Rafael Muñoz. Nos hallamos en la segunda mitad del año de 1917, en el apogeo de la Gran Guerra Mundial. En esos años, Gertrude Vanderbilt Whitney, perteneciente a una de las familias más adineradas e influyentes de los Estados Unidos de América, ya había realizado labores humanitarias en el hospital que ella misma había levantado y dirigido en Neuilly-Sur-Seine, para atender a los heridos del conflicto bélico. Es una muestra más, como veremos, de la personalidad filantrópica que caracterizó a lo largo de su vida a la autora del Monumento a Colón en la Punta del Sebo de Huelva.
Al mismo tiempo, William Hussey Page (imagen 1), abogado estadounidense, aunque nacido accidentalmente en París durante un viaje de sus padres por el viejo continente, y antiguo presidente del New York Athletic Club, se encontraba en Cádiz, para tomar un barco de regreso a Nueva York. Inicialmente, su estancia en Cádiz iba a ser de transición, apenas por unas horas, cumplimentando un viaje de negocios iniciado el 7 de julio de 1917, cuando partió del puerto de Nueva York en el Vapor Montevideo, de la Compañía Transatlántica Española (imágenes 2, 3 y 4). William Hussey Page era codirector de asuntos comerciales y financieros de la corporación portuguesa Companhia de Pesquisas Minéiras de Angola (PEMA Co.), fundada el 4 de septiembre de 1912 y dedicada a la extracción de diamantes en la colonia portuguesa de Angola. Asimismo, era asesor de la Société internationale forestière et minière du Congo (Forminière), fundada en 1906, si bien en esta última no figuraba en su nómina, al contrario de la PEMA Co, de la que sí era asalariado. Igualmente, ostentaba la representación de una amplia cartera de accionistas estadounidenses en ambas compañías entre los que se encontraban The Anglo-American Corporation of South África, The Morgan Bank, The Oppenheimer Group y los financieros norteamericanos Ryan y Guggenheim.
El objetivo último de este viaje era la constitución de una nueva compañía minera dedicada a la extracción de diamantes, lo que efectivamente, se llevó a cabo el 16 de octubre de 1917, con el nombre de Diamang. La contrastada reputación profesional de Mr. Page y los poderosos magnates con los que se relacionaba lo hacían un personaje singularmente influyente entre lo más granado de la sociedad estadounidense. Este aspecto se mostrará decisivo, como veremos, en la puesta en marcha de la construcción de un monumento a Colón y en el apoyo recibido por parte de personajes, empresas e instituciones norteamericanos de primer orden político-económico.
Se hallaba pues, dispuesto a proseguir su viaje y quiso la historia que Mr. Page, perdiese el barco previsto (imagen 5), viéndose obligado a esperar otros diez días la toma del siguiente vapor hacia su destino. Se planteó entonces Mr. Page la incógnita de qué hacer durante su obligada estancia en España durante diez días más y, tal vez un sentimiento de gratitud hacia el almirante Colón hiciera que reparara en que, no muy lejos de donde se encontraba, se hallaba el pequeño puerto de Palos, aquel que vio partir al almirante genovés junto a su tripulación de intrépidos marinos, 425 años antes, uniendo definitivamente dos mundos que hasta entonces habían permanecido separados, no sólo por un océano sino por el desconocimiento de uno respecto del otro.
Así pues, Mr. Page, partió hacia Huelva, ciudad ésta que, según tenía entendido, se hallaba a ochenta millas de la de Sevilla y ésta a otras tantas de la de Cádiz. Una vez en Huelva, Mr. Page debía averiguar cómo podría llegar al histórico convento de la Rábida. Contó para ello con la inestimable ayuda de Gervasio Pérez Coronado, del departamento de Almacenes y Suministros de la Río-Tinto Company Ltd, el cual le indicó que su propósito se podía realizar en apenas tres horas en un pequeño velero que operaba como transbordador a la Rábida. Presto, embarcó en dicho velero y unas tres millas más allá se encontraba desembarcando en el Muelle de la Rábida, desde el que tuvo a la vista el histórico convento franciscano. Oteó los alrededores y, salvo tres o cuatro niños jugando en la distancia, no vio a nadie más. Una vez arriba del promontorio donde se encaramaba el convento, se acercó al mismo, llamó a la puerta entreabierta y, tras no obtener respuesta se decidió a franquearla.
Con la desamortización de Mendizábal de 1835, el convento había quedado desalojado por la comunidad franciscana siendo subastados, tanto el convento como los huertos y sus propiedades. Finalmente, los huertos fueron vendidos, pero nadie compró el convento, por lo que se permitía la presencia de uno o dos guardianes en su interior.
Relató Mr. Page que cuando pasó al interior, dos guardianes del convento se encontraban jugando a las cartas, los cuales se alegraron de que por fin alguien se aventurara por aquellos lares. Los guardianes se dispusieron a mostrarles el convento y sus alrededores. Las sensaciones marcaron a Mr. Page… se encontraba en el mismo lugar, bajo el mismo techo y en la misma sala en la que Colón se entrevistó con Fray Juan Pérez, confesor de la reina Isabel, para idear el plan que pudiera financiar el viaje de Colón, dando inicio a una de las gestas más grandiosas para la humanidad: el encuentro definitivo de dos mundos.
