Rosa Mora. Los vecinos de la Cuenca Minera saben a dónde acudir cuando desean entregar ropa y material educativo y sanitario con la certeza de que este llegará a manos de personas que lo necesitan. Conocidas son ya las caravanas solidarias emprendidas por Antonio Abab Díaz Ortega, un riotinteño que desde el año 2009 realiza tareas de ayuda humanitaria, principalmente en zonas del Atlas marroquí. Un compromiso altruista que le llevó a crear desde cero la asociación Asisti Cuenca Minera, a través de la cual gestiona y organiza decenas de eventos solidarios con la finalidad de conseguir financiación para ejecutar proyectos de diversa índole.
El riotinteño, que acumula numerosas experiencias en campañas de ayuda a inmigrantes subsaharianos en la valla de Ceuta, deseaba este verano conocer de cerca la situación de los refugiados que, aunque en menor número, siguen llegando a las costas griegas. En esta línea, Antonio Abad Díaz Ortega ha tenido durante el mes de julio la oportunidad de colaborar junto a voluntarios de la organización andaluza Proem-Aid en las diversas labores que llevan a cabo sobre el terreno. En el especial, se ha involucrado en el proyecto ‘Agua’, el cual persigue mejorar las habilidades acuáticas de los niños haciéndoles, en primer lugar, perder el miedo al agua.
A su vuelta, son muchas las imágenes con las que el onubense regresa en la mente. Una de ellas es el momento en el que fue testigo de la llegada de un dingui [embarcación hinchable con motor] en la que viajaban decenas de personas procedentes de Siria, Irak y Afganistán con cuatro mujeres embarazadas y un gran número de menores a bordo. «Era en torno a las 05.30 horas de la madrugada cuando, mirando con los prismáticos, observé un pequeño punto en la penumbra del amanecer. Una experiencia difícil de asimilar», cuenta el onubense.
Han sido tres semanas las que Antonio Abad permaneció en Grecia. En un primer momento llegó Tesalónica, trasladándose posteriormente a Lesbos. «En Tesalónica es cierto que hay muchos refugiados pero también muchas organizaciones trabajando, por lo que todo parecía estar bastante controlado, es por eso que decidimos viajar hasta Lesbos», nos explica. En relación al material que el riotinteño llevaba desde Huelva, este fue entregado a una organización suiza, One Happy Family, encargada de la gestión de un centro cultural. «Un centro donde ofertan clases para niños y adultos, disponen de comedores, bibliotecas… Son espacios diseñados para la convivencia y la multiculturalidad», explica el onubense.
Por otro lado, en contraste con la situación de «cierto control» que se respira en la mayor parte de campamentos, Antonio Abad destaca el campo griego de Moria como el que peores condiciones presenta. «A este campo está prohibida la entrada y es el que está más militarizado. Tan solo tienen permitido el acceso ACNUR y Médicos Sin Fronteras», explica. A nivel general, el onubense se muestra muy crítico con la situación que aún perdura en las costas griegas. «Los campamentos funcionan bien pero hay una situación de bloqueo que no progresa. La estancia de los refugiados se prolonga en los campos, ya que no hay flujo de salida hacia Europa y los que no soportan esa situación deciden salirse del camino oficial emprendiendo rumbo hacia el norte e intentando atravesar las fronteras como pueden. Esos lo están pasando fatal. Hay mucha gente en Hungría y Serbia, que se encuentran en muy malas condiciones. Algunas ONGs se están desplazando a estos países para intentar ayudar, no obstante, es muy difícil trabajar ahí ya que, al contrario que en Grecia, no reciben apoyos de los Gobiernos», nos cuenta. «Lo peor -añade- es que no hay soluciones a la vista, ellos [los refugiados] no van a dejar de venir, y desde el Tratado con Turquía y el endurecimiento de las fronteras con Marruecos el flujo se está concentrando en la vía de Libia por el Mediterráneo central hasta Italia, lo que implica un trayecto mucho más largo y complicado y habrá muchas más muertes».
A pesar de todo, Antonio Abad se queda con lo positivo de su experiencia: el grupo de personas con las que ha coincidido en los campos de refugiados. «Gente que está allí colaborando, llegada de todo el mundo. Son dignas de admirar las iniciativas particulares y los centros de atención al refugiado que siguen funcionando».
Y tras su estancia en Grecia, el riotinteño prepara ya su próximo periplo. El destino, el que le cambió su forma de entender la vida. Pronto volverá a prestar la ayuda que esté en su mano en el norte de Marruecos. Volverá a viajar a los bosques cercanos al paso fronterizo ceutí, donde centenares de personas aguardan su oportunidad para dar el salto al continente europeo.