La estrella misteriosa de la NAVIDAD

estrellafugazBenito de la Morena. Y una estrella iluminó en el firmamento el camino hacia Belén y sirvió de guía a los Reyes que venían de Oriente buscando al Niño que debería redimirnos de nuestros pecados…

Previamente, unos doscientos cincuenta millones de años antes de esa primera Navidad cristiana, un gran meteorito de entre seis y doce kilómetros de diámetro, chocó contra la Tierra y provocó la mayor catástrofe del planeta de la que se tiene conocimiento científico hoy en día, pues desaparecieron el noventa por ciento de las especies marinas, el setenta por ciento de los animales vertebrados y la mayor parte de las plantas a causa, no sólo del imponente impacto que proyectó hacia la atmósfera inmensas nubes de polvo, partículas y gases, que oscurecieron el cielo impidiendo la llegada de los benévolos rayos del Sol que siempre nos ha regalado vida, sino también, a causa de presumible cambio de posición que experimentaros los polos geográficos con la consiguiente descongelación de las zonas heladas, la desertificación de los bosques y la inundación de los desiertos. Un cambio climático total que transformó la orografía y modificó la cadena evolutiva de las especies hasta nuestros días.


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Dicen los expertos que meteoritos de gran tamaño sólo llegan a las proximidades de la Tierra cada cien millones de años por término medio; que por cada millón de años se produce el impacto, contra la superficie del planeta, de un cuerpo de más de dos kilómetros de diámetro, y que otros más pequeños, de unos setenta metros alcanza la superficie terrestre una vez cada pocos cientos de años.

Sin embargo, las maravillosas “lluvias de estrellas” como se conocen popularmente a las Leonidas, nos recuerdan que periódicamente  pueden “llovernos” del cielo enjambres de entre cinco mil y diez mil meteoritos por hora durante unos pocos minutos, que atraviesan la atmósfera con velocidades de entre doce y ochenta kilómetros por segundo, generando en su frenético rozamiento y calentamiento de sus partículas con las capas protectoras de la atmósfera, la transformación de su propia energía cinética en luz y calor, y la consiguiente pérdida de masa que lo hace inofensivo para nuestras débiles cabezas, pues nos llega, si es que nos llega, como polvo, y despertando el deleite en nuestros sentidos al poder contemplar el armonioso “baile” de estrellas fugaces en las claras y cálidas noches de nuestra querida Huelva.


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Cuando los meteoritos poseen un brillo similar o superior al del planeta Venus, el astro más brillante del firmamento que se alcanza a ver con  nuestros ojos, entonces se les denominan “bólidos”, y son generados por partículas cuya masa oscila desde poco más de un gramo hasta miles de toneladas.

Muchos han creído encontrar en la Ciencia la explicación a los misteriosos caminos que hicieron posible la Creación, otros piensan que sólo formamos parte de un ciclo natural de vida y muerte vegetativa; algunos encuentran la explicación al “misterio” de nuestra existencia  en seres extraterrestres que condicionaron y aún condicionan el destino de nuestras vidas, pero yo sólo sé que “la estrella que nos indicó el camino hacia donde había nacido el “Hijo de Dios” estaba en su sitio justo y en el momento preciso, y ello me hace sentirme feliz el día de Navidad y proclamar ante ustedes mi deseo de Paz, Amor y Caridad para que seamos un poco más humanitarios el año próximo.

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