Ana Rodríguez. De Matalascañas a Londres sin billete de vuelta. Así podemos resumir la experiencia que está viviendo la onubense Marina Vázquez de la Rosa, de 26 años, desde 2015. Se marchó para ser au pair y aprender inglés, aunque actualmente trabaja en una cadena de restauración como supervisora.
Marina pasó su primer año de vida en Cortegana, aunque luego su familia se mudó a Aracena, residiendo en este municipio hasta que cumplió los 16. Recuerda sus años serranos como una etapa muy feliz: «criarte en un pueblo pequeño en el que prácticamente todo el mundo se conoce te hace disfrutar de tu infancia de una manera completamente diferente, con más libertad».
Acostumbrada a las tradiciones y paisajes de Aracena, fue bastante duro para ella cuando sus padres y hermana decidieron instalarse en la casa que tenían en la playa, en Matalascañas, para estar más cerca del resto de su familia. Siendo adolescente, el cambio sacó su rebeldía, aunque poco a poco empezó a hacer amigos y a disfrutar de su nuevo lugar de residencia, tanto en verano, cuando no cabe un alfiler, como en los solitarios inviernos.
Vázquez comenzó a estudiar esteticista profesional en una academia privada y a hacer cursos relacionados con esta profesión a la par que trabajaba, hasta que hace casi dos años y medio decidió emprender una nueva aventura. Como la onubense recuerda: «una amiga decidió vivir la experiencia de ser au pair. Ella tenía otra amiga que acababa su experiencia con una familia y estaban buscando a alguien. Tras varias conversaciones por Skype, el 26 de octubre de 2015 me presenté en un país completamente diferente al mío».
Con el tiempo, la joven fue aprendiendo el idioma, cambió de trabajo y, finalmente, ha sido el amor lo que la ha hecho permanecer en la capital inglesa, como ella misma nos cuenta:
– ¿Cuánto tiempo llevas fuera de España?
– Hasta hoy, llevo dos años y cinco meses. En principio, el plan era estar un año como au pair y volverme, pero justo cuando estaba acabando ese año conocí a mi pareja y aquí seguimos los dos. Vivimos en un flat (apartamento) de una habitación en una zona llamada Hither Green al sureste de Londres.
– ¿Dónde trabajas en Londres?
– Trabajo en una compañía con 21 tiendas en la City que se llama «Coco di mama», es una empresa de restauración. En cada tienda tenemos un apartado de comida fría (ensaladas, bocadillos, yogures…) y un apartado de comida caliente (lasagnas, Mac&Cheese, sopas, pasta…), todo al estilo Italiano, y ofrecemos desayunos y café.
Cuando empecé a trabajar en la empresa, hace año y medio, era cajera. Le cogía la comanda al cliente y me encargaba de que se fuese satisfecho con nuestro servicio y comida. Durante los primeros meses me encargué de ir aprendiendo a saber un poco de todo, con lo que me pasaron a la posición de barista y, junto a dos compañeros, nos encargamos de hacer unos 500 cafés al día. Viendo que servía, me nombraron supervisora, con la responsabilidad de tocar cajas, apertura y cierre, organizar equipo… Se puede decir que ahora hago un poco de todo. Poco a poco voy creciendo.
– ¿Cómo fueron tus primeros días allí?
– Mis primeros días fueron realmente duros. Imagínate levantarte en una cama que no es la tuya, con un idioma que no es el tuyo, en mi caso un nivel muy bajo, con unas niñas que ahora son un amor y las quiero muchísimo, pero que sabiendo como son los niños atacaban a lo que veían mas débil y, en mi caso, era el idioma. He de decir que tuve mucha suerte, ya que son una familia encantadora.
Llegué en octubre, en invierno, lo que significa más humedad de lo normal y pocas horas de luz. Para mí fue un shock enorme que a las 15.30 de la tarde se hiciese de noche, y no sólo eso, sino que la vida se acabase, que salieses a la calle y no hubiese nadie. Me sentía completamente perdida con los horarios de comida y cena, ya que suelen tener la comida sobre las 12.30 y la cena sobre las 18.30- 19.00…
Fue toda una aventura el tener que usar el tren. Nunca antes me había subido a uno y, de repente, era nueva con ellos y encima tenía que enterarme de en qué plataforma salía y cuál era el mío.
El salir a la calle y no conocer a nadie, el que nadie dé los buenos días… No sé, considero que son más fríos en el trato que nosotros.
