Pablo Rodríguez González, siervo de Dios

Don Pablo Rodríguez (foto cedida por Eduardo Sugrañes).
Don Pablo Rodríguez (foto cedida por Eduardo Sugrañes).

Antonio J. Martínez Navarro. La biografía de don Pablo Rodríguez no sólo ha sido reconocida por sus altísimas virtudes religiosas, sino por su obra gigantesca como evangelizador y padre amoroso para con los numerosos pobres que vivían en el extenso territorio del Polvorín.

Don Pablo fue un loco sublime, quien vivió durante gran parte de la primea mitad del siglo pasado y dedicó su vida a la virtud. Fue una vida tan desprendida de sí misma, que cuesta trabajo creer en ella. En este sentido, hizo cosas meritorias por vencerse a sí mismo y predicar la humildad. Don Pablo es un personaje de leyenda que casi se confunde con lo sobrenatural; pero, eso sí, tan ejemplar en su vida y tan puro en sus intenciones, que verdaderamente impresiona. Pero, vayamos sin más dilación a su breve bosquejo biográfico.



Sacerdote muy conocido y querido en Huelva por el amplio ejercicio de sus virtudes, nacido en Écija (Sevilla), el 7 de agosto de 1885.

Tras realizar los estudios primarios, terminó el bachillerato en 1902, y cursó estudios eclesiásticos en el Seminario de Sevilla, siendo ordenado sacerdote el 18 de diciembre de 1909 en la capital hispalense. Sin dilación, es destinado  y nombrado capellán de las Hermanas de la Doctrina Cristiana de la localidad sevillana de Guadalcanal realizando una labor muy fructífera. Inmediatamente es designado cura ecónomo de la Parroquia de Alosno, en donde estuvo cinco años. En 1922, el párroco don Julio Guzmán López, encuentra favorable recepción en el Cardenal Ilundaím para crear una parroquia en la barriada del Polvorín. No obstante, las obras no se iniciaron hasta julio de 1927. Pese a todo, el Cardenal Ilundaim, Arzobispo de Sevilla en aquellas fechas, ordenase habilite la capilla de las Madres Teresianas como parroquia, aunque provisionalmente, lo que ocurre en marzo de 1925. Terminada la construcción de la parroquia del Sagrado Corazón de Jesús, don Pablo cesa en las Teresianas, posesionándose de la nueva parroquia. En 1929, queda bendecido el templo del Sagrado Corazón de Jesús, ubicado en el Barrio del Polvorín, en el que D. Pablo es nombrado párroco propio de la misma hasta el 20 de diciembre de 1959. El día 5 de agosto de aquel 1959, es designado por don Pedro Cantero Cuadrado, primer Obispo de Huelva, canónigo simple de la Santa Iglesia Catedral, y el 6 de enero del año siguiente, capellán de las Hermanas de la Cruz, ambos cargos ocupados hasta la fecha de su muerte.


Puerto de Huelva

En los más de treinta años vividos al frente de la Parroquia del Sagrado Corazón de Jesús, D. Pablo vivió momentos dichosos, pero, no fueron escasos los difíciles. Así, el 20 de julio de 1936, incendian la Parroquia, tiran desde el campanario la campana y destruyen todas sus imágenes. D. Pablo, a base de ingenio y tesón, construyó, con sus propias manos, un nuevo retablo, restituyó la maltrecha campana y puerta de acceso y fue adquiriendo nuevas imágenes. Asimismo, gracias a sus desvelos, convirtió a su Parroquia en la sede canónica de varias Hermandades de gran arraigo popular y espiritual en nuestra ciudad (las Hermandades de la Victoria, de la Sagrada Cena…) y desarrolló una labor fecundísima en su anhelo de remediar el paupérrimo estado de muchos indigentes de Huelva.

