Fernando Gracia. Paco Plaza captó la atención de crítica y público –esto último con todas las reservas habidas y por haber, dado que el personal apenas ve cine español, salvo honrosas excepciones- con su película ‘Verónica’, un inquietante ejercicio de terror.
Y no falta el terror en ‘Quien a hierro mata’, pero no el terror de ruiditos, bichos raros y truculencias varias, sino el que nace de hechos bastante más reconocibles y pegados a la dura realidad.
En la Galicia actual, la de la serie Fariña por poner un ejemplo, un tipo sereno y centrado en su trabajo como fisioterapeuta de una residencia de mayores, ve como entra como residente un conocido capo mafioso de la droga. Un tipo cuyo apellido termina en el sufijo “in”, como la conocida familia que copó tantos titulares no hace muchos años y que sirvió de referencia en la citada serie.
Unos leves detalles nos hacen pensar que en el pasado hay algo que une a ambos personajes. El hábil guion, donde se nota la mano de Jorge Guerricaecheverría, nos va soltando poco a poco información, la suficiente como para que el interés no decaiga y nos lleve al doble final del filme.
La buena mano del director para no apartarse de las leyes no escritas del género, siempre moviéndose entre el negro, el terror y el costumbrismo, hace que el filme fluya sin problemas y se pueda calificar la película como una de las más interesantes de la temporada, sin pretender mucho más que entregar un buen producto de género que funcione bien en taquilla y nos haga tomar partido en buen número de detalles de la trama.
Cuenta la película con un acertado ramillete de personajes con carne para hincar el diente a los actores y no solo el siempre solvente Luis Tosar se luce en la película, sino que Xoán Cejudo –fallecido al poco de terminarla- y el joven Enric Auguer componen unas soberbias interpretaciones, que llevarán muy probablemente a ser reconocidas en los próximos Goyas. María Vázquez, también curtida en series televisivas como sus compañeros, hace la réplica a Tosar con total solvencia, contribuyendo a la buena factura global de la película.
La postura del personaje protagonista, continuamente oscilante entre el héroe y el antihéroe, aporta calidad narrativa a la trama, beneficiándose de la sutileza del actor gallego quien en muchos momentos del filme participa de la teoría interpretativa del “menos es más”.
Un buen ejemplo de que también en nuestro país se sabe hacer cine de género que no desmerece en absoluto con otro rodado con más medios y más aparato publicitario.