José Antonio Mayo. El Muelle de la Calzadilla fue construido en 1892, con motivo del IV Centenario del Descubrimiento de América, pasando a la historia el 22 de enero de 1926 como el muelle que despidió al hidroavión Plus Ultra, que al mando del comandante Ramón Franco Bahamonde, realizó la primera travesía aérea desde España hasta América. Este 22 se cumplen 95 años de aquella aventura transoceánica.
Este histórico y emblemático muelle, estuvo operativo hasta finales de los años 60, siendo una arteria importante en la comunicación de Palos de la Frontera con Huelva y Punta Umbría, como muelle comercial y de transporte de pasajeros, hasta la inauguración del Puente Sifón o de Santa Eulalia, que unió Huelva con la localidad de Corrales en 1969.
Las jábegas, barcos de origen fenicio, propulsados por una vela latina, fueron los primeros protagonistas de estas comunicaciones. Eran barcos muy veloces por su poca manga y calado, construidos artesanalmente por carpinteros de ribera a pie de playa, siguiendo la tradición transmitida de generación tras generación. Originariamente estos barcos navegaban a remo para las tareas de la pesca, pero más tarde se les incorporó un mástil y una vela latina para ser dedicados al transporte de mercancías.
Las jábegas de Palos alternaban la pesca con el transporte de tejas y ladrillos fabricados en unos hornos próximos al muelle, para las primeras construcciones que se hicieron en Punta Umbría, una localidad tan cercana por barco y al mismo tiempo tan distante por tierra. Los barcos bajaban por el Tinto hasta la confluencia con el Odiel, para tomar rumbo a Punta Umbría a través de los esteros.
La evolución de la arquitectura naval fue desplazando a las jábegas por otro tipo de barcos menos ligeros y de más eslora y calado, propulsados también por una vela latina, que eran empleados para las mismas funciones, además del transporte de frutas, verduras y hortalizas a Huelva y Punta Umbría. Junto al muelle se construyó una pequeña lonja para alijar el pescado y una garita para albergar a los Carabineros que controlaban la actividad comercial del muelle, así como el tránsito de pasajeros de las canoas de El Potaje y El Chino, que hacían la ruta de Huelva a Palos.
Los barcos más asiduos al muelle eran: La Balandra, Giralda, Hermanos Toscano, La Niña de los Peines, El Mundo, Isabelita, El cachorro, El Leal, y un antiguo barco carbonero llamado Lola, propiedad de la empresa Conservas Tejero que solía hacer la ruta de Palos a Almería. El Lola fondeaba enfrente del muelle porque era un barco de mucha eslora y no había suficiente calado para atracar en él. Desde el muelle se hacía la carga en pequeñas embarcaciones. Algunos de los nombres de estos barcos respondían al sobrenombre por el que los propietarios eran conocidos en la localidad.
Para la carga y descarga de los barcos se utilizaba una zorrilla, una pequeña vagoneta basculante de tracción manual que rodaba por unos raíles desde la entrada al muelle hasta el mismo pantalán. Pero la zona preferida por la gran mayoría de los barcos para las cargas y descargas, era un entrante de agua en la marisma, llamado La Gavilla, junto a la zona de poniente del muelle que llegaba hasta tierra y era de fácil acceso. Los carros, tirados por mulas llegaban hasta allí cargados de tejas, ladrillos, grava y arena, extraída de los campos de Palos para las construcciones de Huelva y Punta Umbría. En La Gavilla había que entrar con la marea llena, y si no daba tiempo a cargar antes de que comenzara a decrecer, había que esperar de nuevo a que el agua llenara el entrante y salir ayudándose de una berlinga para despegar el barco del fango.
El estraperlo o mercado negro era una práctica generalizada por todos los españoles carentes de recursos económicos, que se veían obligados a cruzar la línea de la legalidad para poder subsistir. Para el resto de la gente la figura del estraperlista no era repudiada, sino entendida como algo cotidiano y necesario; incluso las autoridades miraban hacia otro lado, permitiendo de algún modo aquella práctica. En Palos aún tienen muy fresco el recuerdo de aquellas estraperlistas que llegaban al Muelle de la Calzadilla cargadas de canastos de pescado para venderlo a los vecinos de Palos, o hacer un trueque por chícharos o habas. Las estraperlistas ponían su puesto en la esquina de la calle San Jorge con las calles Rivera y Plus Ultra, donde se les agregaban dos personas de Palos que hacían de pregoneros: Antonio Molina y La Ramona, que a cambio se llevaban algunas brecas a sus casas.
Este muelle, que se encontraba inaccesible desde hacía varios años por el deterioro del paso del tiempo, fue restaurado el pasado año por el Ayuntamiento de Palos de la Frontera, con el objeto de poner en valor uno de los atractivos turísticos más importantes de la localidad, dado su carácter histórico. El nuevo muelle tiene una pasarela de madera de 111 metros de largo y 2,5 de ancho y un embarcadero con dos escaleras laterales para el atraque.