Antonio José Martínez Navarro. Árbol que crece en las altas y frías regiones de Europa. Asia y América del Norte. Pertenece al género Abies, de las familias de las coníferas y su forma es piramidal, con hojas delgadas y puntiagudas de un verde intenso dispuestas alrededor de las ramas y alineadas en filas opuestas.
Se conocen más de treinta especies, contándose entre los principales: el abeto blanco, que medra en Europa desde los Pirineos hasta el Cáucaso, en altitudes que superan los mil quinientos metros de altura, formando verdaderos bosques en la Selva Negra, en los Vosgos y Europa Central… Uno de los abetos más elegantes es el llamado Pinsapo. En nuestra ciudad podemos admirar algunos de ellos en la Avenida de Andalucía.
El tronco de algunos abetos, por ser muy alto y recto, se usaba, en los siglos en los que predominaban los barcos de madera, para mástiles. También es muy apreciado como árbol de adorno en parques y jardines, y como símbolo de la tradición cristiana, el abeto se convierte, en los días navideños, en iluminado centro de algarabía en la mayoría de los hogares británicos y en algunos españoles de la alta sociedad.
Néstor Lujan, ameno historiador de la revista “Historia y Vida”, en su número 141, nos hace saber un curioso dato:
<<…El primer árbol de Navidad que se vio en París, ya que no en Francia –donde era en Alsacia una antiquísima costumbre-, se debió a una española, la Emperatriz Eugenia. Efectivamente, en la Navidad de 1867, Napoleón III y su esposa quisieron adornar un abeto en las Tullerais para regocijo navideño del príncipe imperial. Se trajo, como es natural, de Alsacia. Luego, en 1870, tras la guerra con Prusia, Alsacia pasó a pertenecer al Imperio alemán, se popularizó esta costumbre como recuerdo y adhesión de aquella provincia perdida…>>.
En nuestra ciudad, los nacimientos dominaban los hogares huelvanos hasta el año 1917, fecha en la que la familia británica de los Ingram instaló en su hogar el primer árbol de Navidad que era precisamente un abeto:
<<En la elegante morada de los Sres. de Ingram, se ha celebrado esta tarde la tradicional fiesta del árbol de Navidad.
El hermoso patio de la casa se hallaba exornado con buen gusto, habiéndose empleado en el adorno profusión de plantas, banderas y guirnaldas, formando artísticas combinaciones.
En el centro se había colocado un hermoso árbol de Navidad, profusamente alumbrado, del que pendían numerosos juguetes y otros regalos para la gente menuda.
Los niños, rodeando el árbol, entonaron preciosos cantos, bailando, también danzas típicas, en medio de la mayor alegría.
El cuadro que ofrecía el patio de los Sres. de Ingram era verdaderamente encantador.
Los pequeños no se daban un momento de reposo en su diversión, escuchándose continuas risas y canciones.
También se jugó a las prendas, suscitándose graciosísimos incidentes que eran acogidos con francas carcajadas y exclamaciones.
En suma, la fiesta resultó brillantísima, lo mismo para los niños que para las damas y caballeros que acudieron invitados por los dueños de la casa.
En el domicilio de los Sres. de Ingram vimos a las monísimas niñas de Rowlat, de Lee, de Adams…>>.
El segundo árbol navideño que hemos captado en la historia de Huelva, estaba instalado en la casa de don Montagut Brown, director de la Compañía de Zafra, en una fiesta, celebrada el día 27 de diciembre de 1926, en honor de los hijos de los empleados de la citada Compañía, que fueron, sin duda, el primer árbol que vieron con estas características:
<<…Vino después el segundo obsequio: el regalo codiciado… Ante la puerta de una de las salas de la casa a que nos referimos, y hallándose aquella cerrada; los pequeños se congregaron sin que hubiera medios de imponerles orden, queriendo abrir con los ojos y con el viento de sus deseos aquel impedimento de madera que se les imponía.
A los acordes de la Marcha Real y del Himno inglés se abrieron al fin las puertas y el efecto fue sorprendente: en el centro de la estancia, profusamente adornada, aparecía el “Árbol de Noé” en cuya rama pendían infinidad de juguetes de valor y situados caprichosamente… en columnas de a dos se pasó al interior, desfilando los niños alrededor del “arca”, al par que los señores de Brown iba enseñándoles aquellos juguetes que los agasajados elegían, operación que hicieron por dos veces…>>
En las últimas décadas del siglo XX algunos han considerado que ha aumentado las tradiciones extrañas a las antiquísimas costumbre navideñas españolas para modernizar la tradición del Belén o Nacimiento o que el viejo barbado Papa Noel compita con la tradicional asistencia de los Reyes Magos. Craso error, ya que el árbol de Navidad es una de las costumbre de la vieja Europa que se pierde en la noche de los tiempos.
En la actualidad, el Árbol de Navidad lo hemos asimilado y aceptado los onubenses en tal forma que nos parece extraordinario que sólo hayan pasado cien años desde que se instaló en Huelva, y es posible que en Andalucía, por primera vez.