Fue una etapa bastante dura, pero ahora que me pongo a pensarlo desde la distancia, a la vez fue bastante divertida. Fui valiente.
– ¿Cómo es vivir allí? ¿Es muy diferente a España?
– Vivir aquí supone un cambio radical en tus hábitos, en tu estilo de vida. Puedo decir que para vivir aquí hay que ser una persona muy fuerte y abierta de mente. El vivir aquí puede suponer vivir en un lugar al que puedes llegar a odiar con todo tu ser, o que puedes amar hasta no querer dejarlo nunca.
Supone pasar muchas horas en transporte público, que suele estar abarrotado, y evidentemente pagar por él, cosa que tampoco es barata. Pagar una cantidad bastante elevada de dinero por un apartamento decente de una habitación donde vivir, levantarte a las 4.30 de la mañana para estar a las 5.30 en tu puesto de trabajo. Tener que pagar para poder ver la televisión, ya que aquí existe una licencia que si no pagas y te pillan tienes multas bastante elevadas. Llevar prisa siempre, echar de menos el sol cada día y que si alguna vez aparece entre las numerosas nubes te des cuenta de que no es ni la mitad de cálido que en España. ¡Lluvia, lluvia y más lluvia!
La sanidad lenta y aburrida a la que estamos acostumbrados pero que pensamos que iba a ser diferente. La falta de educación y el exceso de ello, me explico. Puedes ir por la calle y chocarte sin querer con alguien teniendo tú la culpa y que, siendo plenamente consciente, sea la persona con la que te has chocado la que te pida disculpas a ti, y después veas ese mismo tipo de personas llenando el suelo de un autobús de huesos de pollo frito, tirando cosas al suelo teniendo papeleras justo en frente e infinidad de cosas.
– También habrá cosas positivas ¿no?
– Claro, no todo es malo. Ahora empieza lo bueno, que también es mucho. El transporte, que a veces resulta tan tedioso, tiene tantísimas conexiones que puede llevarte a donde quieras, lugares realmente increíbles dentro y fuera del país que, si quieres salir de la ciudad, son una gran opción.
La libertad que se siente de que nadie te vaya a juzgar yendo peinada, vestida, maquillada… ¡Cómo quieras! Una persona tatuada de pies a cabeza puede acceder a todo tipo de trabajo y con cualquier cargo, ya que se tiene en cuenta lo que esa persona ha estudiado y qué puede ofrecer antes que su apariencia física. Vivir en una ciudad con casi 9 millones de habitantes en la que encontrar personas de todas la nacionalidades, con lo que eso conlleva, negocios, gastronomía, cultura…
Visitar la City y poder admirar un edificio histórico ostentoso con sus columnas y, de repente, justo al lado, encontrarte con un edificio de cristales totalmente moderno; moverte un poco más hacia las afueras y encontrarte con las típicas casas adosadas con su pequeño jardín delante que todos hemos visto en las películas.
Una gran cantidad de museos para elegir y sorprendentemente todos gratuitos. Sus parques, muchísimos y enormes, que gracias a esa odiosa lluvia que casi nunca cesa están verdes y a los que mantienen muy cuidados. Su historia. Tal y como cuentan, toda la ciudad fue devastada por un gran incendio y poco a poco reconstruida con el paso de los años; y la cantidad de monumentos a esas personas que dieron la vida por su país en la I y II Guerra Mundial.
El compromiso con causas tales como el cáncer, el Alzheimer, problemas de corazón… por las cuales abren tiendas en las que admiten toda clase de donaciones (ropa, electrodomésticos, libros, mobiliario…) que después ponen a la venta y recaudan fondos. Todas y cada una de ellas llevadas por personas voluntarias.
El arte callejero, la cantidad de músicos que hay en la calle a los que escuchas cantar y no puedes moverte hasta que no termina la canción, las pinturas que puedes encontrarte en cualquier lugar, el arte del graffiti. Y probablemente mil y unas cosas más. Es una ciudad que ofrece tanto, que siempre tienes la sensación de que nunca vas a terminar de descubrirla.
– ¿A qué costumbres te ha costado más trabajo adaptarte?
– No es que tengan costumbres realmente extrañas, pero supongo que hasta que mi estómago se acostumbró a comer mucho más temprano… fue bastante duro.
También el que no existan las persianas tal y como las concebimos nosotros en España y la moqueta… ¡Dios cómo odio la moqueta! ¡Y la falta de enchufes en los cuartos de baño!
