Paseo por la villa de Huelva, 1750-1800 (IV)

Antiguo mapa de la provincia de Huelva.
Escudo nobiliario que se observa en algunas Actas Capitulares.

Antonio José Martínez Navarro. Los abundantes claroscuros de la iglesia española decimonónica coincidían con la coexistencia de una mentalidad de cruzada existente en la villa de Huelva que, apenas si tenía necesidad de luchar denodadamente contra ella ya que al carecer de centros de enseñanzas religiosos, no dejaban huellas que mancillaran cualquier novedad  entusiasta de nuevos caminos de fe que acababan de emprender los protestantes franceses e ingleses. En leve oposición estaba el estamento nobiliario en el que nos vamos a detener en uno de los impuestos que disfrutaba: las alcabalas. Eran éstas unos pagos  de origen musulmán y municipal que se cobraba cuando se vendía alguna mercancía. En su génesis, sólo se percibía en algunos lugares de Castilla. Con la subida al trono de Alfonso XI, éste monarca lo extendió a otros lugares. Finalmente, Enrique II lo generalizó a todos los confines de su reino.

Este impuesto sólo se cobraba en los cambios de tierras o ganado o cuando aquellas se enajenaban y en un 5 % o veintava parte. Con el transcurrir de los años pasó a cobrarse el doble, esto es, el 10 % del coste conseguido por el bien vendido. En ocasiones, además de cobrar el impuesto la Corona, también lo reclamaban los nobles.


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En Huelva, el Duque concedió licencia para que los labradores y ganaderos no tuviesen que pagar las alcabalas con la finalidad de que estas facilidades económicas aumentarían el número de habitantes de la Villa. Ya, a principios del siglo XVI, volvió a cobrarse las alcabalas con lo que los nobles volvieron a obtener pingüe beneficio.

Los productos que pagaban el impuesto de las alcabalas era el vino, el aceite, las almendras (muy apreciadas en los siglos XVI y XVII en estas latitudes); las frutas, el bizcocho (alimento básico para los marineros que tenían que permanecer largos períodos de tiempo faenando en alta mar), la harina (de gran importancia ya que de ésta se obtenía el pan, uno de los alimentos básicos de aquellas calendas), la paja, el esparto, los cordones, los zapatos….


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Esta villa hace cerca de 400 años se hallaba en el disfrute de la tercera parte de las alcabalas que en ellas poseía el Excmo. Sr. Marqués de Villafranca, Duque de Medina Sidonia, por cesión que hicieron sus antepasados para ayudar a las cargas municipales de la misma.

Hasta el año de 1844 los estuvo disfrutando, pero el 9 de mayo de 1845 fueron suspendidas por esta Intendencia dicha parte de alcabalas hasta que según una orden de la Dirección General de Rentas Provinciales, manifestara la propiedad que a los invitados tenían. En su vista, este Ayuntamiento formó el oportuno expediente con el que dejó de percibir el tercio citado

No obstante, en 1868 todavía se seguía cobrando, indirectamente, las alcabalas mediante un sofisticado mecanismo de recepción. Así nos lo pregona el Legajo, número 234 del A. M. H. que nos indica:

<<De conformidad con lo acordado por el Ayuntamiento autorizo a V. S. para que del capítulo de imprevistos del presupuesto corriente libre los gastos ocasionados en el poder que ha conferido para la gestión del reconocimiento del cobro de las Alcabalas así como lo invertido en las comunicaciones telegráficas a que ha dado ocasión dicho anuncio. Dios…Huelva, 15 de julio de 1868. El Gobernador civil, Manuel García Sánchez…>>.

En mayo de 1881, decide el Municipio de Huelva llevar de nuevo adelante el intento de cobrar las alcabalas que suponía, una vez cobrado, una alta cantidad que vendría muy bien a las arcas municipales. El Ayuntamiento onubense tenía en Madrid un representante para defender todos sus intereses (en este caso don José María López). Y con el fin de que se siguiera el rumbo de los acontecimientos más cerca, envió a la Corte a uno de sus concejales más inteligentes, don Pedro García Jalón (hombre de una rectitud extraordinaria y padre de diversos músicos onubenses: Antonio, Pedro… En mayo del año citado, don José remitía el siguiente oficio al Ayuntamiento de Huelva (Legajo, número 252):

<<José María López. Madrid. Siendo en mi poder la atenta comunicación de V. S. de 12 del actual, transmitiéndome el acuerdo tomado el día anterior por ese Ayuntamiento de su digna presidencia, he tenido el honor de recibir el traslado duplicado de dicho acuerdo, de manos del digno representante del Municipio, don Pedro García Jalón, a cuyo señor he expuesto, en las varias conferencias que hemos tenido, el estado del asunto que ese municipio me tiene confiado. Dificultades que vencer con las  probabilidades de éxito y a pesar de que dicho Sr. García Jalón con su clara inteligencia y recto criterio, se penetró pronto de todo cuanto le expuse y comprendió el alcance del asunto, acordamos, con el fin de llevar a la Corporación, datos más explícitos, difíciles de retener en la Memoria, que por escrito le diera la adjunta reseña de todo lo referente al particular.

