José Manuel Alfaro/ Sección de ficción ‘El Cuaderno de Muleman’. Hoy se ha conocido, que el pasado fin de semana decenas de niños y niñas vestidos de comunión planeaban sobre las olas de la playa de la Bota, sembrando el pánico entre los bañistas que allí se encontraban. Una imagen dantesca que por alguna extraña razón no pudo ser recogida por ninguna de las cámaras, de las numerosas personas que se congregaban en la playa a esa hora.
Aunque no hay una versión oficial de uno de los acontecimientos más extraños que han sucedido en Punta Umbría de los últimos meses, que aún ni si quiera la policía local ha podido corroborar. Si existen diversas versiones sobre los hechos acontecidos a plena luz y cuando más concurrida estaba la playa. Se barajan por tanto cinco hipótesis posibles. La primera que se trataba de un acto de promoción de una de las marcas más conocidas de ropa de comunión de la provincia. La segunda que podría tratarse de una acto para dar a conocer la rica gastronomía, las playas paradisiacas y el magnífico entorno natural de Punta Umbría. La tercera hipótesis es que se trataría del pistoletazo de salida para que muy pronto Punta Umbría sea conocida mundialmente por albergar una de las pruebas de paddle surf más importantes del circuito mundial, coronándose como una de las capitales de este deporte que ha crecido exponencialmente en los últimos años.
De esa forma Punta Umbría pasaría a incorporarse al circuito internacional de pruebas de paddle surf junto con ciudades tan importantes como Bilbao, Praga, Strandafgang, Agios Nicolaos, Corfú, Saint-Jean de Monts en Francia, Santa Pola, Puerto de Selva o la Amstel Raddler de San Sebastián paddle tour. La cuarta hipótesis y ya entraríamos en el terreno de lo improbable es, que podría tratarse de una maniobra de distracción destinada a las fuerzas de seguridad, de una de las bandas más conocidas “Los paddle surf”, que podrían aprovechar la maniobra para introducir un nuevo cargamento de hachís, después de que en las últimas semanas fuera interceptados dos alijos, uno en Caño Canela y otro en la Playa del Espigón, durante dos operaciones en la que se intervinieron más de 4000 Kg de droga.
Esta hipótesis que carecería de ninguna veracidad, habría sido organizada por la banda del “paddle surf”, especializada en la introducción de droga por este método, que habría contratado aficionados a esta disciplina deportiva a los que habrían hecho trajes de comunión a medida. Y la quinta y menos probable de las todas las hipótesis sería que, lo que todo el mundo vio en la playa ese día fue un grupo de niños y niños de Punta Umbría que después de recibir la comunión se habrían ido a la playa con el regalo de comunión que ha desbancado este año al teléfono móvil, una tabla de paddle surf.
En este cuaderno hemos localizado a uno de los niños vestidos de comunión que supuestamente participaron en este esperpéntico suceso que ha mantenido en vilo a toda la población puntaumbrieña durante las últimas semanas y que ha querido aclarar todo lo sucedido en esa extraña tarde de sábado de comunión.
– ¿Son conscientes del miedo que sembrasteis?
– Nunca pensamos que unos niños y niñas vestidos de comunión por la playa pudieran dar más miedo que organizar una comunión, llevar durante dos años a tu hijo a catequesis, tenerlo en clase de religión desde primero de infantil o hacer pensar a una persona desde que nació que Dios existe. Supongo que lo que hicimos era algo tan fuera de lo normal que nadie de los que estaban en la playa en ese momento podían creerse lo que estaba sucediendo. Yo creo que si se hubiera aparecido en ese momento la Virgen del Carmen de Punta Umbría el milagro hubiera pasado desapercibido. Así que después de lo que ha pasado somos conscientes que hemos creado un precedente, la semana pasada fuimos nosotros y la próxima puede ser novias de boda a lomos de una manada de delfines. Pero Punta Umbría es así de asombrosa y todo puede ocurrir en un pueblo tan mágico.
– ¿Cuánto tiempo duraron los hechos?
– El espectáculo tampoco duro mucho, apenas 10 minutos en los que nos dejamos llevar por las olas, al mismo tiempo que caía el sol en la playa de la Bota y la temperatura invitaba a quedarse hasta que anocheciera, quizás ese fue de alguna forma nuestro error, creer que íbamos a estar solos en esta aventura en la que el teléfono móvil se vio desplazado por una tabla de paddle surf y un remo. Por fin los adultos han comprendido que no es necesario que centren todos sus esfuerzos en el hecho de que el teléfono móvil deba ser el regalo sobre el que gira toda la comunión, eclipsando los regalos sinceros del resto de los asistentes, los libros de unos tíos a los que hacía meses que no veíamos, parte sustancial de la pensión de tus abuelos, la tienda campaña de unos amigos o una entrada de cine con cena incluida de tu mejor amigo. Durante estos años el teléfono móvil ha ensombrecido la verdadera razón por la que se hace una comunión, comerse la golosina más rica del mundo.
– ¿Qué ocurrió realmente?
– Aunque la gente vaya diciendo por ahí que pusimos en peligro nuestras vidas, que podíamos haber sido presa de alguna ola o corriente marina, que nos hubiera arrastrado hacia dentro. La verdad es que mientras planeábamos sobre las aguas cristalinas de la playa de la Bota, mientras nos daba el viento en la cara con el sol mirando nuestras espaldas vestidos de comunión, lo que sentíamos fue la esencia de la infancia, la de la risa, la inocencia, la de valentía que te abriga cuando eres niño o niña aún. Hacer la comunión no tiene por qué convertirse en una renuncia de tu infancia, hacer la comunión es simplemente una hostia más en tu camino.
– ¿Volverá a producirse este insólito hecho?
– Claro que sí, los niños y las niñas queremos vivir en la oportunidad del juego y la imaginación. Mientras los adultos nos empujan a crecer, nosotros nos debemos de resistir a hacerlo, no sé porque los padres y las madres se llevan inmersos en el debate de, teléfono móvil sí o no, meses antes de que la comunión se produzca. Un debate de él que al final nos hacen participes a nosotros sin haberlo querido. Eso sí, a lo mejor nos ven la próxima vez con ropa de playa y no vestidos de comunión, pero bueno, prometemos ponernos todos sombrero de marinerito para hacerlo todo más divertido.
– ¿Qué hay detrás de esa acción?
– Mucho, hay una reivindicación esencial, la de conservar nuestra infancia, hacer de la comunión un acto social, más allá de la propia ceremonia religiosa y la celebración de un almuerzo. Yo por tanto propongo que la comunión sea una confirmación de la infancia y no una asunción de responsabilidades personales y religiosas de un futuro adulto. Porque para mí ese día no es otro, que un día para celebrar la niñez que nunca debe perecer.