Mari Paz Díaz. En enero de 2016 conocimos a Tania Garfia Pérez después de que se convirtiera en una ‘Onubense por el mundo’ de Huelva Buenas Noticias. Entonces nos contaba que, tras finalizar el Bachillerato en el IES ‘La Alborá’, dejaba su localidad natal, Tharsis, para marcharse a vivir a Huelva para estudiar Turismo en la Facultad de Ciencias Empresariales, carrera con la que tuvo la oportunidad de hacer un Erasmus inolvidable de nueve meses en Bamberg (Alemania). Además, hizo prácticas por parte de la Universidad de León en el Parador Nacional de San Marcos de León durante tres meses. Una vez finalizados los estudios universitarios, buscó nuevas oportunidades en tierras germanas, desde donde la llamaron para formarse como gerente de hotel, una formación que duraba tres años en el hotel am Stadtring. Fue así cómo fijó su residencia en Nordhorn, un pequeño pueblo alemán, donde se fue a vivir en abril de 2013.
Desde allí se mudó a Hamburgo, desde donde nos relata su experiencia como ‘onubense por el mundo’, que se ha visto afectada por la Covid-19, como tantas y tantas personas que están pasando estos duros momentos lejos de casa. Ella lo cuenta así:
““El Covid-19 nos hará mejores personas”. Esta es una frase que empezó siendo esperanzadora y ha terminado por ser decepcionante. Mi vivencia con la Covid-19 empezó en Valencia. En la empresa en la que trabajo en Hamburgo se hacen todos los años un programa llamado Crossing Borders, donde puedes ir de intercambio a cualquier otro país europeo por tres meses para adquirir nuevas experiencias y aprender cómo es el trabajo en otro hotel. Todos los años participé, pero sin suerte, ya que no había ningún participante que cumpliera los requisitos para un intercambio a Alemania. Sin embargo, el año pasado tuve por fin un match con una chica de Valencia y el 17 de febrero de 2019 estaba volando dirección a la tierra de la horchata. Estaba muy ilusionada de tener la oportunidad de poder trabajar en España, de hablar mi idioma y, por supuesto, de comer manjares de la tierra. Cuando llegué al hotel tuve una buena acogida por parte de mis compañeros de Valencia, me enseñaron las instalaciones y tuve la oportunidad de conocer ese mismo día a gran parte del personal. La verdad es que me hicieron sentir como en casa. Por ello, me gustaría dar las gracias a todas las personas que hicieron de mi experiencia algo inolvidable”.
Sin embargo, nada ni nadie podía sospechar que la experiencia se iba a tornar una pesadilla: “Eran mis primeras Fallas en Valencia e iba a tener la oportunidad de vivirlas, así que mis amigos choqueros David y Álvaro, que viven actualmente en Madrid, y Verónica, que reside en el País Vasco, vinieron a verme y disfrutamos un poco del ambiente pre-fallero, de Valencia, de su horchata e, incluso, nos tatuamos un flamenco de Huelva para recordar siempre nuestras raíces. Pero, al final, las Fallas se cancelaron por motivo de la Covid-19, a pesar de que pudimos disfrutar del ambiente y de sus gentes”. De hecho, el programa que realizaba tendría que haber durado tres meses, pero por la Covid sólo duró uno.
Su experiencia en Valencia la califica como “días increíbles”, pero, desgraciadamente, “este sueño duró poco, ya que, apenas dos semanas más tarde, se empezó a hablar de ese virus que veíamos tan lejos de nosotros y que ya había entrado en Europa con fuerza. Una semana más tarde se planteaba el cierre de las fronteras, así que mi compañera de Valencia en Hamburgo me llamó para interrumpir el programa, ya que se quería venir a casa comprándose un vuelo para viajar al día siguiente, algo totalmente comprensible dadas las circunstancias. Me acuerdo que el día que me llamó yo tenía turno de noche, estuve buscando vuelos y, la verdad, que me costó bastante porque todos estaban completos. La gente se volvía definitivamente a sus casas dado que el miedo empezó a apoderarse de todos. A pesar de ello, en cuestión de una hora, ya tenía un vuelo para volver al día siguiente a Hamburgo”.
El vuelo de regreso no fue fácil para Tania, que cuenta cómo “cuando estaba en el aeropuerto de Valencia veía gente con miedo y confusión. Había un virus que estaba matando a gente, pero, sinceramente, por aquel entonces pensaba que era algo aislado y que en unos meses todo habría acabado… ¡Cómo nos equivocábamos!”.
