Antonio Mira Toscano y Juan Villegas Martín. El tiempo de las construcciones definitivas. Seguía pasando el tiempo y seguían demorándose las construcciones. No es este el lugar para analizar el lento avance del proyecto de las torres en los años 90 del siglo XVI, pero sí debemos explicar que en 1595 un nuevo juez es comisionado por el rey para retomar el asunto de las fortificaciones. Su actuación tampoco será definitiva para la finalización del dispositivo del estuario, aunque supondrá ciertos avances. Para lo que sí resultará determinante es para constatar el abandono definitivo del proyecto de la torre de la Cascajera. Fernando Álvarez de Bohórquez, en el ejercicio de su comisión, visita la costa onubense en junio de 1597, personándose en los lugares estratégicos del estuario y barra de Huelva para comprobar el estado de las construcciones y ordenar lo conveniente a su prosecución. Lo primero que debemos destacar de la visita del nuevo juez es que ninguna construcción parece estar ya prevista en la isla de Saltés, cuyo territorio es recorrido por Bohórquez solo con el fin de atravesar desde Punta Umbría a la villa de Palos. Por el contrario, en la Punta de la Arenilla encuentra “la torre que está bara y media por sacar de simiento”; esto por un lado constituye la primera noticia efectiva sobre la construcción y por otro nos indica el estado tan inicial aún de sus obras. Menos todavía había hecho en “la torre de la punta de Unbría, término del duque de Béjar, marqués de Jiblaleón (sic)”; allí el día 10 de junio de 1597 el visitador y sus acompañantes encuentran “dezinuebe onbres enpesando [a] abrir el simiento y se lo estaqueamos”44. Si añadimos la visita girada, entre otros lugares de Arenas Gordas, al pinar de Morla, encontramos en marcha la construcción del dispositivo defensivo del estuario, aunque, nada menos que 20 años después de las primeras órdenes, está todavía en un momento muy incipiente: dos de las torres solo se encuentran en fase de cimentación y de la otra –Morla– no sabemos en qué estado se hallaba después del cambio de su emplazamiento. Todo es pura lentitud e ineficiencia; pero las depredaciones de los piratas nada saben de plazos, alegaciones o trámites palaciegos. Ajenos a todo ello, simplemente continúan casi sin freno su destructiva actividad. El 20 de junio de este mismo año, mientras el juez Bohórquez estaba todavía en Palos y sus funcionarios habían ido a medir y tasar los materiales de la torre de la Arenilla, los piratas “cativaron dos muchachos de Guelba y veinte onbres de vna hazienda de Ayamonte de vn chinchorro”.
Sin embargo, poco tardaría ya en concluirse una de las torres del estuario, precisamente la última en tomar cuerpo después de tantas vacilaciones y contratiempos. Se trata de la torre de la Arenilla. Un documento sin fecha, aunque casi con seguridad correspondiente a 1598 ó 1599, nos informa de que “la torre de punta de Arenilla está acababa a quarenta pies de altura, es en jurisdición (sic) de la villa de Palos, del señor conde de Miranda, [que] dize ha gastado en esta torre diez mil ducados”46. Confirma la noticia una comunicación de la villa palerma al corregidor de Huelva fechada en junio de 1599, según la cual “la torre de Arenilla está acabada y en ella se quiere poner gente de guardia” (Gozálvez Escobar 1988: 369). Desde Palos se pro ponía llegar a un acuerdo con Huelva para su mantenimiento y dotación de hombres, pues la defensa era de común provecho.
En el extremo opuesto de la desembocadura, la torre de Punta Umbría avanzaría muy lentamente y sometida aún a nuevas vacilaciones y cambios importantes. En los años finales del siglo XVI podemos decir de ella que solo alcanzaba “los veynte pies de altura sobre la tierra”, y que en 1608 estaba ya acabada según los informes del Consejo de Guerra a Felipe III. Sin embargo, según hemos mostrado en un trabajo específico sobre esta torre, al que remitimos para mayor detalle, la llegada en 1610 de Juan de la Fuente Hurtado al cargo de juez de las torres afectaría a la atalaya, reformándose nuevamente su construcción por medio de un recrecimiento y la más que probable adición de la segunda cámara. Esta circunstancia explica la fecha de 1614 que, como año de su terminación, aparece en la inscripción conservada en la torre, aunque probablemente, como obra terminada ya desde años anteriores, estuvo en uso en este tiempo previo a la reforma, al menos como atalaya de señales.
Por lo que respecta a la torre de Morla, nada sabemos desde finales del siglo XVI. Si es cierto, como parece, que se llevó a cabo un cambio de emplazamiento, el abandono de la obra anterior parece haber conllevado un largo paréntesis, que sin embargo no anuló la decisión de construir la atalaya en tan importante punto. A finales de la segunda década del siglo XVII era ya una realidad, levantada en tierras del conde de Miranda y dispuesta para controlar el canal de acceso al interior del estuario del Tinto-Odiel. De esta interesante torre, desaparecida sin dejar rastros entre los siglos XVII y XVIII, se conservaba todavía el recuerdo a principios del XIX en un puesto de torreros situado a un cuarto de legua de la barra de Huelva que se conocía como choza “de torre del Puntal”. Ante la ausencia de vestigios que pudieran explicar este nombre, un ingeniero militar conjeturaba acertadamente en 1804 que tal vez “su destrucción en lo antiguo haya borrado la memoria de ella”.
