A.R.E. En Ciudad Juárez, una ciudad fronteriza al norte de México de más de 1.300.000 habitantes, llega ya siete meses de aventura el onubense Ángel Osuna Alba. Allí se encuentra trabajando como jefe de obra civil y supervisor mecánico en la construcción de un parque fotovoltaico, una experiencia que está viviendo con ilusión y, al principio, con un poco de miedo, habida cuenta de la fama de peligrosa de esta ciudad mexicana.
Ángel, de 32 años, vivía en Punta Umbría antes de salir al extranjero. Sin embargo, el onubense nació en Huelva capital y se crió en Pérez Cubillas. Por el trabajo de su padre, durante muchos años su familia tuvo que viajar bastante (Mallorca, Marruecos…), lo que causó que, en su infancia, cambiara de colegio con asiduidad. Al final volvieron al barrio onubense, donde se formó en el CP Tartessos y el IES José Caballero.
Acabó estudiando una FP Superior de Topografía y Urbanismo en el IES Vicente Rodríguez Casado, en La Rábida, formación que compaginó con la actividad hostelera, un sector en el que empezó a trabajar a los 17 años. Tras terminar la Formación Profesional, hizo prácticas y luego se quedó en plantilla en una de las mayores empresas de construcción españolas, lo que le proporcionó gran experiencia en el ámbito de la topografía.
Pero con la crisis económica y la caída de la construcción, tuvo que volver a la hostelería, a la vez que seguía realizando pequeños proyectos de topografía. Tras trabajar durante años para una conocida empresa de la provincia, trabajar de autónomo, e incluso mano a mano con un amigo como topógrafo, hizo muchos contactos, siendo uno de ellos el responsable de su vida actual en México.
– ¿Por qué decidiste irte fuera?
– Realmente no lo busque, me surgió. Un gran amigo y compañero de trabajo me llamó y me ofreció mi actual puesto. Siempre he estado muy enamorado de la cultura mexicana, tal vez Juárez nunca fue mi sueño, es más, me lo pensé mucho al saber que es una de las ciudades más violentas del mundo, pero me armé de valor y decidí lanzarme a esta aventura.
– ¿Es tu primera estancia en el extranjero?
– Laboralmente estuve viviendo también en Francia, al sur, en un pueblecito cerca de Marsella. Allí es donde empecé a aprender a desenvolverme en las fotovoltaicas. Aquello sí se me hizo más difícil, ya que los franceses son mas fríos y desconfiados.
– ¿Cómo fueron tus primeros días en México?
– Mis primeros días fueron con mucho miedo realmente. Nos pusieron escolta, chófer y cursos de seguridad, lo que fomentó mucho el miedo. Es una ciudad donde todos los días hay asesinatos, y aunque sean ajustes de cuentas, el miedo para alguien que no es de esta ciudad es normal. Miedo a salir a la calle y moverse. Tras dos semanas empecé a conocer gente local y a ver que la violencia existe, pero con cuidado y sabiendo dónde moverte no existe tanto riesgo. Aquí la gente lleva una vida cotidiana y normal, y como dicen ellos, el truco está en nunca mirar las noticias…
– ¿Cómo son los mexicanos?
– Eso es lo que me enamoró de Juárez. Esta zona realmente no es bonita, es una frontera industrial en medio de un desierto, pero sus gentes son increíbles, la educación que tienen, la disponibilidad y las ganas de ayudar. Son serviciales, alegres y dispuestos a dar todo lo que tienen por los demás. Se ha demostrado recientemente con la tragedia del terremoto, se ha visto un país volcado en ayudas y aquí he hecho grandes amigos, los cuales sé que lo pasaré muy mal el día que me tenga que despedirme de ellos.
– ¿Cuál es tu empleo en México?
– Aquí estoy trabajando de jefe de obra civil y supervisor mecánico en la construcción de un parque fotovoltaico. Me encanta mi trabajo y me siento muy orgulloso, tengo grandes compañeros que vinieron desde España, así como grandes compañeros de México y Bulgaria.
– ¿Cómo es vivir allí?