Su labor pastoral la desarrolló en aquel sitio donde fuese llamado. En este sentido, tuvo fuerte vinculación con la Prisión provincial, de donde fue durante años capellán, en donde asistía a los actos de Nuestra Señora de la Merced  Acompañémosle a la función religiosa que se celebró, en el citado edificio penitenciario, el 24 de septiembre de 1947 y que aparece, al día siguiente en el diario “Odiel”:

<<…A las once se celebró misa solemne, oficiada por el capellán de la prisión, párroco del Sagrado Corazón de Jesús, don Pablo Rodríguez González, actuando de diácono el capellán don Alejandro Cano Rincón y subdiácono don José Sayago, párroco de Aljaraque.

             El Santo Sacrificio fue oficiado en el altar de la Prisión, que se hallaba lujosamente exornado con profusión de plantas y guirnaldas, y gran cantidad de luces, presidiendo un hermoso cuadro de la Virgen…>>.

Huelva Mena, al fondo la noble silueta de la Parroquia del Sagrado Corazón de Jesus en las fechas en que ejercía de párroco don Pablo Rodríguez.

Para conocer la personalidad de este venerable sacerdotes debemos dejarle la pluma a don José Luis Bellerin Contioso, de la Academia americana  de la Historia y Real Academia Sevillana de Buenas Letras quien escribía el jueves, 17 de diciembre de 1959, en el diario “Odiel”, con motivo de sus Bodas de Oro con el Sacerdocio:

<<…En este largo período de tiempo –se refiere a los 34 años de párroco en Huelva y, 30, rigiendo los destinos de la parroquia del Sagrado Corazón de Jesús, aclaramos nosotros- don Pablo ha llevado a cabo una labor muy difícil de superar. Porque aquella feligresía estaba totalmente abandonada, sin adecuada y precisa asistencia. Y sólo un tesón admirable, una voluntad férrea, un dominio de sí mismo y un amor que rebasa todas las fronteras, puede llevar al indiscutible milagro de captar y convencer a unos fieles que, por sus circunstancias sociales, no se prestaban ciertamente a la conquista. Barriadas pobres, dispersas muchas chozas entre sí dentro del contorno de su autoridad parroquial, fueron ganadas para Cristo. Sus moradores fueron cediendo poco a poco, ganados por la constancia y el sacrificio  de este hombre que puso a contribución toda su tenacidad indomable para atraer siervos al rebaño del Señor. Porque don Pablo no se detuvo nunca ante la terrible perspectiva que se le ofrecía. Antes al contrario, ello le servía de estímulo para alcanzar el hermoso y sagrado fin propuesto. Tarea ingrata, pero bella, tenía necesariamente que culminar en el triunfo que merecía tanta abnegación. Y, don Pablo, fidelísimo enamorado de su alto Ministerio, a imagen y semejanza de los primeros Apóstoles del Rabí, camina que te camina, sin descanso ni sosiego, con tiempo inclemente, ya con lluvias, vientos y fríos, ya con calores achicharrantes con temperaturas bonancibles, iba visitando las humildes viviendas de sus pobres feligreses, consolando a los enfermos, animando a los decaídos, favoreciendo a los más menesterosos y, a todos, impartiéndoles su bendición o administrándoles los Sacramentos de que hubieran menester. Era un tiempo en que los terrenos del Polvorín no estaban muy poblados, y donde la miseria y la pobreza eran continuos aliados. Pero don Pablo seguía impertérrito en su santo afán, no escuchándoseles jamás proferir la menor palabra de hastío o de queja. Guardaba su cansancio y su fatiga sin asomarlo al exterior, mostrando siempre su semblante sonriente, don Pablo Pedía fuerzas al Cielo constantemente, para que le infundiese salud y resistencia física, mientras sus pies, forzados en rutas inacabables en días de pruebas durísimas, llagados de tanto andar por aquellos lugares inhóspitos, con declives pronunciados y hasta pantanosos, se resistían a seguir adelante. Pero su misión era muy alta, muy elevada, y en aquella inmunda choza lejana, un moribundo precisaba los Sacramentos de su salvación eterna. Y, su familia, desamparada, el consuelo, la fortaleza y la ayuda para sobreponerse al trance amarguísimo.

