José Manuel Alfaro. El pasado sábado, esta lotería europea, que en el 2018 repartió más de 100 millones de euros en toda España, dejó por primera vez en la ciudad de Huelva una generosa cantidad. Un acontecimiento que tuvo toda la noche expectantes a los vecinos del centro, hasta que se conoció al afortunado. Un conocido escritor de Huelva, amigo de Muleman, que prefiere seguir en el anonimato y que llevaba tiempo sin ganar un premio literario y que ha visto como este empujón económico, le va a permitir pagar las facturas atrasadas, del agua, la luz y del veterinario del gato celiaco que vive con él, desde hace dieciocho años. Además de vivir unos meses tranquilos, en los que como nos cuenta en esta entrevista “ya no tendré que ir mas durante este año a mendigar a las administraciones públicas, un ciclo de conferencias y presentaciones, que me permita llegar a final de mes”
-¿Dónde adquirió el boleto?
-En la vida, como en la escritura, tienes que estar ahí, en el lugar, delante del papel, para que esa idea de libro que llevabas tiempo rumiando en tu cabeza, salga explosivamente como una flatulencia, pero por tus manos y en forma de versos y líneas, es lo que podríamos llamar el complejo proceso de la creación literaria. Pues con la combinación ganadora ha sido lo mismo, si no hubiera ido la mañana del sábado, a la librería la Parada de Punta Umbría a liquidar un par de libros que había dejado en depósito el año pasado, no me hubiera dicho Juan el librero, que probara suerte en el EUROMILLÓN, con los cinco euros que me tenía que dar. Así que le dije que si, el dinero para volver a Huelva en autobús ya lo tenía reservado y solo era cuestión de gastarme ese dinero en un boleto y olvidarme de la cerveza y el montadito de lomo para el almuerzo, así que le dije a Juan que me diera un boleto, me lo metí en la cartera, le di un abrazo, me despedí de él, hasta el año que viene y me fui a la ría, a hacer tiempo hasta que saliera el autobús, a contemplar como las gaviotas se comían los trozos de pan que le lanzaban los niños, mientras yo de vez en cuando, cerraba los ojos y me imaginaba, mordiendo y masticando ese lomito de presa paleta y jugando con la cerveza fría en mi boca, en un espléndido día de primavera, sentado en la terraza del Bar los Caracoles.
-¿Dónde estaba en el momento del sorteo?
-Pues yo estaba en un bar de la Gran Vía, que hay cerca de mi casa. Había bajado a cenar algo, con un abrigo que me compré en el año 2000 en la desaparecida tienda de Raya, cuando gané mi primer premio literario, un accésit de 150 euros, en un concurso internacional de poesía LGTBI. Me había colocado debajo ya el pijama y las zapatillas para irme a la cama nada más subir de cenar. El plan ese día era sencillo, como el de todas las noches, bajaría al bar, me tomaría la tapa de oferta y la bebida. Que me acuerdo perfectamente que eran garbanzos con espinacas, con la que regalaban uno de esos refrescos de manzana con burbujas, si no hubiera sido gratis hubiera pedido un vaso de agua fresca. Terminaría de ver las noticias y me iría para arriba, a sentarme un rato a escribir una novela en la que estoy trabajando. Después me iría a la cama a ver en el teléfono una serie a la que estoy enganchado y que va de un escritor fracasado que vive en la miseria, a pesar de haber publicado cinco libros de poesía, tres novelas y un libro de relatos. Bueno es una serie optimista, porque dentro de ese estado de mierda en el que vive, el protagonista se encuentra inmerso en la escritura de una novela, que va a presentar a un premio literario muy importante, en el que este año un amigo suyo de la infancia es el presidente del jurado al que le debe un favor de juventud y que le ha dicho que va hacer lo imposible para que el gane el premio, aunque tenga que sobornar, extorsionar o hasta matar al resto de los miembros de jurado.
-¿Qué es lo primero que se le vino a la cabeza?
