A.R.E. El territorio donde hoy se asienta la ciudad de Huelva ha albergado a muy diversas civilizaciones a lo largo de los siglos. Las excavaciones realizadas así lo han demostrado. Siempre que se mueve terreno en la capital onubense, el resultado es el hallazgo de huellas de sus antiguos pobladores que ayudan a conocer y comprender sus formas de vida.
Un claro ejemplo lo encontramos en el Museo de Huelva, donde están depositados varios miles de fragmentos de cerámicas griegas arcaicas, lo que significa que el subsuelo de la ciudad alberga cientos de miles de vasos griegos.
En éstos se centra una nueva investigación –Producción de cerámicas griegas arcaicas en Huelva– que el historiador Fernando González de Canales acaba de hacer pública en la revista Archivo Español de Arqueología. Su estudio, en colaboración con Jorge Llompart Gómez, sostiene que en Huelva hubo una manufactura local de cerámicas griegas entre los años 590 y 540 a.C.
Esta teoría se sostiene en el hallazgo, en diferentes puntos de la ciudad, de un tipo de cerámicas griegas desconocido en todo el Mediterráneo, un grupo de vasos caracterizado por una pasta verdosa amarillenta que fue identificado en su momento por los doctores Fernández Jurado y Cabrera Bonet, aunque éstos no pudieron determinar su centro de producción.
La ausencia de estas cerámicas en otros lugares llevó al historiador González de Canales a plantear la hipótesis, coincidiendo de forma independiente con el profesor Domínguez Monedero, de la Universidad Autónoma de Madrid, de que quizás fueron manufacturadas en la propia Huelva.
Para llegar a esta conclusión, el investigador analizó cerámicas localizadas en solares de las calles Méndez Núñez, Concepción y Puerto, piezas entre las cuales se encontraba un ánfora con deformaciones de cocción en el horno (que jamás habría sido destinada al comercio de haber sido fabricada fuera de Huelva).
Pero el mejor método para determinar el lugar de producción de un vaso cerámico es comparar su pasta con los depósitos naturales de arcillas usadas en alfarería. Así, González de Canales cotejó la composición de las cerámicas objeto de estudio con muestras de margas azules -también denominadas arcillas de Gibraleón-, tradicionalmente utilizadas para alfarería en el valle del Guadalquivir y Huelva, tomadas de las canteras de Gibraleón y de una afloración en el Cabezo del Conquero.
En la Universidad de Huelva se realizaron análisis mineralógicos por difracción de rayos X y en los laboratorios ActLabs de Ancaster (Canadá), análisis de elementos químicos mediante Activación Neutrónica. Los resultados mostraron la coincidencia entre la composición de las cerámicas y los depósitos naturales locales de arcillas, tanto en la concentración de los elementos químicos presentes, como en los que no alcanzan los límites de detección.
Además, averiguaron gracias a estas pruebas que las cerámicas fueron cocidas a temperaturas superiores a 900º C y, lo más interesante, detectaron en su composición química cantidades testimoniales de oro y más notables de plata, ausentes en los depósitos naturales. Ello se justifica, según el autor del estudio, «por la importancia en la ciudad durante cuatro siglos de las actividades metalúrgicas. Escorias de plata aparecen en todas las excavaciones de Huelva que alcanzan niveles protohistóricos. Los metales preciosos probablemente penetraron en la estructura cerámica por los flujos acuosos subterráneos durante los 2.500 años que permanecieron en un subsuelo contaminado por estos metales. Un proceso similar ha sido sugerido en cerámicas de Jerusalén y otros centros urbanos de Israel y de la ciudad griega de Corinto».
El conjunto de estas cerámicas manufacturadas en Huelva no difiere en su forma de otros vasos griegos, su peculiaridad, a simple vista, se haya en su coloración, verdosa amarillenta debida a la pasta empleada en su fabricación. Entre los objetos más llamativos, destacan vasos utilizados en el simposium o banquete, de tanta raigambre en la tradición griega, entre otros, copas para beber, cráteras para mezclar vino con agua y jarros para verter el vino.
En este sentido, González de Canales, quien es miembro del Centro de Estudios Fenicios y Púnicos y Académico Correspondiente de la Real Academia de la Historia, pone de relieve que estas producciones de cerámicas griegas son de escasa calidad. Su decoración se limita a amplias zonas pintadas de negro, bandas u ocasionales puntos o lengüetas, nada que ver con las extraordinarias figuras negras áticas.
