HBN. Oro, incienso y mirra… cualquiera que escuche juntas estas tres palabras las asociará al relato del capítulo II del Evangelio de San Mateo, el más conocido por los cristianos sobre la adoración de los tres Reyes Magos que llegaron a un portal de Belén guiados por una brillante estrella para adorar a un niño recién nacido que se erigiría en salvador de los hombres.
Cada Navidad recordamos esta historia, especialmente los días 5 y 6 de enero, cuando niños y mayores, llenos de ilusión, salen a la calle para disfrutar de las tradicionales cabalgatas y recibir algún que otro regalo, como el niño Jesús los recibiera hace miles de años de los tres misteriosos reyes.
En torno a este acontecimiento bíblico, el anterior Papa, Benedicto XVI, publicó en 2012, con apoyo de historiadores cercanos al Vaticano, un libro titulado La infancia de Jesús -último de una trilogía- que dio lugar a múltiples debates. Uno de ellos, el que aquí nos ocupa, relacionado con la provincia de Huelva. Y es que, en el citado ejemplar, Joseph Ratzinger afirmaba textualmente:
«Así como la tradición de la Iglesia ha leído con toda naturalidad el relato de la Navidad sobre el trasfondo de Isaías 1,3, y de este modo llegaron al pesebre el buey y el asno, así también ha leído la historia de los Magos a la luz del Salmo 72,10 e Isaías 60. Y, de esta manera, los hombres sabios de Oriente se han convertido en reyes, y con ellos han entrado en la gruta los camellos y los dromedarios.
La promesa contenida en estos textos extiende la proveniencia de estos hombres hasta el extremo Occidente (Tarsis-Tartesos en España), pero la tradición ha desarrollado ulteriormente este anuncio de la universalidad de los reinos de aquellos soberanos, interpretándolos como reyes de los tres continentes entonces conocidos: África, Asia y Europa«.
Estas declaraciones causaron gran revuelo hace seis años, pues Benedicto XVI daba a entender que lo más probable era que los tres hombres que se presentaron en Belén hubieran partido del «extremo de Occidente», siendo en aquella época la civilización tartésica -aunque en este sentido, la controversia es latente- la que ocupaba la zona más al suroeste de la Península Ibérica, confín de Europa.
En este punto, es importante saber que en la Biblia aparece en varias ocasiones la palabra Tarsis significando «lugar más extremo de Occidente» (Libro de Jonás o de Isaías, por ejemplo), aunque también se emplea, como pone de relieve el doctor en Historia del Arte y Teología Manuel Jesús Carrasco Terriza, para hacer referencia a uno de los pueblos conocidos en el mundo bíblico, a un tipo de embarcación de gran calado denominada naves de Tarsis y a un centro minero y metalúrgico.
Como explica Carrasco Terriza, «la primera alusión a Tarsis la encontramos en el Génesis. El relato intenta mostrar la difusión de la humanidad, conforme a los conocimientos geográficos de la época. Enumera los grupos humanos que pueblan la tierra, atribuyéndolos a la descendencia de los hijos de Noé: Sem, Cam y Jafet». Así, entre los nietos de Jafet aparece Tarsis, «que, como dicen los comentaristas, es comúnmente identificada con la Tartessos de los griegos en Huelva, colonia fenicia famosa por sus metales», apostilla el experto. Asimismo, también resultan especialmente interesantes las referencias a Tarsis como zona minera y de transformación de metales, que aparecen en textos de Isaías, Jeremías o Ezequiel, entre otros.
Pero, ¿es posible que así sea? ¿Es posible que el oro que recibió el Niño Jesús según la Biblia procediera de las minas de la provincia de Huelva? ¿Podría ser Tarsis la aldea minera de Tharsis? Son cuestiones difíciles de solventar, correspondiéndole a los investigadores arrojar luz sobre las mismas.
Lo que sí es cierto es que las palabras de Benedicto XVI despertaron gran interés en la provincia de Huelva, surgiendo a partir de aquel mismo año una curiosa iniciativa, única en Andalucía y probablemente en España: La recreación de los Reyes Magos de Tharsis. Una dramatización de la escena en la que los sabios van a la mina de la localidad onubense en busca del oro que le llevarán y ofrecerán al recién nacido en Belén. No aparece, por tanto, el portal y sus personajes, puesto que es la escenificación de un hecho previo, de ahí su originalidad y peculiaridad.
Cabe recordar que la tradición minera se remonta en nuestra comarca al 3.200 a.C., siendo la riqueza mineral de los territorios de la Faja Pirítica el motivo por el cual esta zona ha sido ocupada por diferentes civilizaciones de manera continuada a lo largo de la historia. Un hecho que refuerza la teoría de que el oro llevado al portal de Belén podría proceder de tierras onubenses.
De hecho, el mismo nombre de la mina, Tharsis, tiene su origen en esta creencia bíblica. Cuando en 1855 el ingeniero francés Ernesto Deligny hizo el denuncio en el Registro Mercantil para solicitar la concesión a perpetuidad de la mina, la inscribió con el nombre de Tharsis, pues estaba convencido de que aquel Monte Tarses (nombre con el que siempre se había conocido aquella zona) debió ser la Tarsis de la que hablaba la Biblia.
En cualquier caso, un día como hoy, 5 de enero, una jornada de ilusión, lo más importante es que todos los niños reciban un poco de ese ‘oro’ de Belén. ¡Feliz día de Reyes Magos!