José Manuel Alfaro / Especial ‘Cuaderno de Muleman’. El pasado viernes, la arqueóloga a cargo de los trabajos de excavación en el Cabezo de la Joya, y un escritor, descubrieron por accidente entre unos arbustos, lo que podría ser un túnel de una longitud, que aún no ha sido precisada. En un primer lugar, aunque se creía que podía tratarse de un escondrijo, que podía servir de cava para la curación de carne o salazón. En una posterior y minuciosa inspección con una pala de enterrador, se pudo comprobar que el túnel tenía una longitud mayor de lo calculado en un principio. Una cavidad que, a partir de ahora, deberá de ser inspeccionada por el grupo de espeleología de la Universidad y serán ellos quienes tendrán que llevar a cabo los trabajos de investigación y consolidación, antes de proceder al estudio arqueológico y al levantamiento topográfico del mismo. De confirmarse el hallazgo, la jefa de arqueología del yacimiento ha comentado que estaríamos ante la constatación de lo que hasta ahora era una leyenda, que hablaba de la existencia de una red secreta de pasadizos que unían todos los cabezos de la ciudad. Una obra de ingeniería faraónica de la época, que tendría su equivalencia a día de hoy, en una posible, retirada, adecuación y restauración integral de los más de 1200 campos de fútbol que ocupan actualmente las preciosas, llamativas y blancas laderas de fosfoyesos, en el tiempo récord de tan solo nueve meses.
-¿Qué estaba haciendo en ese momento?
-Yo había salido de la caseta con una escopeta de balines en la mano, que me había encontrado entre la basura del cabezo, una de estas de aire comprimido que los “niñatillos” utilizan para matar a pequeños animalillos como divertimento. Estaba muy nervioso, después de todo lo que había ocurrido en las últimas horas. Y es que la vagancia de escritor en la que estoy inmerso desde unos meses, me tiene sumido en una depresión que no se la deseo ni a Luis García Montero. Salí sin mirar, sin pensar que a los pocos metros de la casucha me encontraría con ella. Verla después de tanto tiempo, allí con el pelo recogido, su camisa ajustada unos pantalones cortos y unas botas de cerraje que le cubrían los tobillos. Me retrotrajo a mis mejores años como poeta de segunda, en los que nos pagaban por asistir a los recitales de los autores más conocidos de la ciudad y en los que al final del acto siempre había un coctel con el que te podías ir cenado a casa. Eran tiempos en los que ella y yo éramos jóvenes, atrevidos y sobradamente peligrosos en el mundo de la poesía, pero sobre todo en el amor. Pero llego la crisis después de la Expo 92, yo tuve que volver a trabajar en el periódico de corrector de estilo en la sección de obituarios y ella se fue de prácticas de arqueología al Dolmen de Soto, donde lo mismo limpiaba piedras, que enseñaba a unos turistas alemanes uno de los monumentos megalíticos más importantes de la provincia. Desde aquel día nunca más nos volvimos a ver, porque la fragilidad del amor terminó cortándonos a los dos y haciéndonos una hemorragia que termino en una dolorosa cicatriz, hasta el día hoy.
-¿Cómo descubrió ella lo que parecía un simple agujero?
-De la emoción salí corriendo como un corderillo y me fui a mi escondrijo, donde me siento a llorar cuando se me apetece. Es un lugar fresco en los que pierdo la noción de tiempo y me siento aislado y solo, algo que a mis lagrimales le sientan estupendamente. Pero ella me siguió y cuando entro en ese lugar alucinó y me pregunto – ¿Qué era esta cueva? al mismo tiempo que encendía una linterna y alumbraba hacía dentro – pues este es nuestro lugar secreto ¿no te acuerdas? Supongo que ella no lo recordaba o simplemente había querido olvidarlo. Pero yo nunca olvidaré la primera vez que ella y yo nos adentramos en el interior de aquella cavidad, por la que hasta no hace mucho, corría y brotaba agua por el interior de sus paredes y sus techos, como si se tratara de un manantial.
-¿Qué medidas crees que tomará ella a partir de ahora?
-Como arqueóloga jefa del yacimiento, supongo que la que cualquier profesional tomaría. Inspeccionar, documentar y redactar un plan de actuación, con el objeto de informar a toda la ciudadanía del hallazgo. Para ella el haber redescubierto esto supone un nuevo elemento de motivación en su carrera. Luego vendrán los reconocimientos de las plataformas ciudadanas que luchan por la conservación del patrimonio, o el pago de dolorosos peajes, no demasiados gratificantes de los lobbies inmobiliarios de esta ciudad, más comprometidos con la destrucción del patrimonio que con su conservación. Y supongo que luego por último el aislamiento y la desatención por parte de los políticos de esta ciudad, que deberían estar más comprometidos con sus ciudadanos que con los ladrillos. Y como persona supongo que lo mismo empieza a recordar nuestro primer recorrido por su interior, el pálpito de nuestros corazones en la oscuridad, la ansiedad antes de llegar a la salida y la explosión de abrazos y besos ya al otro lado. Espero que logre pronto recuperar la memoria que le arrebato el desamor y podamos volver a ser lo que fuimos juntos.
-¿Habéis podido comprobar el alcance del túnel?
-De momento no, supongo que ella aún necesita tiempo para digerirlo todo, pero cuando ella recupere la memoria y recuerde esos días de calor extremo, de tardes donde veíamos como el polvo de los cabezos lo inundaba todo, noches en los que nos refugiamos en su interior y caminábamos tranquilos por su interior, muy despacio, desde el Cabezo de la Joya hasta el de Mundaka. Un tiempo en los que alumbrados por una linterna podíamos ver conchas y fósiles que nos transportaban a ese mundo fascinante descrito de alguna forma en “El viaje al centro de la tierra” de Julio Verne.
-Y ahora, ¿qué?
-Pues ahora a escribir y recuperar el escritor de segunda que fui y solucionar los problemas con mi hermano, al que creo que le debo una disculpa.