Probablemente, estos objetos fueron manufacturados en alfares instaurados por artesanos independientes de origen griego, sin que se puedan diferenciar círculos o escuelas a partir de formas y decoraciones. «Aunque a Huelva llegaron vasos de extraordinaria calidad de Atenas y Esparta, la instauración de alfares liberaría a los griegos establecidos en la ciudad de una dependencia absoluta de las importaciones», pone de relieve el historiador. En cualquier caso, la producción de estas cerámicas cesó cuando, en la segunda mitad del siglo VI a.C., los griegos perdieron el contacto con Huelva.
Actualmente, las cerámicas de tono verdoso amarillento halladas en la capital onubense se encuentran almacenadas entre los fondos no expuestos del Museo de Huelva, excepto algún ejemplar exhibido en sus vitrinas. «Dado el interés que conlleva su producción en la propia Huelva, es posible que pasen a ser expuestos más ejemplares«, asegura González de Canales.
A raíz de esta investigación, su autor pone de relieve que, de cara al futuro, convendría multiplicar los análisis de pastas cerámicas para establecer estudios estadísticos y determinar la amplitud de las producciones locales. Así, en la línea de esta sugerencia, su equipo ha podido constatar recientemente por activación neutrónica que otro gran grupo de cerámicas griegas, muy diferente del anterior, también fue manufacturado en nuestra tierra.
En suma, las cerámicas griegas de Huelva suponen una muestra más de la importancia de la ciudad en aquella época. «Hasta donde conozco, sólo en la colonia griega de Ampurias, en Gerona, con fecha algo posterior, están documentadas producciones cerámicas griegas locales. Pero a diferencia de Ampurias, Huelva no fue una fundación griega, ya la ciudad-emporio existía a la llegada de los griegos», explica González de Canales.
Por último, el investigador ha querido agradecer a los profesores Fernández Caliani y Pérez Macías, de la Universidad de Huelva, su asesoramiento en cuestiones analíticas y minero-metalúrgicas, y al personal del Museo de Huelva sus atenciones, además de mostrar su reconocimiento a la Asociación de Amigos del Museo de Huelva (AMO) por haber peleado para que el edifico del Banco de España se convierta en un museo arqueológico. «Es una necesidad de nuestra ciudad y provincia», ha concluido.
Contexto histórico. Por otro lado, el investigador recuerda que los hallazgos arqueológicos y dataciones radiocarbónicas señalan que los fenicios, con plena colaboración indígena, establecieron en Huelva un riquísimo centro comercial a fines del siglo X a.C., que bien puede corresponder al Tarsis de los textos hebreo-bíblicos (Tarsisi asirio), identificado desde antiguo por muchos autores con el posterior Tarteso griego.
La ciudad-emporio (comercio, mercado) de Huelva , con la plata como principal atractivo, llegó a alcanzar 20 o más hectáreas densamente pobladas. Grosso modo se extendía desde San Pedro hasta la Plaza del Alcalde Coto Mora en dirección N-S y desde inmediatamente por encima de La Placeta (entonces inundada) hasta la Calle Fernando el Católico.
Esta extraordinaria amplitud para su época la convertía en el más destacado centro urbano del Mediterráneo centro-occidental y fachada atlántica europea y africana, al tiempo que su suntuosa necrópolis de La Joya podía parangonarse a las ricas necrópolis orientalizantes etruscas.
Los hallazgos arqueológicos demuestran que fue asiento de todo tipo de actividades industriales (triple metalurgia de plata, cobre y hierro), artesanales (destacando la constatación de talleres de marfil), agropecuarias y pesqueras desde los niveles más profundos.
En la segunda mitad del siglo VI a.C., será Cádiz quien se convierta en el principal centro del extremo occidente. Pero antes de que esto sucediese, desde fines del siglo VII a.C. y durante unos 80 o 90 años, los griegos establecidos en la actual costa turca del Egeo, fundamentalmente jonios de la isla de Samos y de la ciudad de Focea, mantendrán unos estrechos vínculos con la ciudad-emporio de Tarteso como refieren las fuentes escritas que tienen un primer origen en esa época (Estesícoro, Heródoto, Herodoro, Éforo-PseudoEscimno, “pasaje tartésico” del poema Ora maritima de Avieno) y demuestran los hallazgos arqueológicos de Huelva.