RFB. La historia local de Huelva, como todas, tiene vericuetos; y la vida del Convento de las Agustinas tuvo uno crítico hace ochenta y seis años. Todo parecía encaminarle a que hoy en día no presidiría la plaza de las Monjas desde su singular esquina. Pero no terminó siendo así, como afortunadamente podemos comprobar.
Una ciudad como la onubense, tan desvastada arquitectónicamente, ha perdido infinidad de edificios notables que eran testigos de su historia. Casas particulares con facturas más que dignas que dibujaban una bella imagen de Huelva en las primeras décadas del XX. Pequeños palacios y también edificios funcionales y públicos que la piqueta inmisericorde ha ido derribando despersonalizando el espacio urbano.
Por eso, cuando hoy en día podemos disfrutar de algunos de esos vestigios del pasado aún en pie deberíamos felicitarnos y juramentarnos de alguna manera en luchar porque no desaparezcan. Al fin y al cabo son símbolos de identidad, pero auténticos. Han sido criados y envejecidos en el ‘roble’ de la historia viva de los que han habitado la ciudad.
Feliz fue la salvación de la Ermita de la Soledad y también la recuperación de la Iglesia de la Milagrosa, como ejemplos de edificios públicos. Y esperamos, por ejemplo también, que el antiguo Mercado del Paseo de Santa Fe acabe reviviendo con el proyecto que fue noticia hace escasas fechas.
Pues bien, sin duda tenemos que felicitarnos porque el Convento Santa María de Gracia, de las Hermanas Agustinas, esté ahí hoy presidiendo como decimos la por ellas denominada Plaza de las Monjas. Originariamente data de 1510, por lo que es ligeramente anterior a la Parroquia de la Concepción y erigido casi un siglo antes que el Convento de la Merced. Es el más antiguo de los radicados en la capital y solo la ermita de la Soledad, el Santuario de la Cinta y la Iglesia de San Pedro como emplazamientos públicos son anteriores.
Decimos que tenemos que felicitarnos por ello porque estuvo a punto de ser derribado. El quince de abril de 1936, en la sala de sesiones de la sede capitular, entonces en la calle Puerto, enfrente de la calle Botica, se reunía el consistorio constituido en Pleno. Había que decidir sobre diversos temas que aparecían en el orden del día. Eran las diez de la noche. Una hora de plenos más propia de una época en la que la profesionalización política no estaba tan estilada como ahora. Presidía el alcalde, Salvador Moreno Márquez.
Tras la lectura y aprobación del acta de la sesión anterior se comenzó el orden del día. En el primer punto los munícipes otorgaron una serie de licencias de construcción. Luego sucesivamente fueron abordándose distintos temas. Entre ellos, como curiosidad, la decisión de abrir un concurso público para la concesión de la licencia de la línea de Autobús, solicitada por la sociedad ‘La Africana’.
Otra curiosa cuestión abordada en ese pleno de tanto contenido derivó en la decisión del ayuntamiento de no personarse en una causa judicial sobre una presunta malversación relativa a la subvención otorgada a las Cofradías de Huelva el año anterior, 1935. No obstante no renunciaba a la indemnización que pudiese corresponderle.
Pero lo que concierne a este artículo es una moción que constaba en el orden del día y que sería aprobada. Nos referimos a la expropiación del Convento de las Hermanas Agustinas con idea de emplazar en su lugar un mercado de Abastos. Se supone por las dimensiones que ocuparía, se pretendía sustituir al del Carmen.
Fue defendida por el concejal José Rodríguez Alfonso quien expuso que la Constitución autorizaba a expropiar sin indemnización. Según el edil, era conveniente la prolongación de la plaza de la Constitución -nombre entonces de la Plaza de las Monjas- hasta la de Conde López Muñoz -la actual Plaza de la Constitución-. Manifestaba que «a fin de construir sobre los terrenos del actual convento de monjas Agustinas un Mercado de Abastos«. Y añadía que sobre los de la Plaza López Muñoz se construirían las Casas Capitulares, dependencias para juzgados de primera instancia y municipal, reten de incendios y arbitrios municipales.
El concejal culminaba la propuesta señalando que sobre los terrenos de la cárcel vieja -antiguos espacios del convento de San Francisco- se erigirían casas para maestros y empleados municipales. El acuerdo se aprobó por unanimidad y el siguiente paso era elevar a las Cortes la petición para la expropiación sin indemnización. El señor Rodríguez Alfonso presentó unas notas con las obras a realizar y un croquis o dibujo, sin firma, representando la zona urbana donde se realizarían las obras.
El paso del tiempo permitió la apertura de la Gran Vía y la construcción del nuevo ayuntamiento pero, afortunadamente, no el derribo del Convento de las Agustinas, lo que habría sido una enorme pérdida patrimonial para la ciudad. Suponemos que se tramitaría en las Cortes pero solo quedaban tres meses antes de que estallase la Guerra Civil Española. No hubo tiempo y una terrible desgracia, como fue el inicio del conflicto fratricida, aparcó la cuestión, que ya no volvió a suscitarse, por suerte. Hoy el convento es una de las principales referencias arquitectónicas e históricas de la capital. Y que así sea por muchos siglos.