Antonio Delgado Pinto. Huelva desconocida sigue una semana más intentando mostrar enclaves poco conocidos de nuestra geografía. Lugar importante en nuestro patrimonio etnográfico ocupan los bajorrelieves y las esculturas, algunos de ellos poco vistos o fotografiados. De entre todos los trabajos que podríamos haber incluido aquí, he elegido seis.
Hoy traemos a nuestras páginas los rostros pétreos de tres nativos americanos precolombinos (de raza maya, taína y azteca) sepultados durante más de medio siglo en La Rábida, las gárgolas antropomorfas del templo parroquial de Aroche, el desconocido Cupido que parece pasear sobre los tejados de Encinasola, las caras rescatadas de la Casa del Diablo y vueltas a colocar en una céntrica vivienda de la capital, la tumba de uno de los grandes pioneros de la aviación fallecido al estrellarse con su aparato en las marismas del sur de la ciudad hace algo más de un siglo y el mural cerámico realizado por alumnos de Bachillerato de Bollullos a las órdenes de la profesora de Arte Pepa Pinto y que preside la fachada del instituto de dicha ciudad desde entonces, hace ya más de quince años.
LAS CARAS PERDIDAS DE LA RÁBIDA
Cuando uno cree que toda la Historia está escrita, aparecen nuevos datos que echan por tierra lo que se sabe hasta ese momento.
Estas cabezas de indios precolombinos formaron parte de la columna que se erigió en 1892 con motivo del IV Centenario del Descubrimiento de América. Medio siglo después, con ocasión del proceso de restauración y reforma que dirigió el arquitecto madrileño Luis Martínez Feduchi, incomprensiblemente quedaron ocultas en el interior de la base de dicha columna. Recientemente, los últimos trabajos efectuados en el monumento han vuelto a sacar a la luz estos tres rostros que van camino de sus ciento treinta años de antigüedad.
Como nota curiosa cabe destacar que el arquitecto a quien se debe el ocultamiento de estas tres imágenes es el autor, entre otros, del edificio Carrión, situado en la Gran Vía madrileña, famoso por aparecer en múltiples producciones cinematográficas y por ser epicentro de la publicidad de una famosa bebida tónica.
LAS GÁRGOLAS DE AROCHE
Merece la pena observar con atención la iglesia de Aroche, uno de los grandes templos de la provincia, cuya dilatada fecha de construcción lo emparenta con muchos edificios eclesiásticos de la zona, siendo un compendio de estilos arquitectónicos bastante dispares, participando del mudéjar, del gótico y del renacentista.
Al igual que otras edificaciones importantes, la salida de agua de los tejados se efectúa mediante gárgolas, es decir, pequeñas tuberías con formas generalmente antropomorfas o zoomorfas. Esta gárgola o desagüe nos muestra una figura que bien pudiera ser un sacerdote, un monje o un peregrino en actitud orante.
EL ÁNGEL DE ENCINASOLA
Pocas veces he podido ver en el tejado de un ayuntamiento de nuestra provincia una figura tan pequeña como esta pero tan interesante. Nadie ha podido darme norte en el pueblo a propósito de esta escultura que parece surcar los tejados del Ayuntamiento de Encinasola, a pesar de varias llamadas a las propias casas consistoriales de dicho pueblo.
Según lo que creí ver y según lo que aparecen en las fotos que hice, tiene el aspecto de ser una figura metálica y que parece representar un cupido con su carcaj. La postura del pequeño querubín podría querer decirnos que en su momento tuvo en sus manos un arco con su correspondiente flecha.
LAS CARAS DE LA CASA DEL DIABLO
Al primero que oí hablar de la Casa del Diablo fue al investigador Antonio José Martínez
Navarro, de cuya pluma leí estas y otras leyendas de nuestra capital. Llamada Casa del Diablo, la vivienda que hubo donde hoy se levanta el Colegio de Farmacéuticos de Huelva fue una casona dieciochesca de la que afortunadamente queda alguna fotografía. En su fachada sobresalían estas dos figuras que pronto los onubenses emparentaron con el diablo, de donde surgió el sobrenombre de Casa del Diablo, probablemente una de las grandes leyendas junto con la del perro negro, de la que muchos habrán oído hablar.
Rescatadas de la construcción original, hoy día pueden verse en la balconada de la primera planta de esta casa, como recuerdo de uno de los grandes misterios de la ciudad.
LA LÁPIDA DE LEFORESTIER
Muy cerca de la tumba del hombre que nunca existió, el mayor William Martin, está esta otra de Georges Leforestier, aviador francés bastante desconocido en nuestra ciudad, a pesar de haber sido protagonista del primer vuelo con motor sobre Huelva.
Tal como aparece en su maltrecha lápida, Georges Leforestier, nacido en la ciudad francesa de Cherburgo treinta y dos años antes del fatal accidente en el que perdió la vida, participó durante dos días (1 y 4 de septiembre de 1911) en sendos vuelos aéreos sobre el casco urbano, de los que se tiene constancia incluso del recorrido efectuado. El día 4, cuando sustituía como piloto a un compañero, su aeroplano Blériot XI se precipitó de repente en las marismas del Titán, falleciendo en el impacto.
Actualmente se estudia la posibilidad de levantar en la ciudad un monumento que perpetúe la figura de este pionero de la aviación. Sería un homenaje justo para Georges Leforestier, que ya tuvo un pequeño monolito con su placa correspondiente, desaparecido merced al olvido, a la desidia administrativa y al vandalismo, y que fue erigido en el lugar del suceso poco tiempo después de producirse el accidente.
EL MURAL DEL INSTITUTO DE BOLLULLOS
Cuando mi hijo me dijo, allá por el año 2006, que estaban haciendo en clases de Arte un mural en homenaje al insigne Delgado Hernández, poco podía yo suponer que con el tiempo dicho mural formaría parte de la fachada del instituto bollullero del mismo nombre.
Efectivamente, conducidos por la profesora de Arte de este instituto, la recordada y querida Pepa Pinto, el grupo de alumnos de 1º B de Bachillerato realizó, durante el curso 2006-07, este mural de barro cocido donde, además del rostro de Delgado Hernández, aparecen algunos de los principales símbolos que definen el pueblo de Bollullos: la torre de la iglesia, un racimo de uvas, un bocoy, un caballo y una venencia, más las iniciales del político y numismático a quien está dedicado este centro educativo.
Actualmente, este trabajo cerámico, a medio camino entre el simple rótulo y el mobiliario urbano, ocupa un lugar principal en la fachada del instituto de Bollullos.