Benito de la Morena. Aunque parezca mentira y el título lo provoque, no les voy a hablar de política, ni de elecciones, sino de temas más verosímiles y que nos deben hacer reflexionar; por ejemplo, ¿sabían ustedes que en este momento se encuentran activas varias misiones a Marte?
Nunca como hasta ahora, el llamado “planeta rojo” había suscitado tanto interés científico. ¿Hubo o hay todavía alguna forma de vida en nuestro planeta vecino? Marte, como el resto de los planetas de nuestro Sistema Solar están todos, más o menos, en la misma “quinta”, unos 4.560 millones de años de edad, y como pasa en todas las formas de vida, unos enferman y otros se mantienen más saludables.
En un determinado momento Marte sufrió un proceso, que el Profesor Pérez Mercader define como “frigorífico exponencial”, en virtud del cual se enfrió en poco tiempo y cambiaron muchísimo las propiedades de su superficie. Por el contrario, Venus, el astro más brillante del firmamento cercano, sufrió un “efecto invernadero exponencial” y calentó su superficie.
Por exceso de frío o de calor, en ambos planetas la vida, si la hubo, se extinguió, y ahora los seres humanos que habitamos en el planeta Tierra nos preguntamos si el presente de los planetas Marte o Venus pudiese ser nuestro futuro.
Es evidente que ese futuro no es exclusivo de los métodos de vida, mas o menos agresivos, que los terrícolas estemos desarrollando, basta recordar que son cerca de dos mil asteroides los que, según la NASA, giran en órbitas próximas a la Tierra, de los que 400 se consideran potencialmente peligrosos, y que parece constatarse la teoría de que hace 250 millones de años un meteorito de entre 6 y 12 Km. de diámetro impactó en las costas de Australia provocando un cráter de 200 Km., y con ello la gran extinción de los dinosaurios y del 90 % de las formas de vida conocida en esos momentos.
Sin embargo, no deja de ser importante considerar que desde la llegada de los primeros homínidos de aspecto más humano, hace unos 50.000 años, el llamado “hombre de Cromañon” empezó a desarrollar en el planeta unas formas de vida que no se limitaban al mero instinto de la supervivencia de sus antepasados mas primates, el “Hombre de Neardental”, el “Homo Herectus” descubridor del fuego, o incluso el más primitivo depredador de cerebro pequeño, conocido como “Australopithecus”, hace dos millones de años. No, nuestros lejanos ascendientes no sólo cazaban para recolectar y almacenar alimentos con los que sobrevivir en los periodos fríos, comenzaron a crear obras de arte con las que expresar sentimientos, a fabricar joyas para el adorno, ropas, herramientas y armas de caza para el intercambio, iniciando un comercio en el que tartesos, fenicios y griegos… se hicieron grandes expertos tan sólo hace unos 3000 años.
El ser humano fue desarrollando su mente y construyo pirámides al pié del Nílo, y templos troncopiramidales en las altiplanicies del Perú. Luego llegaron los mayas, los etruscos y romanos…, todos ellos sazonados por un ansia de poder y un delirio de grandeza que provocaba guerras continuas en el nombre de sus dioses.
Tres mil años han pasado desde que el babilónico Hammurabi proclamara en su código de leyes el “ojo por ojo y diente por diente”, que después Nabuconodosor, Aníbal, Julio Cesar, Atila, Carlomagno o Almanzor, los cruzados o el Islam cumplieran con precisión, sin olvidarnos tampoco del soldado Hernán Cortes, Pizarro y Napoleón, Franco, Hitler, Musolini, Stalin y los de hoy, justificando su celo en nombre de la ambición..
Las técnicas sí han variado, aunque no el daño ambiental. Ya no se desforesta el monte para la creación de barcos, pero construimos viviendas en espacios naturales de gran valor ecológico para el ocio y el recreo de tan sólo un fin de semana. Los buques y los aviones, los coches y las viviendas se construyen con aceros que vienen de siderurgias que contaminan los cielos. Los cultivos son transgénicos, los animales de granjas, los clónicos proliferan y la ingeniería genética asegura poder modificar el ADN que hasta hoy ha condicionado las pautas del desarrollo natural y el comportamiento instintivo de los seres vivos.
Muchos cambios, en tan sólo un siglo, que han modificado los hábitos alimenticios, las costumbres y hasta las horas del sueño, enrarecida la atmósfera, contaminados los suelos, sin calidad en las aguas y viviendo en un stress que domina nuestra paz interior, la voluntad y el deseo.
Luc Montagnier, descubridor del virus del sida, los premios Nóbel Jean Dausset y Francois Jacob, Boutros Ghali antiguo secretario general de la ONU, entre otros destacados médicos y políticos, firmantes del documento de París, informaron que la contaminación química es la causa principal de los azotes actuales contra la Humanidad, como el cáncer, la infertilidad y las enfermedades congénitas, mientras científicos de Canadá aseguran que la contaminación atmosférica provoca mutaciones genéticas que son heredables.
Los grandes barcos de crucero y los petroleros que surcan cada día los grandes océanos, son auténticas cloacas flotantes con desechos diversos y vertidos de petróleo que, unido a la escasa depuración de las aguas residuales de las ciudades costeras, están poco a poco quitando la vida al mar.
Los aviones destruyen la capa de ozono, filtro protector de la vida que controla la llegada de radiaciones peligrosas para la biosfera, y la polución ataca nuestros pulmones obligándonos a una adaptación biológica imposible de conseguir dado el limitado tiempo de vida que el ser humano dispone.
Tal vez sea consecuencia de un instinto natural el buscar otros horizontes que pudieran dar cobijo a los futuros terrícolas. Marte, Saturno o Urano, ¡qué mas da!, pues de lo que sí estamos seguros aquellos a los que aún no nos ha cegado la ambición desmesurada por el poder y el dinero y pensamos en las generaciones futuras, es que el planeta Tierra sobrevivirá ante cualquier cambio de origen natural o provocado, y que, al igual que pasó con los dinosaurios, los seres humanos no seremos capaces de soportar el cambio, y nuestros descendientes pagarán un alto precio por nuestra desidia actual.