– Cuéntanos alguna anécdota que te haya ocurrido durante tu estancia
– No me ha pasado a mí realmente… Mi pareja también es español, concretamente de Rubí, un pueblo de Barcelona. Salió una noche de trabajar años atrás y cuenta que un jueves sobre la 1.30 de la noche cogió el bus para volver a casa. Hay que decir que aquí los jueves son los nuevos viernes, en los que la gente sale a beber después de trabajar. Se montó en el bus y, como era de esperar, había gente perjudicada por las copas de más, cuando unos pocos se pusieron a cantar «Someone like you» de Adele. El resto de los pasajeros empezaron a quejarse molestos, pero para su sorpresa, cuando llegaron al estribillo, dice que todo el autobús se puso a cantar. Recuerda ese momento como algo bonito y divertido, ver cómo la música une a la gente.
– ¿Qué opinas de los ingleses?
– Como en todos los sitios que puedas visitar puedes encontrarte todo tipo de personas, pero los ingleses son especiales. Son muy difíciles de conocer, rara vez un inglés te deja meterte en su vida, son muy suyos. Les encanta acumular cosas, son superconsumistas y mucho de fachada, en el sentido de que les encanta tener un buen coche aunque después su casa no sea nada del otro mundo. Les encanta ir al gimnasio, no concibo que una persona se levante a las 5.30 para ir al gimnasio y después irse a trabajar. Puedes encontrarte de todo, pero puedo decir hasta el día de hoy que no me gustan los ingleses.
– ¿Ha resultado complicado hacer amigos?
– Siendo completamente sincera, no puedo decir que tenga ningún amigo aquí, al menos no ingles. La mayor parte del tiempo lo paso en el trabajo, por lo que considero a mis compañeros como mis amigos y parte de mi familia, ya que es con ellos con los que salgo después de trabajo. Lo bueno es que trabajo con gente de Italia, Polonia, Hungría y Lituania, por lo que a parte de conocerlos, hablan de sus costumbres, sus países, sus idiomas… Pero al fin y al cabo puedo decir que no tengo amigos aquí.
– ¿Cuáles son tus planes?
– No es algo que me haya planteado aún, pero lo que tengo realmente claro es que no quiero tener a mi familia aquí. No considero que los niños tengan una infancia como la que tienen los niños en España. Me encantaría vivir la experiencia de vivir en otro país, a poder ser mas soleado. Mis planes de futuro cambian cada día dependiendo e cómo nos levantemos mi pareja y yo. Hay días que pensamos en volver a España y días en los que decidimos que vamos a quedarnos aquí. De momento lo único que tengo claro es que quiero perfeccionar mi inglés y, a ser posible, sacarme algún título que acredite el nivel que tengo.
– ¿Qué es lo que más echas de menos de Huelva?
– Principalmente a mi familia, aunque tampoco me considero una persona muy familiar, pero a mi hermana y mi sobrino los echo mucho de menos. También el sol, la comida de mi madre, el llamar a una amiga y salir a tomarte un café, el conducir, el poder darme una paseo por la playa tranquila… No es que eche de menos Huelva en general, echo de menos todo lo que me ata a ella. Es mi tierra, donde nací y donde me crié.
– ¿Recomiendas a todo el mundo que viva un tiempo fuera de España?
– Sí, al 100%. Todo el mundo debe poder decir que vivió en el extranjero y lo que ello le aportó a su vida. Vivir en el extranjero te hace darte cuenta de lo que tienes en tu país y lo que realmente hace falta que mejore en él. Vivir en el extranjero te hace crecer como persona y superar muchos de los miedos que tenemos, te hace volverte una persona desenvuelta y echada para delante, te hace apreciar las pequeñas cosas que tenías y a las que no echabas cuenta. Vivir en el extranjero es algo que todo el mundo debería hacer porque te cambia la vida.
– Para terminar: un mensaje a los onubenses.
– Sólo debéis pensar una cosa: vuestra familia, que es lo más importante, siempre va a estar ahí para vosotros, estéis donde estéis. No perdáis la oportunidad de vivir una experiencia como la que estamos viviendo muchos españoles fuera de casa. Aprovechad, salid, conoced lugares, personas, abrid los ojos y veréis la cantidad de colores que existen a vuestro alrededor y, si decidís venir por Londres, ya sabéis dónde encontrarme. ¡No dudéis en visitarme!
Gracias Marina