Miguel Mojarro
Hablar y escuchar. Dos de las patas de los placeres casineros (La otra es jugar).
Marcelo, mi inseparable compañero en el dominó y las charlas casineras, me decía un día delante de una radio con forma de «capilla» que había en el casino de Jaral:
«Cuando yo era joven, quería ser socio del casino para escuchar los domingos por la tarde a Joaquín Prat narrando los partidos de fútbol. Antes, habíamos jugado una de billar como «calentamiento». Pero a las 5, todos sentados delante de la radio en un ala del salón, donde estaba».
La radio, cuando no había televisión, ha sido el gran recurso para la información de los eventos deportivos. Sobre todo el fútbol, pero había otros acontecimientos no menos populares: Copla, el «parte», Mariano Medina, seriales como Diego Valor y Dos Hombres Buenos, Lo toma o lo deja, …
Algunos no recordarán este papel de las ondas en la vida del casino (Y de los pueblos). Pero conviene saber que en la mayoría de las casas no había radio y la prensa deportiva (Y la otra) llegaba a los pueblos el martes en la camioneta de las cinco. Se editaba la noche del lunes al martes, porque los lunes no había prensa, saliendo en su lugar aquel contubernio censurado que era «La hoja del lunes», fruto de la respuesta colectiva de los medios a la necesidad de información.
«La hoja del lunes» era un recurso para la información provisional a la sociedad de lo ocurrido el domingo, día de Misa y de acontecimientos importantes de ocio.
Pero la verdadera información, la de enjundia, morbosa y detallada, aparecía en los periódicos de los martes, que llegaba a los pueblos en la camioneta esa de las cinco.
Marcelo me decía:
«Los martes a las cinco, estábamos todos en el casino con el café y las fichas, hasta que Bautista, el cartero, entraba con la prensa. Solamente la educación evitaba el conflicto para conseguir ser el primero en leer el «Marca» (Único periódico deportivo entonces), pero lo solucionábamos con una lectura en voz alta por uno de nosotros (Normalmente Don Manuel, el Maestro), que hacía de narrador de lo escrito».
Con toda esta realidad que me cuenta Marcelo, invito a los «lectores casineros» a una reflexión:
La radio era el único medio con la inmediatez informativa que existía, el único medio que trasladaba la noticia de lo ocurrido a los rincones mas lejanos, … que disponían de electricidad. No había transistores a pilas. Sólo la radio, con ese sonido característico de interferencias metálicas que dejaba entrever ideas que se convertían en imágenes mentales. Era lo único y maravilloso.
Pero en Jaral los resultados de los partidos se conocían al instante, gracias a la admirable labor de Matías Prat, los domingos por la tarde.
Marcelo apostilla:
«Incluso venía gente de otros pueblos los domingos, porque en el suyo no tenían radio, ya que la electricidad no había llegado. Se alumbraban con «carburos» y «quinqués».
Y allí estaban, en el salón del casino, todos «mirando» a la radio, porque la voz que salía de ella se convertía en imagen en la mente de cada uno de los casineros. Hasta ahí llega el aporte mágico de la radio al ocio de los casinos.
Y en esto aparece la televisión, la prensa impresa normal los lunes, los transportes modernos que llevan de madrugada los paquetes de periódicos, los coches que popularizan los desplazamientos rápidos, los teléfonos móviles con la inmediatez tonta de su pantallita, los ordenadores que nos llevan donde no le importa a muchos (Pero hay algunos que se aburren), los pod-cast para escuchar lo que queramos horas o días después, … y más cosas que han venido a enterrar los encantos de una vida en asueto sosegado.
Todo lo nuevo ha sustituido a los hábitos que fueron el sustrato de la vida antes de la falsa modernidad que se nos vende (La codicia nuestra vende lo que haya que vender, aunque sea a costa de perder patrimonio).
También en la radio hubo otros programas populares, además del fútbol, que eran como reclamo para todos, con la voz de Agustín Embuena, Rafael Santisteban, Matilde Vilariño, la Conesa, Pedro Pablo Ayuso, Manuel Alonso Vicedo (Desde su Radio Vida de Sevilla), Iñaqui Gabiliondo (Y Sus «Madrugás» sevillanas), … , grandes narradores de una realidad que cada cual imaginaba a su gusto. Eran programas de todas las horas: Mañaneros, deportivos por la tarde, seriales por la noche, … y los inevitables «partes» de las tres y las nueve.
