejado para esta última entrega un pequeño apartado dedicado a la defensa del territorio, no en vano las peculiaridades fronterizas de nuestra provincia han dado como resultado una interesante línea de fortificaciones a pesar de no haber llegado completa hasta nuestros días. Como ya vimos en estas mismas páginas de Huelva Desconocida, la línea de costa contó con un conjunto de torres de almenara para la vigilancia de las fronteras marítimas; por otra parte, algunas poblaciones de interior vieron cómo se iban levantando castillos y baluartes según la Reconquista iba avanzando y los señoríos se iban estableciendo. A todos estos edificios habría que sumar las localidades más cercanas a la frontera portuguesa que también necesitaron en su momento de fortalezas más o menos sólidas para la defensa del territorio.
Cumbres de San Bartolomé, Cumbres Mayores, Niebla, Sanlúcar de Guadiana, Palos de la Frontera, Encinasola, Cortegana, Gibraleón, Aracena, Aroche, San Juan del Puerto (castillo de la Nicoba), Cala, Santa Olalla de Cala, Almonaster la Real, Moguer… son localidades que cuentan con castillos levantados en diferentes épocas para la defensa del territorio; mientras que otros castillos, como el de San Miguel de Arca de Buey en El Rompido, el de San Pedro en Huelva capital, el de San Fernando (entre Moguer y Palos) o el de Ayamonte se han perdido irremisiblemente. A todos ellos habría que sumar las iglesias-castillo de Trigueros y Villalba del Alcor, entre otras.
Presentamos hoy aquí cinco importantes construcciones militares para la defensa del territorio no tan conocidas como las anteriormente mencionadas: los castillos de la Nicoba, Cartaya y Gibraleón; las fortificaciones de Encinasola y la torre de San Bartolomé de la Torre.
CASTILLO DE LA TORRE
También llamado de la Nicoba, es uno de los castillos menos conocidos de Huelva. Se levanta al sur del cauce del arroyo del mismo nombre, sobre una elevación desde la que domina el terreno en bastantes kilómetros a la redonda. Al igual que la mayor parte de las fortalezas levantadas en nuestra provincia, es un edificio construido con material de muy baja calidad, ello unido a la zona deshabitada donde se edificó hace que se haya deteriorado mucho, sobre todo en los dos últimos siglos.
Construido a partir de los siglos XIII y XIV y de forma rectangular, aún subsisten algunos lienzos de muralla de casi dos metros de espesor y la torre del homenaje que, al parecer, es la parte más antigua de la fortaleza, incluso se piensa que pudiera haber sido construida antes que el resto del castillo.
TORRE DE SAN BARTOLOMÉ
Es una atalaya medieval de planta cuadrada construida a base de sillares, ladrillos y tapial. Al igual que en el caso anterior, la baja calidad de los materiales empleados en su construcción nos habla más de una edificación militar que de una palaciega. Se elevó al norte del casco urbano, en la confluencia de los caminos del Andévalo, de la Cuenca Minera, del litoral y del Algarve portugués, para la vigilancia del tránsito de personas y mercancías.
Al igual que muchas otras fortificaciones de la provincia, ha sido restaurada en las últimas décadas.
CASTILLO DE LOS ZÚÑIGA EN CARTAYA
Conocí la edificación a principios de los años ochenta, cuando aún era usado por el ejército para la remonta de caballos, época en la que aún guardaba vestigios de los usos anteriores: almacenes municipales y, aún antes, cementerio del pueblo. Poco después se acometió su reforma integral, lo que cambió bastante su aspecto externo con respecto al edificio que existió hasta 1988.
También llamado de Los Lacerdos, este castillo fue levantado en la parte más elevada de la población, junto a la iglesia parroquial de San Pedro y no demasiado lejos del convento de la Merced.
Muchos guardamos en el recuerdo aquellos ‘Siete Soles Siete Lunas’, los festivales veraniegos que se celebraban en su patio de armas a finales de los noventa y principios del presente siglo, donde tenían cabida solistas y grupos del Mediterráneo y la fusión de músicas étnicas, principalmente de los países con costa en dicho mar.
Los historiadores locales Antonio Mira y Juan Villegas han estudiado a fondo la cronología de esta fortaleza de origen medieval, siendo bastantes las publicaciones donde nos muestran los personajes, las épocas, los cambios y los sucesos que jalonaron la historia de este castillo.
CASTILLO DE GIBRALEÓN
Al igual que ocurre con el castillo de Palos de la Frontera, está rodeado de viviendas particulares casi por completo, por lo que no es fácil acceder a él. Esto unido a su penoso estado de conservación hace que sea una fortaleza bastante poco conocida, a pesar de estar datada en la Edad Media. Al parecer, fue levantada entre los siglos XIII y XVI, aprovechando los cimientos de las construcciones islámicas existentes en este lugar.
Edificado sobre una loma para la vigilancia y defensa del río Odiel, cuyo cauce pasa justamente al oeste del castillo, aún pueden verse algunas torres y varios lienzos de muralla cuyo trazo nos lleva a pensar que posiblemente el recinto tuviese originariamente forma de rectángulo irregular o incluso trapecio.
Según los documentos de que disponemos, podemos asegurar que en la zona más elevada del edificio se hallaba el palacio de los duques de Béjar, desaparecido en la actualidad.
FUERTES DE ENCINASOLA
Por su cercanía a la frontera portuguesa y a la raya extremeña, Encinasola fue uno de los lugares mejor fortificados de nuestra Sierra. A vista de pájaro no es difícil percibir la línea recta que forman su castillo (actualmente incrustado dentro del casco urbano), el baluarte de San Juan en el oeste y el fuerte de San Felipe en el este de la población.
Magníficamente conservados, los fuertes de la población son probablemente los grandes reclamos turísticos de Encinasola. El fuerte de San Felipe es una sólida torre cilíndrica almenada, mientras que el de San Juan, justo al lado contrario del casco urbano, está compuesto por una torre similar a la anterior, pero esta vez dentro de un baluarte, cuya forma de estrella de cuatro puntas conecta estilística y arquitectónicamente con el castillo de San Marcos en Sanlúcar de Guadiana o con las conocidas fortalezas portuguesas de Castro Marim, Elvas o Juromenha.