J.A. de Mora. El nombre de Huelva en los cielos pintado en el fuselaje de un aeroplano militar español. Hace ahora justo un siglo, fue entregado al ejército en el aeródromo de Tablada un ‘Breguet 14’ adquirido por suscripción popular entre la gente de Huelva y sus instituciones.
Época convulsa en nuestro país que giraba en torno a la Guerra de Marruecos, y un pequeño protagonismo de la provincia onubense al sumar con este avión fuerzas para aquel conflicto que había dado un giro el verano inmediatamente anterior con el ‘desastre de Annual‘.
La mítica derrota norteafricana es una de las páginas más trágicas de la historia española, En ella perecieron 10.000 soldados, y generó en la nación una necesidad de reivindicarse como tal, lo que indujo a desarrollar comportamientos en los que la propia población contribuía a impulsar reacciones para salir de una depresión generalizada.
Huelva no era ajena a ese estado común y se distinguió sumándose a la iniciativa de los ‘aviones del pueblo’. Entre 1921 y 1922 fueron 16 las provincias españolas que entregaron a la incipiente división del aire del ejército español aparatos para combatir en el norte de áfrica. En total 39 unidades que también fueron donadas directamente por particulares y otras instituciones. El distintivo del aeroplano ‘Huelva’ fue M-MBEA.
Todas los ciudadanos destacados de nuestra provincia y los responsables institucionales se implicaron para que Huelva tuviera su nombre en esa escuadrilla de aviación. Encabezados por el gobernador civil, marqués de Hazas, en la lista de impulsores y participantes se encuentran las referencias sociales básicas de la época en Huelva. El alcalde, Mora Claros; el ingeniero Tomás Domínguez; el pedagogo Manuel Siurot; el presidente de la Audiencia Provincial, Emilio Velazco; el periodista José Muñoz o industriales como Florentino Azqueta.
Un onubense residente en Melilla, Julio Romero, realizó un singular ofrecimiento. Dado que era campeón de tiro, se ofreció para manejar la ametralladora que se instalaría en el aeroplano.
El 15 de enero de 1922, la entrega del aeroplano, junto a otros diecisiete, fue un acontecimiento en Sevilla. Estuvo presidido por los infantes Carlos y Luisa, el general Echagüe -primer jefe de la aviación militar española- y el arzobispo de Sevilla. Allí se desplazó mucha gente de Huelva. Los infantes Carlos y La madrina del aeroplano ‘onubense’ fue la mujer de alcalde, Josefa Jiménez, y el aparato fue bendecido por el cardenal arzobispo de Sevilla, Illundain.
El aeroplano ‘Huelva’ quedaba asignado, en la primera escuadrilla, al capitán Jacobo de Armijo. Con él conformaba la tripulación el teniente Veliño. El aparato contaba además con un mecánico y un ayudante. Posteriormente el piloto sería herido de gravedad, pero salvaría la vida. Ya como teniente coronel forma parte singular de la historia de la aviación española al ser el primer director del Aeropuerto de Barajas, que comenzó a funcionar en 1933. Fue, además, autor de diversas publicaciones sobre aviación.
Aunque fue relevante la donación del aeroplano por parte de los ciudadanos de Huelva no constituyó un hecho aislado. Las cuestaciones en favor de los soldados y las familias de los onubenses que fallecían en aquel cruento episodio tenían carácter casi permanente. De hecho la comisión que organizó la suscripción para el avión se denominaba ‘pro aeroplano Huelva y heridos de África’. Las cuestaciones populares en Huelva por aquel entonces permitieron también entregar lo que llamaban una ‘autocamilla’ -ambulancia-.