M. P. D. El escritor rocianero Antonio Ramírez Almanza vuelve a la actualidad poética después de publicar hace unas semanas un nuevo poemario que aparece bajo el título de Los días lejos. Camino de Erg Chebbi, una obra editada por la Editorial Cigüeña. Se trata de una publicación en la que el poeta y director de la Fundación Zenobia Juan Ramón Jiménez de Moguer muestra a través de una serie de poemas breves las sensaciones que tuvo en un viaje realizado al desierto marroquí durante tres días, tres jornadas en las que prácticamente estuvo solo con las dunas. Una experiencia literaria que Ramírez Almanza comparte con la pintora de Rociana afincada en Marruecos María José Cumbreras, que complementa los textos con bellas ilustraciones de la zona.
Un delicioso libro que, como el propio autor reconoce, «es casi un capricho», al tiempo que viene a complementar, a ser una segunda parte, de su obra Poemas en Marrakech. Una nueva propuesta literaria de este onubense que ha desarrollado una intensa labor en el campo de la política cultural, la creación literaria y la historia, incrementando así su abundante obra creativa, de crítica literaria, ensayos, artículos e investigación histórica con esta nueva obra. No olvidemos que Ramírez Almanza cuenta en su haber con numerosas creaciones, como son De la ira al susurro (1999), Doñana: Interiores (1999), trabajo en colaboración con Juan Drago, Manuel Parrales y el pintor Juan Manuel Núñez, Marzo Amante (2001), El triunfo del día (2002), Poemas de Marrakech (Ediciones Qneras. Moguer. 2002), Los Signos del gorrión, Toponimia de Rociana, Mazagón. El Mar Primero o La Puerta de los Secretos (2014).
Son publicaciones a las que ahora se suma este poemario, Los días lejos. Camino de Erg Chebbi, que ya se está difundiendo en diversos foros literarios, y que ha querido presentarnos en Huelva Buenas Noticias a través de esta entrevista.
-Antonio, lo primero que nos llama la atención del libro es su sugerente título. ¿Por qué Los días lejos. Camino de Erg Chebbi?
-Erg Chebbi es una zona del desierto de Marruecos que se encuentra en Merzouga. Un lugar al que viajé hace unos meses. El objetivo del viaje no era otro que salir de Moguer, llegar hasta Marrakech y, atravesando el Atlas, salir luego a Merzouga, a Erg Chebbi, para alojarnos en ‘La Gacela Azul’. Durante esa estancia de tres días, cada uno de nosotros vivió por su cuenta. Una amiga, la artista rocianera afincada en Marruecos, María José Cumbreras, me presentó a una serie de amigos que me permitió integrarme en un grupo. Pero, durante estos tres días de estancia en el desierto, vivimos totalmente apartados. Sólo nos vimos durante momentos puntuales de la comida. Así, ella se dedicó a pintar, mientras que yo fui anotando las reflexiones que me iban surgiendo. El resultado de aquella interesante experiencia es una especie de diario sobre las sensaciones que vivimos en este viaje, que he publicado bajo ese nombre de Los días lejos. Camino de Erg Chebbi.
–¿Cómo surge la idea de realizar esta experiencia tan curiosa?
-Mi relación con Marrakech y la cultura árabe es muy relevante desde hace mucho tiempo, por razones profesionales, literarias y personales. Visito mucho Marrakech y Tánger. Ya hace unos años, cuando María José Cumbreras se instala en el país, me acerqué a visitarla. Fue la primera vez que fui a Marrakech. El resultado de aquel viaje de una semana de duración fue la publicación de mi libro bilingüe (árabe-español) Poemas de Marrakech, traducido al árabe por Mezouar El Idrissi. Por ello, pienso, que esta nueva obra que ahora publico es como una continuación de aquel libro, al tratarse de otro momento de mi relación con Marruecos, aunque ante un paisaje muy diferente.
-¿Recordamos ese libro, Poemas de Marrakech?
–Poemas de Marrakech es similar a este en el sentido de que se trata de un libro donde también expongo poemas en los que muestro los sentimientos de aquella vivencia, de mi estancia en Marrakech, a través de 30-40 poemas breves. Posteriormente, he ido en muchas ocasiones más a esta ciudad con temas de la Fundación Zenobia Juan Ramón Jiménez, del Colegio Internacional Juan Ramón Jiménez de Casablanca, por exposiciones, la organización de Encuentros Hispano-Árabes, charlas, por invitación de El Idrissi, que es catedrático de la Universidad de Tánger, etcétera. En definitiva, con nuestro vecino del sur yo tengo una especial relación de cercanía. Así que después de haber escrito aquel libro de poemas de Marrakech, al estar traducido al árabe, frecuentemente me invitan a participar en actividades literarias, como ha sucedido recientemente en un encuentro de poetas. Y cada vez que viajo a Marruecos me desprendo de muchas cuestiones sociopolíticas para no sufrir por algunas de las situaciones que observo, sino que procuro quedarme con la parte buena en mi condición de poeta.
