Enrique Nielsen y Jesús Copeiro. El 2018 es el año de William Martin. Se conmemora el 75 aniversario de la llegada del cadáver de un supuesto oficial británico a la, hoy popular, playa de La Bota. La mañana del viernes 30 de abril de 1943, José Antonio Rey María faenaba en aquellas tranquilas aguas, a bordo de su barca La Calima, en busca de sardinas. Pero en esta ocasión no iba a subir peces a su embarcación, sino una pieza más grande, quizás la más importante de su vida. A lo lejos divisó un bulto que flotaba a merced del suave oleaje. Decidió acercarse y cuál no sería su sorpresa, cuando percibió que en realidad se trataba de un cuerpo humano, que vestía ropaje militar. De esta manera se iniciaba la Operación Carne Picada, una de las estratagemas de engaño más ingeniosas de la II Guerra Mundial, en la que Punta Umbría primero y Huelva después, serían protagonistas.
Se trataba de engañar a los alemanes a través del cuerpo de un oficial de la Royal Navy que trasladaba una valiosa documentación a los mandos del Norte de África. Los papeles manifestaban que un próximo desembarco aliado se llevaría a cabo ese verano, pero no en Sicilia, como pensaban los alemanes, sino en el Peloponeso y en Cerdeña. Los alemanes se hicieron con los documentos, se tragaron el engaño y desprotegieron la defensa de Sicilia, como así deseaban los aliados. Se abría de esta manera un nuevo frente en el Sur de Europa. El desenlace de la operación fue todo un éxito militar para los británicos.
La historia oficial de William Martin ha sufrido severas modificaciones desde que se encargara al comandante Ewen Montagu (el artífice de la operación de engaño), escribir un relato oficial, una versión autorizada. Corría el año 1953 y su libro The man who never was, publicado en múltiples idiomas y distribuido en diversos países, se convirtió en todo un best-seller. Durante más de cuarenta años todos los que leyeron aquel libro creyeron que el cadáver utilizado en la operación correspondía a un muerto por pulmonía.
Posteriormente en 1995 Roger Morgan un funcionario londinense descubría un documento en el que se desvelaba la verdadera identidad de William Martin: un vagabundo galés que se había suicidado con un matarratas a base de fósforo. Esta versión lejos de aclarar el asunto lo emborronó aún más si cabe, dado que los investigadores encontraban duras contradicciones en esta nueva versión, sobre todo en el ámbito forense. Muchos expertos en la materia han manifestado que Eduardo Fernández del Torno, el forense onubense encargado de practicar la autopsia a William Martin y cuyo acertado diagnóstico fue el de asfixia por sumersión, tenía una amplia experiencia en este tipo de sucesos y de haber sido cierto, hubiera detectado una supuesta intoxicación por fósforo.
De cualquier forma hay que recordar que un sector de la Inteligencia Británica no estaba de acuerdo con el desarrollo de esta argucia, dado que lo que ellos defendían para engañar a Hitler, era el uso de los eficientes agentes dobles. Esta opción se mantuvo activa hasta algo menos de un mes del comienzo de la estratagema. Es posible que estas dudas fueran suscitadas porque el cadáver que Montagu había obtenido en un principio, no se ajustara del todo a las exigencias de la operación, de ahí la insistencia de utilizar un agente doble.
Pero el 27 de marzo de 1943 tuvo lugar un trágico accidente que proporcionaría el cadáver perfecto a la Operación Mincemeat, el cadáver de un auténtico ahogado. Ese día explotó el portaviones HMS Dasher y se hundía en muy poco tiempo. De los 528 tripulantes, sobrevivieron 149 y fallecieron 379 marineros, de los que oficialmente se enterraron 23 cuerpos. Nunca se entregaron los cientos de cadáveres restantes, ni se comunicó lista de bajas, ni la tragedia se anunció en la prensa. Los supervivientes y sus familias fueron obligados por el gobierno a guardar silencio. Montagu podía ahora elegir el cadáver que más le gustara para su plan de engaño.
En el año 2010, el periodista británico, Ben Macintyre, que trabajaba para la BBC y The Times, publicó El hombre que nunca existió, una obra muy bien redactada y documentada que aspiraba a ser la versión moderna de la que Montagu escribiera allá por 1953. Se incorporaban los datos que aparecieron a partir de 1995, afianzándose la nueva versión oficial, tras la oportuna aparición de un conjunto de documentos personales del mismo Montagu y referentes a Mincemeat. Macintyre, en su obra, no se plantea ninguna incongruencia y da por buenas todas las piezas del puzle. Incluso manifiesta que Adolfo Clauss, el brillante agente alemán en Huelva al que iba dirigida la operación, no accedió al contenido de las cartas, algo que entra en directa contradicción con los testimonios de diversas personalidades británicas, que en su momento expresaron todo lo contrario. ¿Por qué esta nueva versión oficial afirma que Clauss no accedió a los documentos?
