En la tarde del Martes Santo, en la Paroquia de San Sebastián se produce una vivencia peculiar, se vive la muerte de Jesucristo en el Golgota, el Cristo de los Estudiantes, el de la Sangre, sobre el altar que tallara Guzmán Bejarano, desciende la rampa, imagen sobrecogedora y patética que León Ortega plasmara. Se oye el llamador, con golpes secos, retorna el silencio, mientras tanto, Cristo es alzado para enseñarnos el camino del sufrimiento, poco a poco se pierde por Federico Mayo y luego por la Plaza Niña, pasa la Muerte callada, que es preludio de verdadera vida y después por los caminos más profundos de la noche, encuentra en su Pasaje, la caricia de la Luna, que quiere acompañarlo hasta el Calvario.