Pepe Viyuela con Tartufo, abren la temporada de teatro en Niebla

Pepe Viyuela

Redacción. La 37 edición del Festival de Teatro y Danza Castillo de Niebla comenzó anoche, 16 de julio, de la mano de Lantia Escénica y su ‘Tartufo‘, de Molière. El clásico teatral, escrito por el dramaturgo francés en 1695, continúa siendo una comedia de indudable vigencia, ya que satiriza sobre la impostura y la mentira en la sociedad actual. La intención de la obra es, según el propio autor, “la crítica de los falsos devotos, de los hipócritas que se presentan bajo la apariencia de personas con fuertes valores cristianos y que esconden otros intereses”. Protagonizada por Pepe Viyuela, hizo las delicias del público presente.

Con versión y dirección de Ernesto Caballero, ‘Tartufo’ está protagonizada por Pepe Viyuela, uno de los mayores talentos actorales de nuestro país, quien ha dicho de la obra que es “una apología de la comedia. Basándose en su gran sentido del humor, Molière mete el dedo en la llaga en uno de los aspectos más candentes de su sociedad. Y le costó muy caro. Defiendo la comedia porque nos hace reír aunque lo que sucede no tenga ninguna gracia».


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«Creo que los clásicos nos pueden arrojar muchísima luz”, ha subrayado el director, “por eso hemos querido que este Tartufo tenga tantas resonancias actuales. Era una sátira que fustigaba al devoto del Santo Sacramento, y pone en evidencia las creencias sobre las evidencias. Hoy necesitamos creer aunque los relatos carezcan de fundamento».

La obra, protagonizada por Pepe Viyuela, está modernizada, aunque echa mano de los versos octosílabos de la traducción de José Marchena. «Hemos evitado el estilo Molière, viviendo el momento, aunque sea en verso, un verso fácil. También hemos evitado formalismos estilísticos. La obra parte de un ensayo, teatro dentro del teatro. Hemos trabajado el texto como si lo hubiera escrito un dramaturgo de ahora», explica Caballero.


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Molière escribe Tartufo en 1695, pero tendrá que esperar cinco años para ver estrenada su sátira ya que fue prohibida su representación al ser acusada de lo que en nuestros días llamaríamos “delito de odio”. Finalmente, el rey Luis XIV levanta la prohibición y es estrenada con éxito en Paris. El tema principal de obra es el a hipocresía, aunque la pieza suscita también otras cuestiones no menos relevantes “como la obstinada e irracional resistencia para reconocer la evidencia de los hechos, la acomplejada necesidad de subyugación del sujeto a demagogos manipuladores, la colosal distancia entre los miríficos enunciados morales y el inconsecuente comportamiento de sus predicadores, el severo e implacable despotismo de la superioridad moral, la justificación de la mentira como recurso natural del superviviente…”, en palabras del director.

Tartufo es, en efecto, todo impostura: una gran mentira. Según Ernesto Caballero, “a fascinación que ejerce un personaje carente de escrúpulos es la misma que hoy nos procuran tantos expertos estrategas, comunicadores y publicistas de toda índole que invaden nuestra privacidad recurriendo sistemáticamente al engaño y a la adulación con nuestra perezosa aquiescencia. Acaso todos nos estemos convirtiendo en Orgones cediendo gustosos la soberanía de nuestro propio criterio y discernimiento”.

En este sentido se pregunta “¿Estamos, en estos días de aislamiento e incertidumbre, tan irremisiblemente atartufados, tan ávidos de directores espirituales rebosantes de salvíficas proclamas, que, como Orgón, entregamos encantados nuestro patrimonio material y espiritual a cualquier farsante convincente? ¿Quiénes son hoy esos intrusos que se cuelan en nuestras casas con irresistibles cantos de virtuosas sirenas, despojarnos de nuestros más preciados bienes, entre los que se encuentra el del libre discernimiento? ¿No habremos ya incorporado y aceptado como inevitable el método Tartuffe para sobrevivir en esta fase desbocada y descabezada del sistema económico y social?”

En cualquier caso, añade, Tartufo es hoy “ese narcótico vendaval de espectáculo que nos arrebata hasta decantarnos por lo verosímil antes que, por lo veraz, por las reconfortantes y, nunca mejor dichas, mentiras piadosas a la inevitable y, en ocasiones, incómoda realidad. Si todo es espectáculo, entonces nada duele”.

 

El autor llega así a la propia esencia del teatro: el teatro de siempre, con su prodigioso mecanismo de distancia (o desdoblamiento) nos ofrece, en esta ocasión “la posibilidad de observar divertidos este delirante carrusel de apariencias mediante la gran farsa que escribiera el dramaturgo francés Jean Baptiste Poquelin hace más de tres siglos. Así, nuestro Tartufo se presenta ante ustedes, antes que nada, como un radical y festivo juego teatral sin trampas ni cartón porque, paradójicamente, en el teatro todo es trampa y cartón. Y esa es su grandeza. Y esa es su verdad”. El genuino teatro que, como en los tiempos de Moliere, “planta cara al sinuoso impostor que se infiltra seductoramente en nuestros hogares”.

Encaja, por tanto, una reflexión de Pepe Viyuela al hablar sobre el montaje: «¿Cuánto tartufismo hay en los medios de comunicación actuales, que dicen cosas que no se ajustan a la realidad? O, las redes sociales… No es una comedia para olvidarnos del mundo, sino para mirar lo que sucede en él. Lo que cuenta Molière, sigue pasando hoy».

El espectáculo ha sido adaptado para personas con discapacidad sensorial. Ha contado con los servicios de: audiodescripción para personas con discapacidad visual, subtitulado y bucle magnético para personas con discapacidad auditiva, y amplificación del sonido de sala para personas con pérdidas de audición. La próxima obra accesible para personas con discapacidad sensorial será ‘El perro del hortelano,’ el 13 de agosto.

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