Antonio José Martínez Navarro. Huelva, la maga del Sur, tiene extendida por todo el mundo la fama de haber sido protagonista en el célebre viaje de Cristóbal Colón y la de su hospitalidad. Y es en sus incomparables Fiestas Colombinas en donde gentes de todos los países acuden a refugiarse en el regazo luminoso de esta ciudad donde la vida es alta, los optimismos más delirantes… Llegan los días de estas fiestas, con su recinto colombino henchido de fragancias marinas, con sus casetas hervorosas de colores y escudos que proclaman su origen, casetas que rebosan risas, donaire y las caras bonitas de las onubenses y llegan, sobre todo, las noches… Noches de maravilla, todo resplandor, en la que el forastero, dulcemente ofuscado, vibra, se divierte, baile, bebe… Cualquier noche onubense, a través de una botella de buen caldo del Condado, es toda ella luz. Pero, existe establecimiento, sea en Fiestas Colombinas o en la Feria y Velada de la Cinta, donde el forastero es agasajado con la efusión que es allí norma y orgullo, en la que es incapaz de negarse a saborear su célebre ponche. Nos referimos al célebre puesto de “El Navajazo”. Veamos sus antecedentes: Agustín Álvarez Delgado, hijo de Huelva, era un personaje muy popular en aquella ciudad de principios del siglo pasado. Su visión clara, jovial y optimista, le hacía ir saludando prácticamente a todos los transeúntes que por la calle se encontraba. Pues bien, Agustín regentaba uno de los tres o cuatro bares que permanecía abiertos hasta altas horas de la noche, sobre todo, en la zona de la Pescadería.
Como era tan dado a las bromas, un día cogió una descomunal navaja (herramienta que utilizaban los escaladores de pescado) de uno de sus clientes y con tono retador dijo a los que estaban en la barra: “Quién quiera que salga a la puerta conmigo”. Uno muy bragado que, conocía su carácter dicharachero, salió desafiante. Y, Agustín ocurrente le dijo: “Tú aquí conmigo, a ver si sale alguien más”. Ante aquella salida todos rompieron a reír. Y con el nombre de “El Navajazo” pasó su puesto a la historia de Huelva. Corría el año 1929.
Agustín creó un ponche que estaba compuesto con trozos de melocotones y manzanas, vino de calidad, azúcar, canela y la leyenda pone un par de ingrediente más, ya que permanece en total secreto por parte de sus herederos. A Agustín le sucedieron sus hijos Joaquín, Agustín y Francisco que durante décadas instalaban su puesto en las fiestas Colombinas y Velada de la Cinta. Tras fallecer sus hermanos, Joaquín, que era auténtico feriante, hombre afable y posiblemente el mejor coleccionista de cómics que ha tenido nuestra capital, es quien instala su puesto, artísticamente adornado con farolillos, y él no duda en regalar las gambas que ustedes les pida, gratuitamente, siempre que solicite para beber Ponche de “El Navajazo”. Esta fue una de las ideas originales de este industrial que fue muy celebrada.
Como anécdota podemos comentar, que, en una oportunidad, acudieron con su puesto a la procesión de la Virgen de los Milagros y tuvieron que levantarlo a toda prisa ante la cantidad de millones de mosquitos que les hicieron la vida imposible ¡Eran otros tiempos…!
Así que, pasen ustedes a probar el genuino ponche de “El Navajazo”, ya que, según reza el viejo refrán, “Si no ha probado el ponche de “El Navajazo”, no ha estado usted en las Fiestas