Andrés Negas. Muchos han sido los titulares que han anunciado golpes a nuestra sociedad a lo largo de esta crisis financiera. Hemos visto como se aplicaban las políticas de austeridad y cada noticia era peor recibida que la anterior. Vimos como aumentaba el desempleo, como aumentaban los impuestos, el empleo precario, la bajada salarial, como se aplicaban los recortes en el gasto público… todo parecía una bola de nieve que se iba agrandando y no veíamos su final. Pero había una noticia que causaba más indignación e impotencia en la población cuando se juntaba con las que acabo de mencionar, y esa noticia era el anuncio de algún rescate bancario. La población no podía creer como su gobierno se gastaba miles de millones rescatando bancos por un lado, mientras recortaba el gasto público y subía los impuestos por otro. Muchos eran los comentarios que escuchaba a mí alrededor cuando se hablaba del tema, pero todos, o al menos la gran mayoría, se hacían la misma pregunta: “¿Por qué se rescatan a los bancos?”
¿Son tan importantes los bancos como para que merezca la pena rescatarlos? ¿De verdad debemos hacerlo? Me atrevo a decir que si hacemos un sondeo público con estas preguntas, la conclusión final sería que la mayoría dejaría caer a los bancos. Pero también me atrevo a decir que este resultado sería a causa del desconocimiento, a que muchas personas asocian un rescate bancario con un rescate a directivos, un rescate a personas de arriba que solo beneficia a estos y que no ayuda a la sociedad. Sin embargo, he de decir que sí lo hace, y mucho.
Los bancos son los intermediarios financieros más importantes, garantizan que el sistema financiero y económico funcionen de manera eficiente, ellos son la conexión entre ahorradores e inversores, nos conceden préstamos para llevar a cabo nuestros proyectos, nos dan esa posibilidad de financiación, de inversión, que son la base de nuestra economía, y todos contribuimos en ella, aunque sólo sea por el hecho de mantener nuestro dinero en el banco, ese dinero que tú tienes ingresado le servirá a otro para comprarse una vivienda o empezar su negocio. Esto es lo que se conoce como transformación de activos, hecho por el cual los bancos obtienen principalmente sus ganancias, es decir, solicitan préstamos a corto plazo y los otorgan a largo plazo. Sin embargo, los bancos no sólo obtienen fondos a través de los depósitos de los ahorradores, sino que también pueden obtenerlos, por ejemplo, a partir de otros bancos, mediante préstamos que se hacen unos a otros.
El sistema financiero es el motor de la economía, y el dinero, con mayor o menor liquidez, es el combustible de esta. Si se deja caer a un banco, no sólo estamos perdiendo esa entidad financiera, estamos perdiendo los ahorros de muchas personas (aunque hasta 100.000€ están garantizados por el fondo de garantía de depósitos). Otras entidades financieras que concedieron préstamos a ese banco verían en peligro o perderían ese activo. Los créditos, la posibilidad de financiación, de endeudamiento, se verían bastantes reducidas. Se crearía desconfianza entre los bancos y se produciría un pánico bancario. Los bancos dejarían de prestarse dinero unos a otros por temor a no poder recuperarlo, las personas podrían ir en masa a retirar el efectivo de sus bancos por miedo a perderlos, lo cual dejaría sin liquidez a otros bancos, sin liquidez, no hay transformación de activos, se para el sistema, mas bancos entrarían en peligro y podrían caer. La caída de un banco podría producir una especie de “dominó financiero”, es decir, primero cae un banco y esto provoca la quiebra de otras entidades financieras y no financieras, el desempleo de muchas personas, la pérdida de hogares, la reducción del crédito… y no solamente afectaría al país donde opera. Las consecuencias son muchas y muy graves. Sin ir muy lejos tenemos el caso de Lehman Brothers en EE.UU, el banco de inversión se declaró en quiebra con unas obligaciones de pago de más de 600.000 millones de dólares y precipitó la crisis financiera, provocó grandes alteraciones crediticias que supusieron la mayor caída en setenta y cinco años del mercado de valores, puso en duda la solvencia de otras instituciones y paralizó los prestamos entre bancos, el pánico era tal que hasta provocó la caída de la rentabilidad de las Letras del Tesoro hacia un valor incluso por debajo de cero… Y como comenté antes, las consecuencias son internacionales, el gran desplome en la bolsa de EE.UU provocó la pérdida de cerca de 33 billones de dólares de patrimonio bursátil en todo el mundo.
Como dijo Jeremy J. Siegel en su libro “Stocks for the long run”: “El crédito es la savia, el aceite que engrasa todas las grandes economías”, no puedo estar más de acuerdo. Sin bancos, no hay créditos, y el acceso al crédito está relacionado con el desarrollo de un país, como empecé comentando en este artículo, gracias a ellos se llevan a cabo numerosos proyectos, los cuales aumentan la competitividad y el bienestar general de un país.
Cuando se rescata a un banco, no se hace por salvar a sus directivos o a las personas que lo llevaron a la quiebra, se hace por rescatar a la población, evitando una caída aún mayor en el sistema financiero.