RFB. Más allá de toda la gente que le quiere en el plano terrenal que es, como podemos apreciar, mucha, Ana Gil no está sola. La fuerza, la energía positiva que transmite -es de las que dan, de las que suman, de las que aportan- no es solo suya. Detrás, arriba, al lado y en ella misma está su madre, Ana Rebollo García. Aunque falleció hace tres años vive sin duda, y lo hace además a través de su niña prolongando lo mejor de si misma para felicidad de los demás.
Ese ‘secreto’ de Ana Gil multiplica sus dones aunando alma y virtud material. Una gran profesional de la radio que proyecta algo más, vibraciones que aclaran en la oscuridad, esa que a veces la supuesta actualidad nos trae para conducirnos al desánimo. Ella, cruzada contra este y con tal bonita voz, transmite confianza en nosotros mismos, en nuestras capacidades para solventar los inevitables baches de la vida.
Se siente afortunada, algo propio de los buena gente porque hay axiomas esenciales que nadie puede discutir, como el de que ‘se recoge lo que se siembra’ o ‘cuanto más doy más tengo’. La vida es como el eco, y ahí en medio está nuestra protagonista, una joven y guapa sanjuanera que para su sorpresa ha sido nominada a los premios Buena Gente de Huelva en la presente edición.
Y cuando se es buena gente, y uno se siente afortunado, el círculo se completa con un carácter ‘disfrutón’ y, sobre todo, agradecido. Así es Ana, agradecida por lo que hace, por lo que vive. Tener una referencia como la de su madre es uno de los motivos. La declara su modelo y nos dice que «era una mujer guapa por dentro y por fuera. Con un corazón inmenso. Casi tres años después de su fallecimiento, me siguen hablando bonito de ella. Y eso me llena de amor. Me emociona….»
Como un regalo sorpresa se enteró de la nominación a Buena Gente de Huelva el día de su cumpleaños. Fue su director, Miguel Doña, quien lo publicó en el grupo WhatsApp de Radio Huelva. Sintió sorpresa y una inmensa alegría, «lo cierto es que me pareció el mejor regalo del mundo«. Pensó en sus padres. «Lo felicísimos que se sentirían de ver que a su hija la miran con ojos tan bonitos. Mi madre, que era muy buena y tuvo una vida dada a los demás, siempre me decía: La gente es buena, hija. Las personas son buenas. Ahora, cada día lo recuerdo y trato de verlo en las personas con las que me encuentro».
Con esa carta de presentación hay ya mucho aclarado. Pero era la primera vez que la escuchábamos en un relato más allá de sus familiares ondas, a pie de calle. Y hay que admitir que es una interesante experiencia entrevistar a una innata entrevistadora. Al principio resulta curioso sintonizar su voz poniéndole cara a esa sonrisa, de cerca.
Luego la interacción permite ampliar los registros y sorprenden, también gratamente, otros acentos, dejes y giros verbales que combinados con su atractiva expresión facial te aproximan a la persona, a la mujer, alejándote por un momento y definitivamente de esos estudios radiofónicos donde ella resuelve brillantemente la conjunción del día a día desde hace más de veinticinco años.
Y a su lado es fácil y muy placentero que tus sentidos reciban percepciones agradables. Buenas sensaciones porque hablar bien de los demás, como hace Ana, es una de las mejores músicas que se pueden oír.
Si le añades gestos síncronos, ojos transparentes y una sonrisa permanente, el clima que crea es una rotunda fuente de energía.
Así, es natural que a nuestra interlocutora le guste la gente positiva, la gente luminosa. Tiene precisamente encendida la luz roja que indica que, además de la voz en el aire, lo que está realmente abierta es su ilusión. Y no hay motor más grande. Ilusión por el mundo de su privacidad, el de su marido, Richard, y sus hijos, Marcos y Diana; y el de su vida incluso más allá de este esencial, que la sitúa en esa mesa con micros proyectada al exterior, con miles de oyentes que confían en su aliento cotidiano.
Sorprende que Ana sea de la generación EGB, BUP y COU. Aún siéndolo parece más joven. Desde primera hora en ese pueblo del que se siente orgullosa de pertenecer, San Juan del Puerto, parecía abocada a la radio. Señales variadas la encaminaban a donde llegó, y muy cuadrado tiene el asunto el Universo cuando la meta es cada día seguir haciendo las cosas como ha conseguido Ana hace ya mucho tiempo. Una atalaya donde todo es lo mismo y todo es distinto cada día. La escuchas, en la radio o aquí, en la calle, y te das cuenta de que tiene intacto el deseo por seguir cumpliendo su gratificante misión.
Hija menor de tres, su hermano Antonio y su hermana Isabel le sacan ambos unos cuantos años. Ser la niña de la casa es también algo que se puede gestionar bien o lo contrario. El talento de Ana y el buen hacer de sus padres y hermanos nos la dejan aquí, tal cual es. Y no lo han hecho mal, hoy es nominada al premio Buena Gente de Huelva.
Hablábamos de su carácter agradecido y es un continuo el expresarlo. La palabra ‘gracias’ se extiende en su boca con generosa facilidad.
Recuerda a Juan Carlos Narváez que fue su primer director. Enseñanzas y cariño que han sido especialmente dilatadas con el referido Miguel Doña. Radio de calle, radio viva, próxima y variada, esa es la receta que Ana aprendió a cocinar hace mucho y que siempre consigue ir mejorando en una espiral sin fin. Se entiende con sus compañeros y también con los de medios de la competencia o cualquiera que se le ponga por delante.
Belleza, dulzura, sencillez, naturalidad, timidez, y calidez sanjuanera y onubense en el trato. Además de todo ello o, quizá, por ello buena gente.
Enhorabuena, Ana.
3 comentarios en «Ana Gil, el bello eco de las ondas y las buenas personas»
Buena gente y mejor persona, enhorabuena Ana, eres muy grande.
enhorabuena por nominarla y en nombre de sus amigos gracias a quien ha escrito el glosario sobre sus méritos, felicidades Ana.
Enhorabuena Ana y felicitaros por la descripción. La habéis clavado…