Su llegada a Alemania supuso un duro golpe de realidad: “Llegué a casa por la noche y, al día siguiente, tuvimos un meeting en el hotel, donde se nos informaba de la seria situación en la que nos encontrábamos y que, lamentablemente, teníamos que cerrar. Eso sí, se eligió a un equipo de cinco personas para seguir gestionando cancelaciones, llamadas de teléfono, emails, etcétera y yo estaba dentro de él, trabajando tres días a la semana. Fueron unos meses muy duros. Nos encontrábamos totalmente perdidos, sin saber muy bien cómo gestionar la situación, si duraría mucho o poco…, dudas que todo el mundo tenía en su cabeza”.
A nivel personal, esta tharsileña se mostraba “preocupaba por no poder ver a los míos o si alguna persona de mi familia se ponía enferma y, sin opción de viajar, estando en el extranjero, esto se antojaba difícil, el pan de cada día”.
De hecho, sus abuelos fallecieron estando ella en el extranjero “y se hace un nudo en la garganta no poder estar ahí para despedirte o haber estado compartiendo con ellos sus últimos momentos… El no tener esta oportunidad es una espinita que siempre estará ahí. Quien viva fuera de casa entenderá estas palabras mejor que nadie, porque estar cerca de los tuyos es algo que se valora cuando estás fuera. Es uno de los privilegios más bonitos que una persona pueda tener, porque, al fin y al cabo, lo que te vas a llevar cuando te vayas es el tiempo que pasaste con las personas que quieres. Algunos amigos míos en Alemania perdieron algún ser querido durante la pandemia y es muy duro no poder estar ahí para dar el último adiós”, afirma.
A nivel general, las noticias que llegaban a Alemania desde España no eran nada halagüeñas. Así lo recuerda esta onubense que asegura que, “en marzo, las cifras en España empezaron a aumentar de forma considerable, recurriendo incluso al confinamiento de la población para evitar más casos, mientras que en Alemania el impacto de la Covid-19 apenas se notaba. Hablaba con mi familia y amigos confinados y, la verdad, que fueron unas semanas bastante duras para ellos -en general ha sido duro para todos-, sobre todo para aquellos que tenían un negocio y tuvieron que renunciar a él por las enormes pérdidas que esto suponía, o el montón de personas que se han quedado sin trabajo. Pienso que los sectores más dañados por la crisis han sido la hostelería y la hotelería, ya que de esto es de lo que vive España en su mayor parte y, como hemos visto, no es muy inteligente apostar en un país por una sola ficha”.
Desde Alemania, la visión de España “ya era un poco oscura antes de que pasara la Covid-19, con el típico comentario “Estás aquí porque en España no hay trabajo, ¿no?”. La verdad que no es mi caso. Al terminar la universidad, me vine directamente a Alemania. Pero, en cierto modo, es un comentario con razón: me avergüenzo de las cifras de desempleo juvenil. Somos la generación mejor preparada y con menos oportunidades, así que ahora, con una gestión un poco dudosa de la Covid-19 y viendo que subían las cifras como la espuma, el país estaba un poco en duda. Obviamente, defiendo España, porque creo que mi país tiene mucho potencial y siempre pienso que irá a mejor y nos dejarán tener la oportunidad de demostrar lo que realmente valemos”.
En este aspecto, esta onubense opina que “la manera de gestionar la Covid-19 quizá no haya sido la más acertada, pero sus dirigentes no se habían enfrentado nunca a una crisis de carácter mundial, por lo cual no hay antecedentes para proceder de una forma u otra. Quizás lo único que puedo reprochar o echar de menos de España es que sus dirigentes no reman en la misma dirección, como ocurre aquí en Alemania. Y esto no es ni mucho menos una opinión política, simplemente es algo que se ve desde cualquier rincón de Europa y, cuando se tira una cosa desde diferentes puntos, se acaba rompiendo. Ojalá algún día, cuando vuelva a mi país, me dé la oportunidad de poder quedarme en él y devolverle todo lo que me ha dado”.