-Pues las palabras de mi padre “hijo la poesía nunca te dará de comer” y después las últimas palabras de mi madre que falleció hace unos meses “Te quiero, mi querido niño poeta, resiste”. Así que allí me encontraba yo en la barra del bar, pinchando garbanzos, cuando de repente dicen la combinación ganadora y empieza a coincidir uno a no con los números de mi boleto, había 72 millones de bote, dos números me separaban de él, se me estaban empezando atragantar los garbanzos de la emoción. Cuando el sorteo termino pegue un brinco, bese al camarero y pedí una cerveza sin alcohol para echar los garbanzos para abajo. En ese momento era el escritor más feliz del mundo, como si hubiera ganado el premio Planeta. Abracé a todo el bar, los invité a la tapa del día y me fui directamente a mi casa a celebrarlo en la intimidad, yo y esa botella de un Espumoso del Condado de Huelva, que guardaba en el frigorífico y que había comprado hace unos años a plazos, para celebrar un premio literario importante y porque no un momento como este en el que decía por una temporada, adiós a la precariedad y hola consumo sin control.
-Díganos que fue lo primero que compró.
-Lo primero que hice, fue una lista con todas mis deudas, siempre les dije a mis acreedores que ya encontraría algún día la forma de devolverles lo que les debía. Veras que contento se va a poner el carnicero cuando le pague el trozo de jamón para el puchero, el pescadero que me vendió a crédito un kilo de huesos de rape, el veterinario que le ha dado asistencia sanitaria todo el año a mi gato, al frutero al que le debo seis meses de pomelos. Por fin podía pagar los tres meses de luz y agua atrasados y los siete años de comunidad de vecinos, ya verás que contento se van a poner todos. Y con lo que me sobre, lo primero que voy hacer es comprar dos ramos de flores, uno para la tumba de mi padre y otro de rosas amarillas para la tumba de mi madre, a los que seguro le dará mucha alegría verme afeitado y con el traje negro que me pongo para los entierros o cuando voy recoger un premio y que está prácticamente nuevo. Y lo demás ya lo iré pensando, lo mismo el lunes me doy un homenaje y me tomo un chocolate con churros por la mañana en la Plaza de las Monjas.
-No le da vértigo haber pasado de la miseria a la abundancia en solo un día…
-No, porque lo tengo todo pensando, después de darle el 20 por ciento a hacienda, pagar las facturas atrasadas, darme un homenaje y hacer una donación a la Asociación de escritores desahuciados de España (AEDE). Estoy pensando en varias opciones, para gestionar mi nuevo patrimonio, como montar una sociedad en Holanda para tributar un 12,5 %, irme a vivir a Andorra una temporada para tributar allí, crear una SICAV con unos cuantos amigos escritores de Huelva, llevar el dinero en una maleta a un paraíso fiscal o lo mismo invierto en inmuebles de Huelva y compro la antigua cárcel de Huelva para montar allí un hotel de 5 estrellas.
-¿Le ha cambiado la vida?
-Pues no me ha cambiado, aunque he pasado en el barrio de ser conocido por el escritor arruinado del barrio, a ser el escritor rico del barrio. Aunque para los amigos de siempre los que siguen creyendo que aún puedo escribir el libro no de mi vida, sino de la vida de los otros, sigo siendo ese hombre que no reniega de un oficio que lleva ejerciendo toda su vida, pensando que todavía le quedan los mejores años de su vida que regalar a una sociedad, que más que nunca necesita que le cuenten historias verdaderas, una sociedad que presume de leer poco y que centra su actividad lectora en la prensa y las redes sociales, como si fuera el camino para convertirse en un lector de verdad, con criterio, con capacidad crítica, pero sobre todo un lector que tenga algo más que contar memeces en una comida de empresa.
-Y ahora, ¿qué?
-Voy a seguir haciendo lo que mejor se hacer, que es seguir escribiendo y viviendo de mi oficio, mi modo de vida, mi forma de aproximarme a la gente, aunque de lo que estoy seguro es, que en mi escritorio ya no habrá más cabezas de langostinos del Mercadona, ahora los poemas los escribiré con los bigotes de las gambas blancas de Huelva.
1 comentario en «Cae en Huelva un cuantioso premio del Euromillón»
Muy bien, me alegro muchísimo que cayera el premio en buenas manos, en gente que se lo merece y sobre todo en mi tierra.