Y así llegamos a una segunda reflexión:
La radio sigue. A pesar de todo, por encima de todo, la radio permanece. En todos los casinos, en todas las casas. Con la inmediatez de siempre y con los ídolos de todos (Aunque tengan distinto nombre)
La radio era el único medio de información y ocio que había en Jaral y ahora, no es el único, pero sí el medio más eficaz, grato y universal que existe en todas las culturas actuales.
Si antes era el único medio, ahora es el mejor, digan lo que digan los «adictos» a la golosina que se nos mete por los ojos, desde las pantallitas o pantallas.
Y, como antes, la excelencia de las radios depende de los ejecutores de su sonido. Técnicos, guionistas, locutores, programadores, … son el corazón que hace salir por nuestros aparatos el sonido mágico que nos conecta con lo que queremos, con lo que necesitamos, con lo que nos interesa, con lo que nos gusta, … Con dos cualidades que le son propias: Inmediatez y diversidad.
Todos los pueblos de España deberían reflexionar y llegar a una conclusión importante. Al patrimonio histórico, artístico, cultural de cada sitio, habría que agregar otro patrimonio, éste común: La radio.
Pero a estas altura, es bueno que descendamos a la realidad y concretemos nuestra propuesta de «Lectura casinera», que es compatible con la radio en los casinos, en un reparto estimulante de los tiempos. No es bueno abusar del tiempo de lectura, ni tampoco del de la radio. Pero es bueno distribuir ambos ocios con el compañerismo adecuado.
Hay, una radio, Onda Minera de Nerva, que ha sido testigo de la vida en esa localidad y su área de influencia, en los últimos años.
Y un periodista, Juan Antonio Hipólito, que ha liderado el trabajo en esa emisora, con habilidad, buen hacer y entusiasmo. No sé en que proporción, pero ahí está.
Ese entusiasmo por el medio radiofónico le ha llevado a la plasmación en papel, de ideas y conocimiento que ya estaban elaborados en su mente periodística.
En mis manos está, oliendo a tinta fresca, un ejemplar de ¡Aquí, Radio Nerva!
Es libro de atractiva edición, de sugerente portada, de papel que ofrece calidad. Hipólito, que así lo llamamos los amigos (todos), ha volcado experiencia y trabajo de campo, en un libro que ofrece una visión retrospectiva de la radio en Nerva y, por extensión, del fenómeno de la radiodifusión popular, sobre todo en Andalucía.
Un par de días después de recibirlo, ha sido vorazmente disfrutado, porque, siendo Nerva nuestro referente, todo acontecimiento cultural que venga de allí, es recibido con ansia.
Hoy solamente nos hacemos eco de la aparición de esta joya de la cultura radiofónica del Sur. Con un contenido que nos ha cautivado por su excelente documentación y el ameno desarrollo de la propuesta histórica.
Y magnífica la edición de Niebla, en la línea de calidad que caracteriza a esta editorial, también sureña. Después de nuestra primera lectura precipitada y con «hambre», el contenido está a la altura de su pulcra presentación.
Nerva es Cultura. Desde siempre. Más aún, desde que sus casinos inundan la vida local con su presencia cambiante. De los que hubo, dos permanecen, con sus espaldas curvadas por el peso de la historia y por la presencia en su salas de una cultura pictórica única.
Nerva es Musica, que no es poco bagaje ser patria chica del Maestro Rojas.
Nerva es Mineral, que por ello en sus aledaños se esparcen cortas rojas de pirita.
Nerva es Naturaleza, porque tras sus últimas casas un riachuelo brota de entre las piedras antes de convertirse en rio multicolor.
Nerva es Literatura, porque entre sus hijos hay periodistas con poesía en las venas y otros con la comunicación en la mente.
Uno de ellos, Juan Antonio Hipólito, deja las ondas por un momento y lanza en papel su mejor visión de la comunicación local: ¡Aquí, Radio Nerva!
Grupo Azoteas