Una semana en Huelva
A pesar de las duras circunstancias y de todas las trabas, Tania Garfia, como otras muchas personas, sacó su lado más creativo durante el confinamiento: “tenía bastante tiempo libre, empecé a pintar y, la verdad, que eso me animaba mucho. Todo ello además de leer, hacer cursos online, etcétera. Creo que todo el mundo en este confinamiento ha sacado su lado más creativo”. Incluso, se considera “una privilegiada, dado que, en julio, cuando las cosas se calmaron un poco, pude estar con mi familia y amigos una semana, una semana que se pasó volando. Cuando estás en la tierra, todo el tiempo es poco. Mis padres me hicieron gazpacho, salmorejo, ponche casero con melocotones, comí jamón, queso, gambas y, sobre todo, disfruté del sol. Donde yo vivo tenemos el cielo gris más bonito de toda Alemania y, como buena onubense que soy, donde vea vitamina D, allá que voy”.
En cualquier caso, durante esa semana se sintió la persona más feliz del mundo, de ahí que nos deja un mensaje muy claro: “Pido a todo el que esté en su tierra, que la disfrute todo lo que pueda, cada momento, cada rayo de sol, cada lasca de jamón, cada gota de gazpacho, el mar, el sol, la familia…”. No hay más que decir.
El verano, un poco de relajación
Tras los momentos más duros del confinamiento llegó el verano y Tania, siguiendo la línea general de la población, pensó que “la cosa se había estabilizado y por fin podíamos ver luz al final del túnel. Pero, de nuevo, nos equivocábamos y se aproximaba sin prisa, pero sin pausa, la segunda ola. Esta ola se vivió aquí en Alemania de una forma más dura, pues creo recordar que las cifras empezaron a subir incluso superando a España, así que, a finales de octubre, cerraron todos los restaurantes y bares con la única posibilidad que algunos se habían adaptado a la comida a domicilio o recogida en establecimiento”. Luego, “en diciembre cerró todo y, hasta ahora, solo permanecen abiertos los supermercados y establecimientos de primera necesidad, como farmacias”.
Unas duras fiestas navideñas
El año no terminó mejor. “En las fiestas de Navidad, Año Nuevo y Reyes solo se permitió viajar para un reencuentro familiar del 24 al 26 de diciembre. El gobierno alemán fue tajante con estas decisiones. Nunca se llegó a un confinamiento, pero se advirtió a la población de que estas medidas eran por nuestra seguridad y que, si llevábamos a cabo las medidas impuestas, antes volveríamos a la normalidad. Recuerdo que en Navidades quería mandar una postal a mis amigos y, como estaba todo cerrado, tuve que imprimirlas y hacer un apaño a mano para poder enviarlas. Las Navidades y el Año Nuevo me tocó pasarlos en Hamburgo. Ya estoy acostumbrada porque, por motivos laborales, normalmente, no tengo la oportunidad de ir a pasarlas con la familia, pero, a principios de este año, pude bajar y pasar el día de Reyes con mi familia y amigos. Nunca se dejar de tener ilusión en este día. Y eso es maravilloso. La ilusión debería ser parte de cada ser humano”.
De regreso a Alemania vivió otra pequeña aventura a causa de ‘Filomena’, tanto que tardó dos días en llegar a casa debido a vuelos cancelados o con retrasos. “Fue una auténtica odisea, pero no hay mal que por bien no venga, porque así tuve la oportunidad de ver a mis mejores amigos que viven en Madrid. Corto pero intenso”, recuerda.
Con todo, su relato no deja de ser similar al de otros muchos onubenses que se encuentran en el extranjero. Y es que el contexto creado por la pandemia de Covid-19 desde marzo de 2020 ha obligado a todos ellos a adaptarse a una situación inédita que les ha ocasionado momentos muy duros de distancia de la familia y de su tierra natal, apenas solventados por el contacto que nos ofrecen las nuevas tecnologías.
Una nostalgia que en el caso de Tania se refleja en sus palabras a la hora de hablar de Tharsis, sobre el que nos dice: “Para mí es muy especial, aunque pienso que todo el mundo se siente de una forma u otra conectado con el lugar en el que creció. Yo por mi parte tengo mil y una historias de mi Tharsis, pero si empiezo a contarlas, necesitaría un artículo aparte”. Es más, como continúa recordando, “en mi pueblo hay muchas cosas que lo hacen especial. Y no es posible de encontrar en cualquier otro de alrededor. Así sucede, por ejemplo, con la organización de sus calles, típica de pueblos mineros, sus rutas por las diferentes minas, su museo, la maravillosa gastronomía, sus gentes y, sobre todo, su historia…, que hacen de este pueblo minero un lugar único que enamora a todo el que pone un pie en él y que te animo a conocer si aún no has estado en allí”.