Laura Cárdenas. Suerte de saber que nuestra mejor virtud nace en nosotros mismos, la ciudadanía, y en ser capaces convertir en grandes los momentos que nos intentan hacer ver pequeños. O incluso, ser capaces de darle la vuelta a una idiosincrasia política a veces, algo complicada de entender. Pero hoy venimos a hablar de teatro. De ese pisar de las tablas, del crujir de la madera bajo los pies, de actores, actrices, música, familia, amor, amigos y por supuesto, de Huelva.
Los pasados jueves 20 y viernes 21 de junio, recibimos en el Gran Teatro de la capital onubense la representación teatral de ‘Volvió una noche’, la obra de Eduardo Rovner que tras ser traducida a multitud de idiomas y representada en otra tanda de países es adaptada por César Oliva para por fin, girar por España y en español con un elenco mayúsculo.
Comenzando por la mítica Beatriz Carvajal, quien a punto de cumplir cincuenta y cinco años de carrera artística, nos regala una magistral clase de teatro de dos horas de duración con su papel de la difunta Gloria Belmonte.
Un entregado Carlos Santos, en el papel de Manuel Belmonte, hijo de Gloria quien en sus constantes visitas a su tumba le relata con todo lujo de detalles su día a día. Desde lo que ha visto en el cine hasta lo bien que le va su carrera como médico o, y esto con un poco más de dificultad, que se va a casar en cuatro días.
La novia, Dolly, viene representada por la onubense Berta Hernández, quien puede presumir no solo de ver que el teatro de su ciudad sabe responder a su llamada si no, que además lo ha hecho cada una de las veces que ha pisado sus tablas y que no solo tiene talento interpretativo, sino que además, también tiene una gran voz. En un registro actoral al que no nos tiene acostumbrados, la de Huelva es capaz de dejar de lado a la delicada Dolly en los momentos en los que la música nace de su voz para llenar el espacio de un aura preciosa.
Con estos tres ingredientes principales se elabora una obra que llega a Rovner gracias a un tango de Gardel, pero estamos hablando de una comedia. Una comedia cargada de realidad y no porque la madre reviva cuando su hijo, ese que tiene por costumbre visitarla en el cementerio y contarle su día a día, le anuncie que va casarse consiguiendo con esto que ella resurja de sus cenizas con una indignación titánica porque debe conocer a la novia para autorizar la boda o no. Es una historia cargada de realidad porque es una historia de madres e hijos, del divagar de las relaciones familiares y de saber reírse tanto de la vida como de la muerte.
Fundido en negro, subida de telón y una espectacular Hernández nos regala un comienzo de una función que ya hace augurar el vivir de algo mágico.
Sola, con su micrófono y su vestido de terciopelo rojo junto a los primeros acordes de ‘Volvió una Noche’.
Silencio sepulcral, señores, que aquí se hace teatro pero también, se respira vida.
Me van a permitir que me detenga un poco en hablar de ella. Jugar en casa no tiene que ser fácil y más cuando tras llegar a este rincón perdido a orillas del inmenso atlántico azul que tanto se echa de menos cuando estás lejos, no encuentras ni en sus calles ni en la puerta del teatro un cartel que anuncie que vienes a tu hogar y que lo haces, para el disfrute de todos, trabajando.
Ha sido su compañía artística, su padre y algún amigo, quienes la han movido por todos los medios de comunicación para que la respuesta fuera, como ha sido una vez más, masiva.
Al César, lo que es del César, decían y Berta Hernández ha preferido, con una absoluta generosidad, que van a permitirme que haga extensible a Beatriz Carvajal que la ha acompañado en este periplo mediático, darse vueltas por medios de comunicación en vez de disfrutar de la familia o de esa playa que tanto añora.
Por eso les decía que nuestra mayor virtud nace en nosotros mismos y es que, hemos sido muchos los que hemos ido al teatro sin más convicción que las que nos ha regalado dos actrices en algún que otro medio de comunicación y un amor a la cultura que se pasea por esta localidad que nos hace movernos para ver unos actores de renombre haciendo lo que mejor saben hacer.
No me puedo olvidar de Pedro Segura, Daniel Ortiz y Mónica Gracia quienes completan el cartel y que sin ellos sería imposible disfrutar en plenitud de esta obra, que ya, dicho sea de paso, ha dejado su esencia en esa pequeña bombonera color crema con asientos de rojo terciopelo de la icónica calle Vázquez López.
Pero la sorpresa llegó al finalizar la obra y cuando un entregadísimo público en pie, aplaudía con palmas por Huelva la despedida de sus actores y Berta Hernández micro en mano, anuncia la llegada de nuestro Alcalde, D. Gabriel Cruz para invitarlo a subir al escenario y dejar claro en su diálogo que la cultura teatral está de moda, pero también, para premiar a una sorprendidísima Beatriz Carvajal por sus casi cincuenta y cinco años de carrera.
Es por eso, señores, que ¡vaya suerte la nuestra!
No solo por vivirlo y compartirlo, sino porque es una suerte ver la progresión del talento que nace en esta tierra y fuera de ella, cuando te dedicas a una profesión tan desagradecida como agradecida, que nunca te va a contar si vas a recibir una respuesta positiva a tu apuesta y es ahí donde entramos nosotros como protagonistas, con la suerte, la risa y el aplauso a flor de piel, esos que saben reconocer que la labor está bien hecha para, por favor querer más y que pronto, vuelvan.
