Antonio Delgado Pinto. El mes de noviembre es adecuado para, entre otras cosas, dar un repaso a algunos de los cementerios más interesantes de nuestro territorio.
No muchas provincias pueden presumir de tener tres cementerios ingleses. Huelva puede hacerlo, aunque solo el de Tharsis esté presentable, sea el único que se conserve de manera decente y pueda ser visitable tanto por familiares como por curiosos. Aquí se incluyen los dos restantes, ambos igual de abandonados y olvidados: el de Bellavista en Riotinto y el de nuestra capital. Además, aparece un tercero cuyo valor radica fundamentalmente en que es el único resto que nos queda de un poblado surgido, desarrollado y desaparecido durante el siglo XX, Naya.
He querido acompañarlos de otros dos cementerios muy distintos: el cementerio de trenes de Zarandas y el de barcos en la orilla este de la isla de Bacuta.
CEMENTERIO DE BELLAVISTA. Un camposanto en el barrio de Bellavista en Riotinto
Se inauguró en 1877 y esto lo hace ser el cementerio anglicano más antiguo de nuestra provincia. Su pequeño recinto, descrito con delicadeza por el escritor local Juan Cobos Wilkins, acoge medio centenar de tumbas.
A mediados del pasado siglo, después de una pequeña ampliación del edificio, se demolió una coqueta capilla que se alzaba adosada a uno de los muros (aunque en otros documentos se dice que dicha capilla estaba situada en el centro del cementerio). Entre los ilustres difuntos inhumados aquí, destacan el doctor Robert Russell Ross y el que fuese último director general británico de las minas, Charles Robert Julian.
El vandalismo que nos azota sin piedad hizo que desapareciera hace unos años la magnífica cancela de entrada que el arquitecto Alan Brace añadió en 1929.
CEMENTERIO DE TRENES DE ZARANDAS. Los restos del más extenso ferrocarril de la provincia
No por mucho repetir algunas frases, estas dejan de tener sentido: pasear por aquí es una de las grandes experiencias que uno puede tener sin salir de la provincia. No hay detalle ni lugar que no reclame una fotografía. Soledad y silencio rodean este paisaje rojizo que es testigo de cómo se pudren al sol y a la lluvia estos gigantes que no hace tanto tiempo surcaban llenos de pirita nuestro paisaje.
Viendo el escaso parque móvil que subsiste del ferrocarril de Riotinto, parece imposible que en los inventarios de la primera mitad del siglo pasado aparecieran más de cien locomotoras y varios miles de vagones, entre vagonetas de mineral, bateas, vagones-grúas, vagones-cisterna y excavadoras de vapor.
CEMENTERIO DE NAYA. Último vestigio de un poblado minero
Es el único resto que queda de Naya, un poblado minero que fue demolido en la década de los años setenta del pasado siglo y que existió cerca de la salida del túnel 16 que llega hasta aquí desde Corta Atalaya.
El pueblo, edificado en varias calles paralelas y una perpendicular, contó con escuela, economato, iglesia, casino minero, cuartel de la Guardia Civil, lavadero público y una recoleta plaza construida en terrazas.
Algo alejado de todo ello y de la zona fabril, se levantó este pequeño cementerio, hoy en ruinas, único testimonio que queda en pie del poblado de Naya y de la gente que lo habitó.
CEMENTERIO INGLÉS. Camposanto británico en la capital
Este cementerio sustituyó a mediados de los años treinta al antiguo cementerio inglés situado junto al de San Sebastián. Un poco antes del cambio de siglo, el Consulado Británico transfirió su mantenimiento y su cuidado a la Iglesia Anglicana.
En las lápidas están inscritos los nombres de muchas personas ligadas a la historia de la ciudad de Huelva como Morrison, Nielsen, Dressel, Sinclair, Weickert o el doctor MacKay, entre otros. Pobre pago al trabajo realizado por todos ellos en Huelva es el lamentable estado en que se encuentra el recinto, más parecido a un hierbazal que a un cementerio.
Uno de los grandes misterios de la historia reciente de nuestra ciudad es por qué se decidió que el mayor William Martin, el hombre que nunca existió, no fuese enterrado aquí, sino en el vecino cementerio de la Soledad.
CEMENTERIO DE BARCOS EN LA ISLA DE BACUTA. La última travesía
Remar por la ría de Huelva depara encuadres diferentes de los acostumbrados, otras perspectivas de nuestra ciudad en las que ni las prisas ni los ruidos tienen cabida. Aquí, donde solo se oye el chapoteo de los remos, es fácil quedar atrapado por la quietud de las orillas o por el vuelo de las aves.
Justo frente al tramo central del Paseo de la Ría existe este lugar al que no menos de cuarenta barcos han llegado para poner término a su última travesía; embarcaciones que un día no muy lejano fueron pesqueros y pequeños paquebotes, barcos de madera para la pesca de bajura y para el transporte de mercancías.
Acercarse remando hasta las cuadernas semienterradas en el fango, como esqueletos de animales prehistóricos, tiene algo de rito solemne en el que el respeto y el silencio son tareas primordiales.