– Lo que más me sorprende y me encanta es que llevan una vida sin preocupaciones económicas. Si ganan 1000, se gastaran 1000, no se plantean el ahorrar y no tienen esa obsesión europea por el acumular e hipotecarse. Aquí el dinero es para disfrutarlo hoy. También se echa de menos la vida de calle, los parques, paseos peatonales y los grupitos de gente en las plazoletas. Pese a que la violencia ya no es la que hubo de 2010 a 2012, aún se tiene cuidado y desconfianza, por ejemplo aquí cierra todo a las 2 am por seguridad, incluidas las discotecas.
– ¿A qué costumbres te ha costado más trabajo adaptarte?
– Por suerte me he sentido muy acogido y no me ha costado ningún trabajo adaptarme. Pensé que lo difícil sería conocer gente, pero aquí cuando escuchan tu acento todos se interesan por tu cultura y están deseando mostrarte la suya. Sobre la gastronomía, a diferencia de mis compañeros, a mí me encanta el picante y todas sus comidas. Tal vez se hacen repetidos sus sabores, ya que no cuentan con la diversidad gastronómica española, pero la comida mexicana no está mal.
– Cuéntanos alguna anécdota que te haya ocurrido durante tu estancia.
– Anécdota simpática sería, por ejemplo, que no había visto a ningún español en Juárez, aparte de nosotros, ya que es muy raro ver europeos por aquí. Un día viajamos a Estados Unidos, concretamente a un desierto en Nuevo México llamado White Sands. Tras subir en ese desierto una duna de 20 metros, me encuentro un chico a mi lado arriba del todo que le grita a la gente de abajo de la duna: «¡Pisha subí parriba que no e pa tanto!». A lo que le dije: “En el sitio mas inhóspito, arriba de la duna, allí se encuentran dos andaluces, ¡uno de Cádiz y otro de Huelva!». Anécdota desagradable, es que por desgracia me ha tocado ver ya cinco muertos con mis ojos, y la verdad que impacta ver los cuerpos encobijados en la carretera y escuchar un tiroteo, que también impresiona.
– ¿Cuáles son tus planes?
– Mi plan de futuro es terminar este proyecto, seguir creciendo, aprendiendo y trabajando duro. Confío en que esta gran empresa cuente conmigo para otros proyectos y, quién sabe, tal vez el año que viene os escriba desde Argentina, México, China o Australia. El tiempo lo dirá.
– ¿Qué piensa tu familia de tu aventura?
– Mi madre y mi hermana, al principio, tenían mucho miedo, y es normal si ves las noticias de Juárez, todo son tragedias, pero con el tiempo se han tranquilizado y como me ven contento, ellas también se alegran. Mi pareja y mi gato me esperan en casa deseando mi vuelta, ya que cada dos meses vuelvo una semana. Es duro, pero lo entienden y más aún sabiendo la situación de nuestro país, que hace casi obligatoria “la fuga de cerebros” como se suele decir.
– ¿Qué es lo que más echas de menos de Huelva?
– El pescado y el marisco, estamos a más de 12 horas del océano, por lo que aquí sólo se come carne y siempre estoy deseando volver para comerme unos buenos boquerones, una dorada o que mi madre me haga unas papas con chocos. Por supuesto también a mi gente, cada detalle o vivencia que tengo pienso ojalá la pudiera compartir con algún amigo o familia. Mi gente de Huelva y mis Torreteros. Mis cervecitas con mi gente de Punta Umbría en invierno, cuando no queda nadie en el pueblo, y por supuesto mi sobrina, que su “tito ange está en mesico”. Y mi gato y mi pareja viendo series en el sofá.
– ¿Recomiendas a todo el mundo que viva un tiempo fuera de España? ¿Por qué?
– Siempre recomendaré moverse y lo digo por experiencia propia. Cuando echas raíces y entras en la zona de confort, cualquier novedad te parece un mundo. Hay que enfrentarse a ellas con valor, dar un paso al frente y conocer mundo. Claro que vivirás malas experiencias y buenas, pero todas ellas te harán aprender y ver el mundo con otra perspectiva totalmente distinta.
– Para terminar: un mensaje a los onubenses.
– Mi mensaje para los onubenses es que tengan claro que vivimos en un paraíso en la tierra: tenemos la mejor gastronomía, los mejores paisajes y una forma de vida envidiable y se valora más aún cuando sales y muestras a la gente fotos de tu tierra y quedan asombrados de ver que vivimos en un edén. Aprendamos a valorarlo, cuidarlo y promoverlo, pero siempre estará ahí para volver. Mientras, viajemos para poder valorar.
– Muchas gracias.