A.R.E. Según la Asociación Nacional para el Descubrimiento de Nuevos Antibióticos, España es uno de los países de la Unión Europea con un índice más alto de resistencia a los antibióticos, ya que se han consumido de manera excesiva. La consecuencia de ello es que existe un mayor riesgo de desarrollo y expansión de bacterias multirresistentes.
Encontrar soluciones a este problema es uno de los objetivos de las investigaciones actuales del onubense Antonio Romero Garrido, jefe del grupo Biología Estructural de Proteínas del Centro de Investigaciones Biológicas, perteneciente al CSIC, y profesor de Investigación desde el año 2011. En este Centro, lleva a cabo la dirección de proyectos de investigación propios y la formación de personal.
En estos momentos, Romero está centrado, como él mismo relata, en «superar la gran brecha existente entre la multirresistencia bacteriana y el desarrollo de nuevos antibióticos. Por ello, se están desarrollando terapias alternativas, como la inhibición de los factores de virulencia. La patogenicidad bacteriana se relaciona con la capacidad que tienen las bacterias para expresar genes de virulencia respondiendo a determinadas señales. Por lo tanto, la inhibición de estos factores de virulencia podría constituir una alternativa al uso de antibióticos. Dentro de este marco, nuestro proyecto actual consiste en descifrar la estructura de los componentes esenciales de la maquinaria celular de uno de los sistemas de secreción bacterianos«.
Por tanto, esta investigación se enmarca en el campo de la Biología Estructural, abordando un problema de salud pública de tremenda actualidad como es el estudio de los mecanismos de patogénesis y resistencia bacteriana.
En este sentido, en los últimos años han sido varias las aportaciones y logros cosechados por el equipo del profesor Romero Garrido. Así, en 2001, la prestigiosa revista Nature Structure Biology publicaba la descripción, por primera vez, de la estructura de un dominio de unión a colina. «Estos dominios están directamente relacionados con la virulencia del neumococo. En base a su estructura hemos podido comprender los mecanismos de anclaje y activación de estos factores de virulencia a la pared celular», explica el onubense.
Otra de sus aportaciones fue describir el mecanismo de acción, en base a la estructura tridimensional, de una carbapenemasa, una enzima implicada en la resistencia a los antibióticos carbapenémicos en Acinetobacter baumannii y que son considerados fármacos de elección en el tratamiento de las infecciones causadas por este microorganismo. Este trabajo, publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences
(PNAS), fue el punto de partida para abordar la descripción del mecanismo de acción de una nueva familia de inhibidores beta-lactámicos.
Pero todo esto no habría sido posible si, de pequeño, no hubieran incentivado a Romero para estudiar Química. Antonio, de 58 años y el mayor de cuatro hermanos, nació en Huelva capital, aunque pasó su niñez en la localidad serrana de Higuera de la Sierra, donde destinaron a su padre, maestro de escuela, más de 12 años. Con nueve años, al comenzar Bachiller, se trasladó a Huelva capital, donde residió, hasta que finalizó COU, en el Colegio Menor San Pablo. Estudió durante este periodo en los institutos Alto Conquero y La Rábida.
Fue en estos tiempos cuando empezó a interesarse por la Bioquímica, en concreto, en 5º de Bachiller. «Fueron mis profesoras de Biología y de Química las que me transmitieron ese interés. En 6º, una de las mejores profesoras que tuve en Matemáticas, Pepita Amil, me hizo dudar por las ciencias exactas, como las Matemáticas, pero finalmente me decidí a estudiar Química en la Universidad de Sevilla«, recuerda el onubense.
En el año 1976, inició los estudios en la Facultad hispalense, eligiendo la especialidad de Química Fundamental, y convirtiéndose la Química Orgánica y Organometálica en sus asignaturas preferidas. También en Sevilla realizó su tesina, en la que abordaba la síntesis de di-péptidos de paladio y platino, unos compuestos muy utilizados en la terapia del cáncer, como los cis-platino.
Al finalizar la tesina, y como su por entonces novia, hoy esposa, Alicia, se había desplazado a Madrid, decidió seguirla hasta la capital española, comenzando en 1984 su carrera científica en el CSIC. Al año siguiente fue becado por el Ministerio de Educación y Ciencia para realizar su tesis doctoral, que defendió en 1987 en la Universidad Complutense de Madrid bajo la dirección de la doctora Amelia Santos. «Una parte muy importante del trabajo lo hice con el doctor Ángel Vegas y fue él, el que me introdujo en el apasionante campo de la cristalografía de rayos-X«, reconoce Romero.
En 1991 obtuvo una plaza de científico titular en el Instituto “Rocasolano” de Madrid, también dependiente del CSIC, donde trabajó hasta 1996.
Pero antes de iniciar su carrera investigadora, el onubense hizo algunas incursiones en el mundo laboral. Mientras estudiaba la licenciatura, y en los meses de verano, hizo prácticas en el polo químico de Huelva, en la división de producción de ácido sulfúrico y en la planta de electrolisis de cobre de Río Tinto Minera. También trabajó un año en el Banco Atlántico, siendo seleccionado, tras las prácticas, para incorporarse a la oficina central en Sevilla. «A pesar de la suculenta oferta, laboral y económica, decidí apostar por lo que siempre había soñado, y que era la investigación«, afirma Romero.
Tras rechazar este empleo, el onubense comenzó como becario sin remuneración en el Instituto “Elhuyar”, donde posteriormente realizó el doctorado y, antes de ser becado por el Ministerio de Educación y Ciencia, disfrutó de otra beca, ésta de seis meses, en el sector industrial, en las instalaciones de Ensidesa en Avilés (Asturias).
Por otro lado, durante su trayectoria como investigador ha realizado cuatro estancias en el extranjero. La primera en la Universidad de Rennes, en la Bretaña francesa, un periodo postdoctoral que recuerda con mucho cariño pues, durante el mismo, fue padre por primera vez de una niña llamada Rocío.
El tema de su investigación en Francia era la química de unos compuestos muy inestables (denominados cumulenos), difíciles de sintetizar, aunque tras nueve meses logró aislar un primer compuesto que abrió la puerta a una serie de trabajos que sirvieron de punto de partida para varios estudios de fin de carrera y dos tesis posteriores.
Su segunda estancia fue de dos años en el Max Planck de Bioquímica de Munich (Alemania), donde inició su andadura en cristalografía de rayos-X aplicada a complejos macromoleculares. Allí tuvo el placer y la responsabilidad de tener a un premio Nobel, el profesor Robert Huber, como director del Departamento (Abteilung Strukturforschung).
Por último, Romero ha realizado estancias, por periodos más breves de tiempo, en el LMB-MRC de Cambridge y la Columbia University en Nueva York.
Después de tanto años en el mundo de la investigación, el onubense reconoce que para ser un buen investigador es necesario tener «curiosidad, la capacidad para cuestionarse aquellos elementos preestablecidos y la perseverancia y creatividad suficientes para perseguir los planteamientos científicos».
Cuando no es científico a jornada completa, Antonio dedica su tiempo a la lectura, el senderismo y la música. De hecho, desde que tuvo su primera guitarra gusta de componer canciones y actualmente es integrante de un coro de música contemporánea de Madrid denominado NUR.
Por último, este onubense reconoce que su dedicación al ámbito científico no hubiera sido posible sin el apoyo constante de su mujer, Alicia, y la paciencia de sus hijos, Rocío y Antonio, a los que le hubiera gustado poder dedicar más horas en algunos momentos de su vida. A ellos debe gran parte de su éxito profesional, una trayectoria que continúa ahora con la búsqueda de herramientas para afrontar las bacterias multirresistentes.