Isidoro Durán. La mina es el medio de vida legendario que desde hace mucho nos identifica y que ha llegado a transformar nuestro paisaje y el entorno que nos rodea. Este hecho ha tenido como resultado que se acuñara la frase “un paisaje hecho a mano”, un modo de existencia y una idiosincrasia forjada a fuerza de sangre, sudor y mineral para llegar a ser todo lo que hoy somos.
En esta vorágine minera pocas personas han sabido reflejar de modo tan fidedigno la rudeza de los trabajos y los espectaculares paisajes que hoy por hoy son los mejores escaparates y estampas no sólo de Nerva sino también del resto de la Cuenca Minera, sin dejar al margen acontecimientos de la importancia del Año de los Tiros.
Antonio Romero Alcaide ha retratado todo este esplendor minero para llegar a convertirse en un verdadero arqueólogo del pincel, que provisto de óleos y paleta ha trasladado al lienzo la interesante e irrepetible historia de una comarca valiente, joven y comprometida con las más nobles causas sociales y políticas.
En Alcaide la pintura se hace historia, de sus lienzos parece emanar el transigir de la Cuenca Minera, en la que el silbido de las locomotoras, el esfuerzo de los obreros y los impactantes colores de las galerías parecen cobrar vida para trasladar hasta la retina del espectador a una época de nuestra tierra llena de acontecimientos con las que se han ido escribiendo una parte importante de la leyenda y el mito de la cuenca.
Bajo el título “Antonio Romero Alcaide: Colección familiar” se ha inaugurado el 11 de agosto una excelente exposición en el Museo Vázquez Díaz de Nerva, que engalana las paredes de este singular templo dedicado al arte contemporáneo y que de manera indefinida nos hará disfrutar de este ejemplo de pintura social, de historia hecha arte a través de las manos de uno de los referentes pictóricos de mayor prestigio de nuestra población, gracias a todas aquellas obras en poder de su propia familia.
Sin lugar a dudas, una exposición para Nerva y el resto de la comarca que abre sus puertas en el mes grande para los nervenses, agosto, en un derroche de arte y color, que no debería pasar inadvertida para todas aquellas personas que por nuestra sangre corre el encanto de las minas.