Mr. Page también cometía el recurrente error de mezclar los nombres de Fray Juan Pérez y Fray Antonio de Marchena, dando lugar a un inexistente Fray Juan Pérez de Marchena y así lo nombra en su discurso ante el New York Athletic Club, el 22 diciembre de 1917, tras su regreso de este importante viaje, en el que narra las peripecias de su visita a la Rábida.
Mr. Page mencionó en su discurso que escribió su nombre en el Libro de Visitantes del convento y adquirió algunas tarjetas postales. En virtud de esta información, sentí curiosidad por saber si el libro de visitantes en el que Mr. Page escribió su autógrafo se conservaría aún. Se hizo necesario pues, girar una visita a la Rábida a fin de solicitar la ayuda del Prior franciscano, el cual me remitió al Padre Bibliotecario. Puesto en antecedentes, el Padre Bibliotecario, efectuó una búsqueda de dicho libro para localizar la inscripción que Mr. Page plasmó en su visita de 1917 al Convento. A los pocos días recibí una llamada del Padre informándome que no había encontrado dicho libro de visitantes entre los que obran en el archivo del convento, tal vez sustraído o, lo que era más probable, destruido durante la Guerra Civil Española.
Continuando con su discurso, Mr. Page cuenta que, al salir del convento, vio a unos 200 pies una columna de mármol como de unos 100 pies de altura. Era el Monumento a Colón (primero de los cinco levantados, de una u otra manera, en la Provincia de Huelva en honor de Cristóbal Colón) erigido por Ricardo Velázquez Bosco, en 1892, para conmemorar el IV Centenario del Descubrimiento de América y que finalmente tuvo una concepción más amplia al dedicarse no solo al almirante, sino también a los demás protagonistas de la gesta. Este se encontraba en un lamentable estado de conservación, habiéndose desprendido algunas partes que no dieron tiempo a labrarse en el mármol de la cantera de Fuenteheridos, propiedad de Guillermo Sundheim y Carlos Doetsch, con el que se había construido la mayor parte del monolito y que, debido a la premura del tiempo para la celebración de los actos, fue terminado provisionalmente con escayola, así como las proas de las naves descubridoras situadas en la balconada sobre el pedestal, que inicialmente se iban a fabricar en bronce y que finalmente se realizaron en madera. Una vez acabados los actos del Centenario, el monumento quedó en el olvido, sufriendo un rápido deterioro, debido a la mala calidad de los materiales con los que se improvisó su acabado. Originalmente se podía ascender por el interior del monumento merced a una escalera de caracol. En esos momentos, ya no era posible el ascenso debido a las malas condiciones en que se encontraba el monumento en su conjunto. En la puerta había, desde hacía 18 años un cartel con la leyenda “Peligroso, Entrada Prohibida”, es decir que, en poco menos de una década desde su construcción, dicho monumento se desmoronaba inexorablemente. ¡Se trataba de todo el tributo que se había pagado en memoria de Cristóbal Colón! William H. Page se lamentaba de lo que veía y se preguntaba cómo era posible que aquello fuese todo lo que la civilización había erigido en su memoria.
Este episodio imprevisto del paso de William Hussey Page por la Rábida en 1917, removió la sensibilidad colombina del abogado, el cual se hallaba perplejo de que el protagonista de la mayor gesta de la humanidad no hallase correspondencia con un monumento digno de él. Sin duda consideraba que era de justicia y, por tanto, necesaria la construcción de un monumento que dignificara sin paliativos la gesta de Colón, saldando de esta manera una deuda que la humanidad en general y los americanos en particular tenían con el marino genovés y que el monumento levantado en su honor en 1892 no cumplía toda vez que, además del pésimo estado en que se encontraba, era un monumento dedicado a Colón por España y no por la comunidad internacional. Se hacía necesario también un reconocimiento por parte de los americanos.
Sin duda podemos considerar que la contemplación en 1917 del deplorable estado en que se encontraba el monumento a Colón, construido por Ricardo Velázquez Bosco en 1892 en la Rábida, constituyó el punto de partida de la decisión de la construcción del Monumento a Colón que hoy se encuentra en la Punta del Sebo, en el término municipal de Huelva, frente al Convento de la Rábida.
Esta inquietud de Mr. Page, enseguida fue puesta de manifiesto nada más regresar a los Estados Unidos, y así, en un discurso pronunciado ante el The New York Athletic Club, del que años atrás fue su presidente, el 22 de diciembre de 1917 (imagen 6), relató con todo detalle lo acontecido en su visita al convento, en la que pudo constatar personalmente la falta de un monumento digno a Cristóbal Colón, haciendo votos para que, una vez terminada la Gran Guerra y tan pronto como las condiciones lo permitieran, tal empresa sería llevada a cabo por América.
Dicho discurso se conserva entre los documentos que forman parte del archivo de la escultora Gertrude Vanderbilt Whitney y que se encuentra depositado en el Smithsonian Institute de Whashington D.C, si bien se puede consultar en su sede de Nueva York. El archivo fue donado por su nieta Flora Miller Irving en 1991, quedando integrados en los fondos de los Archives of American Art.
(Continuará)
2 comentarios en «Monumento a Colón en la Punta del Sebo, una idea de William Hussey Page (I)»
Magníficamente documentado. Es una lástima que no seas el cronista oficial de Huelva, pues creo te lo mereces de sobra, por tu rigor y aportación de datos reales, no imaginados, siempre bien documentados.
Enhorabuena Rafael!! qué artículo más completo y bien documentado. Ayer 27 de marzo de 2022 salió publicado de nuevo en Huelva Información. Gracias por tu aportación histórica sobre Huelva.