            Así fue como don Pablo salió victorioso de su empeño y consiguió ser querido por todos, porque dio ejemplo extraordinario y fehaciente de lo que debe ser un párroco amante de sus feligreses, dándose todo con resuelta abnegación por el bien de la comunidad que le está encomendada. Don Pablo, con su desprendimiento, con su acusada bondad, con su sencillez innata, supo roturar las tierras que les fueron entregadas y, la cosecha, fue óptima y lisonjera. En esos 34 años de siembra pertinaz, fue dejando en el surco su existencia, y recordando minuto a minuto el mandato evangélico: “¡Por sus frutos los conoceréis!”. Y esos frutos quedan su parroquia, incapaz ya de bien patentes y reflejos en contener la asistencia de tantísimos fieles. Y en la erección en la misma de cuatro  Hermandades de Penitencia que hacen estación procesional durante la Semana Santa y que gozan de gran popularidad y prestigio en nuestra ciudad… Así se hace Religión, así se hace Iglesia y así se es párroco. Porque “la educación en el espíritu de la comunidad, tal como lo quiere la Acción Católica, hemos de centrarla allí donde ha de producir sus mejores frutos: en la parroquia”.

Por eso ahora, en justo premio a sus desvelos y a los trabajos que realizara en su larga vida apostólica, las Asociaciones de la parroquia del Sagrado Corazón de Jesús y la Acción Católica se disponen a ofrecer sus respetos y admiración a don Pablo, con motivo de la celebración de sus Bodas de Oro con el Sacerdocio.

A tal efecto, los días 17, 18 y 19 del actual, habrá Triduo Solemne a Jesucristo Sacerdote, con pláticas y, el domingo 20, a las nueve y media de la mañana, Misa Solemne participada. A las doce y media, en el Cine “Odiel”, tendrá lugar un acto en el que intervendrán los representantes de las distintas ramas de Acción Católica y el Coro Infantil de la Inmaculada Concepción, no sabiéndose aún si podrá asistir el señor Obispo. En este acto se le hará entrega a don Pablo de un pergamino. También se le entregará un Cáliz en la misa del domingo 20 citado.

            Todo sea a mayor Gloria de Dios y santificación sacerdotal de nuestro muy querido don Pablo Rodríguez González>>.

Dotado de gran intuición artística y manos habilísimas, el célebre “Belén de Don Pablo”, cuyas piececitas las fue construyendo él mismo, era el más visitado en nuestra capital en las entrañables fiestas de la Navidad y, en la actualidad, se constituye en legado de gran importancia para el arte sacro de Huelva.

El hombre ama las cosas que pertenecieron a un ser querido, en este caso evocamos el célebre “Belén” de un ser admirado. Pero la vida y la inspiración de los santos o muy piadosos, como la de los demás mortales, tienen una existencia limitada y fugaz. Entonces, si no es posible conservar para siempre su hálito vital, se desea al menos poseer aquello que fue visto, oído y tocado por esos espíritus superiores, para así rendirles reverencia a través de los objetos que usaron en su tránsito por la tierra.

Pablo Rodríguez González falleció en Huelva el domingo 21 de junio de 1970. Poco después, 30 de junio de 1971, fue grata realidad que la calle limítrofe a la Parroquia del Sagrado Corazón ostentase el rótulo de “Presbítero Don Pablo Rodríguez González”. Honor merecidísimo.

Don Diego Díaz Hierro, en un emotivo In Memoriam titulado “Un sacerdote ejemplar”, coincidía, en líneas generales, con las virtudes de don Pablo Rodríguez en un artículo aparecido el día 26 de junio de 1970.

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