Pues quizás para no tener que aceptar el testimonio de Federico Clauss, hijo de Adolfo. Federico nos relató que su padre le había confesado que los alemanes se llevaron el cuerpo de William Martin en un submarino a Alemania, para repetir la autopsia con médicos propios. En determinados círculos, una operación de esta magnitud se ha catalogado como imposible y descabellada. Pero a día de hoy, ha quedado demostrado que esta operación de secuestro y posterior traslado del cadáver de William Martin fue del todo posible, ya que un submarino alemán, el U-616, se encontraba cerca de Huelva en los primeros días del mes de mayo de 1943. Submarino que atravesaría luego el Estrecho de Gibraltar para encontrarse, cerca del golfo de Almería, con el U-565, que sería quien finalmente llegara con el mensajero inglés a la base de submarinos alemana en La Spezia (Italia, cerca de Génova), el 12 de mayo de 1943. Ese mismo día fue cuando los médicos alemanes practicaron una nueva autopsia a William Martin y certificaron que el cadáver pertenecía a un auténtico ahogado. Hitler ya no albergaba duda alguna y ordenó el movimiento de tropas hacia Grecia y Cerdeña para reforzar aquellas posiciones. Por otra parte, todo parece indicar que la operación de secuestro y posterior traslado del cadáver por los alemanes formaba parte también del plan de la Inteligencia Británica. Esa sería la razón por la cual se hizo pasar como católico a William Martin, para que fuera más fácil sacarlo del camposanto onubense, un cementerio municipal de fácil acceso y abierto a la población.
Pero esta apasionante historia, aún transcurridos 75 años, no deja de sorprendernos, resulta inagotable. Los principales diarios británicos, Daily Mail, The Guardian, se hacían eco a finales del pasado año 2017 de la desclasificación de un curioso documento. Se trataba de una carta que el comandante Montagu había enviado a la primera ministra, Margareth Thatcher, a finales de 1984. Parece ser que por aquellas fechas sus médicos le habían comunicado que le quedaba poco tiempo de vida, cuestión de meses, le dijeron. Ante este panorama y sabedor de la prohibición impuesta a una nueva publicación del profesor Michael Howard, sobre el Servicio Secreto Británico, no dudó en contactar con la mismísima dama de hierro. En su misiva argumentaba que él y su equipo se habían pasado más de cinco años de sus vidas tratando de engañar al enemigo, por lo que tenía mucho interés en conocer qué versión oficial iba a ser trasladada a los lectores en aquella nueva obra. Imagínense a este hombre moribundo, consciente de que su vida se acababa, y lo que más le preocupaba en ese crítico momento era conocer la versión oficial que se iba a escribir sobre la Operación Mincemeat. Finalmente, Thatcher se negó a levantar la prohibición a la publicación, pero sí permitió que Montagu recibiera una copia mecanografiada de la obra de Howard a condición de que lo leyera, lo devolviera y no se lo mostrara a nadie más. El comandante agradeció el gesto y posteriormente sugirió a las autoridades que permitieran la publicación, toda una señal de que el contenido de la misma, salvaguardaba la verdad que tanto se había esmerado él en ocultar a lo largo de cuarenta años.
Montagu murió, a los 84 años, el 19 de julio de 1985 y su inseparable William Martin le acompañó en sus pensamientos hasta el último día de su vida.
P. D. Margaret Thatcher no quiso desclasificar los documentos depositados en su residencia del 10 de Downing Street, pero su sucesor John Major sí lo hizo en 1993, tras cincuenta años de secreto oficial. Cuando Jesús Copeiro, acudió a los archivos británicos del Public Record Office en 1995, había algunos documentos, como el CAB 93/7, que no pudo consultar porque seguían en Downing Street. Es decir, no todos los documentos de la Operación Mincemeat están desclasificados, algunos siguen todavía retenidos en “préstamo permanente”. Esta historia sólo verá el fin cuando el gobierno británico acceda a desclasificar dichos documentos. Por el momento, al parecer, no le interesa hacerlo.