1616 es la primera fecha en la que podemos afirmar concluyentemente que el sistema defensivo del estuario y barra de Huelva estaba por fin acabado. Descartadas desde décadas atrás las construcciones en Saltés, la Cascajera o el Manto, en una relación de las torres fechada el 4 de octubre del citado año aparecen como edificaciones terminadas las de Morla, Arenilla y Punta Umbría. Lo confirma otro informe, fechado el 21 de mayo de 1618, en el que se proponen las dotaciones de personal y armamento para estas torres52. He aquí lo que se decía de cada una de ellas:
La torre de la punta de Unbría, en la boca del río de Huelba, a la parte de término de Gibraleón. Esta torre hes muy buena y fuerte. Conbiene tenga dos quartos de cañón para la defensa de aquel río por ser inportante, con tres soldados de guardia, un artillero, quarenta balas para los dichos quartos de cañón, quatro mosquetes con algunas libras de balas para ellos y dos arrobas de cuerda con un quintal de pólbora. A de ser socorrida de Huelba. Correspóndese a un gran tiro de mosquete de la otra parte del río con La torre de la punta de la Arenilla, término de la villa de Palos. Esta torre hes muy fuerte. Tiene dos peseçuelas de ierro sin ningunas muniçiones, y hes inportante por amor del río que esté muy bien guarneçida. A menester un artillero, tres soldados y lo demás que las referidas que están artilladas A de ser socorrida de Palos y se corresponde a una legua con La torre de Morla, en Arenas Gordas, término de la dicha villa de Palos. Esta torre hes muy buena. Conbiene tenga tres soldados. A de ser socorrida de Moguel (sic) y se corresponde a dos leguas con la torre del río del Oro, término de Almonte.
El estado definitivo de las construcciones en 1618 se corresponde perfectamente con las órdenes de 1588. Tal y como se había ordenado a Libadot en aquella fecha, la torre de Morla se había levantado finalmente como simple atalaya para señales, mientras que las de Arenilla y Punta Umbría lo habían sido como torres fuertes y artilladas para poder confiarles la defensa armada tanto del litoral inmediato como de los accesos a la ría. Tres hombres se encargarían de las labores de vigilancia y señales en cada una de las almenaras, a los que habría que añadir un artillero en cada una de las torres artilladas. Según se aprecia en esta relación de 1618, Palos, Moguer y Huelva serían respectivamente las villas responsables del socorro de las almenaras de Arenilla, Morla y Punta Umbría, distribución que muestra cómo ha sido necesario superar la estricta adjudicación a las villas según el término de ubicación de las torres. Así, sería Huelva quien se ocupara de la cercana Punta Umbría, a pesar de pertenecer al término de la más alejada Gibraleón; lo mismo ocurriría con Morla, en término de Palos pero atendida por Moguer.
Por otra parte, y para concluir, todo apunta a que en la construcción de los tres edificios, como en la mayoría de los finalmente ejecutados en nuestro litoral, se habían seguido las trazas dadas por Juan Pedro Libadot, desechándose las primitivas que en su momento realizara Juan Ambrosio Malgrá. Aunque habían pasado treinta años desde las órdenes de 1588 –más de cuarenta si contamos desde las iniciales de Luis Bravo de Lagunas–, el dispositivo defensivo del estuario del Tinto-Odiel se había convertido por fin en una realidad. Es patente, a la luz de las múltiples alternativas experimentadas en el transcurso de estas décadas, que no se trató de un proceso uniforme, sencillo ni rápido. También es evidente la pérdida de relevancia a lo largo de este tiempo del espacio central del estuario, representado por la isla de Saltés, cuyo valor estratégico, después de los prometedores momentos iniciales, es finalmente desdeñado. A pesar de ello, este valor se mantendrá y se verá reconocido en épocas posteriores, como habrá ocasión de ver en otro de nuestros trabajos en este mismo libro.
Bibliografía
Anasagasti Valderrama, A. Mª, y Rodríguez Liáñez, L. (2006): Niebla y su tierra en la Baja Edad Media. Historia y documentos. Diputación Provincial. Huelva.
Cámara Muñoz, A. (1990): “Las torres del litoral en el reinado de Felipe II: una arquitectura para la defensa del territorio (I)”. Espacio, tiempo y forma, Serie VII, Historia del Arte, tomo 3, pp. 55-86.
Climent, M. (1866): “Crónica de la Provincia de Huelva”. En Rosell, C. (Dir.), Crónica General de España. Aquiles Ronchi, Madrid.
Del Barco y Gasca, A. J. (1755): Dissertacion historico-geographica, sobre reducir la antigua Onuba a la Villa de Huelva.
Fernández Vial, I. y Fernández Morente, G. (2004): Los marinos descubridores onubenses. Diputación Provincial. Huelva.
Gozálvez Escobar, J. L. (1988): “La piratería y la redención de cautivos en la costa de Huelva. Siglos XVI-XVIII”. Huelva en su Historia 2, pp. 359-386.
(1993): El Castillo de San Pedro (Huelva). Función Urbana y social. Vicerrectorado de los Centros Universitarios y AIQB, Huelva.