Ella, la Virgen de los Dolores, la Reina de toda la Vega, conoce en la noche del Jueves Santo el amor de sus gentes, que cautiva a todos los que se acercan. A su alrededor todo es singular, y a la vez simple y estético, como si los años no pasan, es un suspiro, un momento de luz en la noche ya próximo a la madrugada.
El paso de palio tiene la impronta artística de la mano de Rodríguez Ojeda, acompañado de una añeja evocación clásica y antigua, donde la talla de María, destaca como una Dolorosa de un llanto que sugiere una angustia sin consuelo, es sin dudas un destello extraordinario del Dolor de la Virgen.