José Antonio Mayo Abargues. Este bote, de 4 metros de eslora por 1 de manga, fue construido a principios de los años cuarenta en unos astilleros de ribera en Bonanza (Sanlúcar de Barrameda). Su arqueo no sería suficiente para cargar toda la historia que ha ido acumulando a lo largo de todos estos años. Fue construido por encargo de Joaquín Suárez García, Joaquín el de la Barca, un pescador de Mazagón, natural del núcleo urbano de La Barca (Lepe), de ahí su apodo.
Se construyeron dos botes gemelos para ser empleados en las faenas de la tradicional pesca de la jábega, haciendo la función de calimas. El pescador que iba a bordo, que recibía el nombre de calimero, era el encargado de dirigir la maniobra del arte de pesca, la sacada a tierra de la jábega. Se situaba detrás del copo controlando el banco de pescado y con una señal de su remo ordenaba halar de uno u otro lado, según conviniera. Era un trabajo reservado para pescadores muy expertos, pues del calimero dependía el éxito de la sacada.
Aunque las calimas fueron concebidas para este fin, se utilizaron también como barcos de transporte, adaptándolas con una vela trapecio. Joaquín el de la Barca iba con mucha frecuencia a la isla de Bacuta a cargar sal en las salinas artesanales para transportarla en estas embarcaciones y en varias jábegas hasta su asentamiento en la Torre del Loro (Mazagón), para la conservación del pescado, distribuyéndola luego en varias chozas que tenía instaladas por la playa, desde Mazagón hasta Matalascañas.
Todas las familias que vivían en la isla de Bacuta dependían de una pequeña embarcación para trasladarse a Huelva a realizar las compras y otros menesteres. María Ramos, esposa de Francisco Rodríguez López, patrón de los barcos que transportaban la sal al puerto de Huelva para ser cargada en barcos y ferrocarril, se había empeñado en comprarle uno de esos botes a su propietario, porque la pequeña patera que tenían era de muy poca capacidad y necesitaban algo más grande, pero él no se quería desprender de ella. Hasta que un buen día del año 1951, Joaquín el de la Barca accedió a su reiterada petición y se la vendió por 2.000 pesetas.
La familia Rodríguez tenía acogido por caridad como botero a José Barbosa, un humilde hombre de Santa Bárbara de Casa (Huelva), de escasos recursos económicos que vivía solo en una casita de Bacuta. Había trabajado en la compañía Riotinto, donde sufrió un desgraciado accidente en la máquina de un tren, cortándole la pierna izquierda, que hubo de ser sustituida por una prótesis de madera, la llamada “pata de palo”. Barbosa era el encargado de llevar a la familia hasta el muelle del Tinto, al otro lado del Odiel.
En 1987, Luis, el hijo menor de la familia Rodríguez, fija su residencia en Mazagón y traslada hasta allí el bote desde Bacuta para dedicarlo a la pesca deportiva. Durante muchos años estuvo amarrado a un muerto en la playa de Ciparsa, hasta que decidió sacarlo del agua y guardarlo en un almacén, donde pasó un largo periodo inactivo. Unos años más tarde fue expuesto en la taberna marinera “Capitán Salitre” de Mazagón, y ha participado también en un documental sobre la pesca tradicional en la costa de Huelva.
Hoy, Luis Rodríguez guarda esta reliquia bajo techo, cerca del mar que surcó durante muchos años; y no la guarda por su valor económico, sino por su gran valor histórico y por esos entrañables recuerdos familiares.