Queridos hermanos y hermanas:
Los pastores, en Belén, encontraron la alegría al ver al Salvador, envuelto en pañales y recostado en un pesebre1. Con el deseo de que experimentéis y compartáis esta alegría, recibid un fraternal abrazo en esta Navidad y siempre.
Los pastores.
Con estas palabras quiero felicitar a todos en esta Navidad. Os invito a fijaros en los pastores. Ellos recibieron la Buena Noticia del nacimiento del Señor, alegría para todo el pueblo. Al escuchar este mensaje no se quedaron inmóviles o indiferentes, sino que fueron corriendo y encontraron al Mesías, tan esperado, recostado en el pobre pesebre donde lo había colocado su santa Madre. Experimentaron la verdad del mensaje que habían recibido, y contaron y compartieron con otros lo que habían visto y oído y regresaron dando gloria y alabanza a Dios2. Así se celebró la primera Navidad. Esta es la esencia de toda auténtica Navidad.
Dios en lo pequeño.
Esta es la Navidad que os deseo. Que sepamos buscar a Dios en lo pequeño, en lo sencillo, donde Él ha querido manifestarse. Que encontréis la alegría de contemplar al Dios hecho hombre, escondido en el humilde y blanco pan de la Eucaristía. Que “veáis” a Dios en el pobre y en el desvalido en los que Él ha querido esconderse. Que gustéis la presencia del Dios con nosotros, en el calor de la fraternidad y la unidad. Pedid la mirada de la fe para descubrir, adorar y servir esta sorprendente presencia. Así encontraremos la alegría que anhelamos.
La vida sencilla.
La Navidad cristiana es una llamada a la vida sencilla y austera. Sólo así encontraremos tiempo para Dios, disponibilidad para los hermanos y cuidaremos de la “casa común”, la creación. La seducción del consumo compulsivo y caprichoso no nos permite gustar las cosas, bloquea el compartir y nos aboca al derroche. Aprendamos a disfrutar de lo sencillo, a saborear la compañía de las personas, y reconozcamos agradecidos “tanto bien recibido”3. Así nos lo ha recordado el Papa Francisco: “La espiritualidad cristiana propone un crecimiento con sobriedad y una capacidad de gozar con poco. Es un retorno a la simplicidad que nos permite detenernos a valorar lo pequeño, agradecer las posibilidades que ofrece la vida sin apegarnos a lo que tenemos ni entristecernos por lo que no poseemos. Esto supone evitar la dinámica del dominio y de la mera acumulación de placeres”4. Hagamos un esfuerzo en nuestras familias para construir este sano estilo de vida. También el beato Pablo VI nos invitaba a mirar a la familia de Nazaret, «su sencilla y austera belleza”5.
Los abuelos.
En este mensaje navideño quiero tener un recuerdo especial para las personas mayores. Nuestros abuelos son para nosotros testimonio de vida austera y sacrificada; hombres y mujeres que han trabajado mucho por nosotros y nos han dejado la herencia preciosa de la fe cristiana, con toda la riqueza de tradiciones entrañables que vivimos en estos días. Deseo expresar mi sincera gratitud a todos ellos, mostrando especialmente mi afecto a todos los que se encuentran solos o enfermos y a todos los que los cuidan y atienden con dedicación y entrega. Seamos agradecidos y generosos para acompañarles en estos días y todos los días. Con el Papa Francisco quiero decir: “¡Cuánto quisiera una Iglesia que desafía la cultura del descarte con la alegría desbordante de un nuevo abrazo entre los jóvenes y los ancianos!”6.
Que el Niño-Dios nos llene a todos de su luz y de su paz.
¡Feliz Navidad!
? José Vilaplana Blasco
Obispo de Huelva