-¿Qué diferencias podemos encontrar entre estas dos obras dedicadas a Marruecos?
-En Poemas de Marrakech se describe más un paisaje humano y, en esta ocasión, me centro más en el paisaje natural, aunque en ambos casos estamos hablando de lo que me provocan en mi estado de ánimo. Como escritor, yo funciono por impulsos poéticos, cuando se produce una relación con personas o por el efecto que me produce el encuentro con un paisaje. Y esos impulsos son los que aprovecho en este libro. En esta ocasión, en este viaje, iba con la predisposición de conocer un espacio nuevo, que siempre había estado en mi mente. Hay que tener en cuenta que es un lugar con temperaturas extremas, donde es difícil la supervivencia, así que fui a final del invierno, acercándose la primavera, porque a partir de mayo-junio no suelo bajar a Marruecos.
El viaje tenía muchos atractivos para mí desde el punto de vista creativo. Era muy sugerente, teniendo en cuenta, además, que las dunas de Erg Chebbi me recordaban al paisaje de las dunas móviles de Doñana, un territorio en el que he estado mucho tiempo con trabajos como ‘Doñana interior’, junto a Juan Drago y Manolo Parrales, que después dio lugar al Encuentro de Poetas y Escritores de Doñana, una propuesta muy heterogénea que tuvo una gran aceptación. Es cierto que aquellas dunas del desierto son mucho más grandes, pero en mi imaginario me recordaban mucho a las dunas de Doñana, a las de Mazagón y a los paisajes de mi infancia.
-¿Cuál fue su impresión al llegar al desierto?
-Yo conocía muy poco de los comienzos del Atlas y, realmente, es un paisaje muy bonito. Es una zona impresionante.
-¿Cómo ha plasmado en el libro las sensaciones que ha ido teniendo en este viaje?
-Lo que hice fue convertir a la duna en mi amante. Es como el que va a buscar a su amante. Y, en esa búsqueda, la convierto en un ser femenino, bello, con sensibilidad, viendo cómo cuando paseabas por la tarde dejabas unas huellas que desaparecían por el viento de la noche. Siendo así, lo veía como un animal hembra. Yo llego, me la encuentro y me compenetro con ella, contando un poco la estancia de esos momentos allí. Del mismo modo, también me llamaron la atención otras personas, como un ser mudo al que interrogo, un chico que me llevaba de un sitio a otro y que me llamó la atención porque no hablaba. También destacaría las tribus que estaban allí, al igual que el paisaje de las noches, que fueron muy oscuras, por lo que prácticamente no se veía nada.
-¿Cómo finaliza el libro? ¿Tiene un cierre?
-Es una obra en la que hago un trayecto que sale de Moguer y regresa a Moguer. Porque el día que vuelvo lo hago a las Dunas de Mazagón y, en concreto, a la playa de Rompeculos, que es un entorno que a mí me inspira mucho. El primer poema del libro se refiere al día que salgo, que estaba lloviendo esa tarde y me refiero a la campiña verde: «La campiña verde en su tarde lluviosa no fue nombrada por el viento del sur». Y, a partir de ahí, todo lo demás son textos sobre el viaje: la travesía del Atlas, la estancia en el Rial, etcétera.
-¿Con qué poema se quedaría para terminar?
-Quizás con el poema referido a la oración, que dice así:
En el desierto la oración es el silencio.
Nadie llama.
El día es la arena.
El horizonte. El rumor del aire.
La brisa.
El movimiento de las cortinas.
La nube blanca. La montaña lejana.
Nadie llama.
Nadie se inclina…
Se trata de un poema en el que reflejo cómo me llamó la atención el hecho de que cuando llegas a Marruecos escuchas la llamada a la oración. Pero, en el desierto, sin embargo, no se escuchaba nada, también porque son bereberes. Por este motivo, digo que la oración en el desierto es el silencio.
Otro poema llamativo es el referido a un chico que había allí, que no hablaba nunca, que dice así:
Cerca de mí habita un narrador de sombras.
Habla al espacio vacío de las estancias
Y como un recitador mudo bajado de las montañas
No despega nunca los labios a los presentes.
Es un ausente de la tribu. El recogedor de silencios.
Entra y sale sin palabras.
Sin palabras mueve su cuerpo, siempre alejándose.
De voces y ruidos.
En definitiva, en estos poemas muestro las sensaciones de aquellos días. Fragmentos de aquellos momentos. Todo ello con las ilustraciones de María José Cumbreras, que son magníficas.
-¿Tiene previsto presentar el libro en algún acto?
-Este libro es una especie de capricho personal, por lo que, por el momento, no tengo previsto realizar ninguna presentación oficial o pública, aunque no descarto llevar a cabo algún encuentro de presentación entre amigos.