He tenido una gran honra y placer en saludar al Municipio de la ciudad de Huelva, en la persona de su digno representante, teniente segundo de alcalde don Pedro García Jalón, por cuyo conducto, reitero al unísono mi mayor consideración y respeto.

Dios… Madrid, 27 de mayo de 1881. José María López…>>.

Antiguo mapa de la provincia de Huelva.

A pesar de la poca actividad que generaba una villa dedicada casi exclusivamente al campo y a la pesca existía cierto control o cobro aduanero por otros artículos. Vamos a iniciar, cronológicamente, las razones sociales de las diversas Aduanas, contando con la benevolencia del caro lector, un siglo antes de la fecha que queda señalada en nuestro Paseo por la villa onubense y que, cual un toro de Miura, dejaremos postrada e inmóvil en la penúltima de ellas, la que se hallaba en la Avenida de Italia. Así, en 1660 se situaba la Aduana en las inmediaciones de la Plaza de Arriba (San Pedro) tal como atestigua la Escritura de Venta otorgada por don José Gutiérrez Sastre el 5 de mayo de 1660 ante F. Díaz Palomino (Folio 37, número 197):

<<…Vendo unas cassas de morada que tengo en esta villa en la calle de la Plaza de Arriba que hace cantillo con la callexa de la Aduana, linda con cassas que fueron de Melchor Díaz, zapatero…>>.

En 1782 la Real Aduana se situaba en la calle Puerto (Escritura otorgada por doña Catalina Reyes a favor de don Juan Francisco Ramos el 14 de enero de 1782 ante Juan Antonio Rivero, Folio 7, número 343):

<<…Una parte de casa que le compondrá en una de las calles del Puerto linde casa actualmente de don José Cordero y con otra de la Real Hacienda que también sirve de Aduana…>>-

En 1862, la Real Aduana estaba en la calle Monasterio –actual Vázquez López-, tal como se acredita en la Escritura de arrendamiento de casas otorgado el 19 de octubre de 1862 ante don José María de Guerra (Folio 155, número 0,32):

<<…Comparece y arrendada los señores de Bermúdez Torta el Administrador principal de Aduanas don José de Moya para que establezca la Administración del ramo en la casa número 12 de la calle del Monasterio de esta capital, propia de los menores, hijos de doña Bella Torta…>>.

El tabaco de contrabando era vendido en pública subasta (Oficios y Minutas de 1871):

<<Administración Principal de Aduanas de la provincia de Huelva. Debiendo tener lugar en el día de mañana y hora de las doce la subasta del tabaco procedente de comiso anunciada en el Boletín Oficial de 23 del corriente, espero se sirva dar las órdenes oportunas para que asista a dicho acto la voz pública. Dios…Huelva, 25 de junio de 1871. El Administrador Principal…>>.

En noviembre de 1873, se habilitan nuevas mercancías para que pasen y abonen su control aduanero (Legajo, número 239):

<<Sr. Administrador de Aduanas. En 5 de noviembre de 1873. A la mayor brevedad posible, ruego a Vd. se sirva remitir a esta Alcaldía nota del derecho de arancel que atiende a su importación de las mercaderías que al margen se expresan. Dios guarde a V…>>.

Los nuevos productos gravados por el impuesto eran los siguientes: Azúcar refinado. Bacalao, petróleo rectificado, manteca, aguardiente, café, té, cervezas Ídem común, vinos espumosos, licores, chocolate…

A partir de 1876 (por el Acta Notarial de fecha 21 de diciembre del citado año, otorgada ante José María de la Corte. Folio número 3144, nº 155, de Huelva Moderna), sabemos que don Manuel Vázquez López entregó el edificio que se situaba en la carretera de Odiel (actual Avda. de Italia, ya citada), frente a donde se levantaría, en 1932, el Colegio de los Ferroviarios o “San José de Calasanz”.

En una ilustración de principios del siglo anterior reza lo siguiente: “… Su construcción es sencilla, pero tiene el carácter de aduana marítima de primera categoría…”.

(Continuará)

 

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