A.R.E. Cada lunes desde hace ya cuatro años y medio, en Huelva Buenas Noticias contamos la historia de un onubense que, por motivos de lo más variado, ha dejado su tierra para irse a vivir al extranjero. La experiencia de esta semana es un poco distinta a la que solemos plantear, ya que nuestra onubense de hoy, Cristina Díaz Pérez, no vive exactamente fuera de España, aunque sí pasa la mayor parte de su tiempo saliendo y entrando en el país. Podría decirse que, aunque se escapa de nuestros relatos más comunes, es una auténtica Onubense por el Mundo.
A sus 32 años, Cristina lleva casi ocho como tripulante de cabina de pasajeros (TCP), una profesión que le ha permitido moverse por toda Europa y Marruecos a bordo de los aviones de la compañía para la que trabaja: Ryanair.
Díaz es natural de Huelva capital, aunque de pequeña siempre pasaba los veranos en el pueblo de su madre, Encinasola. Estudió en el colegio Agustinas y el IES Diego de Guzmán y Quesada. Cuando acabó el instituto no quería seguir estudiando, así que se puso a trabajar en empleos que le iban saliendo hasta que su madre, viendo el futuro inestable de su hija, la animó a formarse en idiomas, algo que siempre se le había dado bien.
«Un día vi un anuncio de azafatas. Fui a Sevilla a pedir información a una escuela y me eché para delante. Hice un curso y me convertí en TCP», explica Cristina. De hecho, la joven se entusiasmó tanto, que acabó preparándose el intensivo de cuatro meses, en lugar de hacer el curso en el tiempo habitual, que es un año.
En la escuela se preparó en una amplia variedad de materias: desde asignaturas de medicina y primeros auxilios a técnicas de avión, mercancías peligrosas, operaciones de vuelo, derecho aeronáutico… Todo ello necesario para tener una visión general de lo que implica formar parte de la tripulación de un avión comercial. De aquellos cuatro meses de formación, la onubense se queda especialmente con los buenos compañeros y amigos que hizo y el buen ambiente que reinaba en las clases, la mayoría muy prácticas, e impartidas por profesionales en activo.
Ya en posesión de su acreditación de tripulante de cabina de pasajeros, Cristina empezó a hacer entrevistas de trabajo para distintas compañías aéreas en Madrid y Barcelona. Vueling se interesó por sus servicios y realizó el curso de formación que estas empresas dan a todos sus nuevos empleados, pero junto entonces la entidad se fusionó con Clickair y todas las contrataciones se paralizaron. «Fue mi primer contacto y me permitió conocer el mundillo por dentro», asegura la onubense.
Pero Díaz no tardó mucho en fichar por Ryanair, que inicialmente la destinó a Bruselas, como ella misma nos cuenta:
– Cristina, lo que te llamó la atención en un primer momento de ser azafata fueron los idiomas. ¿Cuáles hablas?
– Hablo inglés, francés y me defiendo en italiano. Inglés empecé a estudiarlo desde pequeña en el colegio y luego en academias y en la Escuela de Idiomas, donde me saqué el título. Francés lo aprendí durante los cinco años que estuve viviendo en Bruselas. La compañía me dio la base allí y acabé hablando el idioma por supervivencia. Además me eché pareja en Bruselas muchos años y me ayudó a la hora de aprender la lengua. Por último, italiano lo he aprendido en el trabajo, porque tengo muchos compañeros y hay muchos pasajeros italianos y de escucharlo a diario se te queda.
– ¿Recuerdas tu primer vuelo?
– El primer vuelo nunca se olvida. Antes de empezar a volar oficialmente tienes que hacer unos vuelos de prueba, pero mi primer vuelo oficial fue un 1 de enero desde Bruselas con destino Finlandia. Lo primero que pensé fue ¿quién vuela un 1 de enero a las 9 de la mañana? Siendo Año Nuevo y nosotros trabajando en lugar de estar con la familia… Estaba muy nerviosa, pero todo fue bien. Mis compañeros me ayudaron mucho. Es admirable el ambiente de compañerismo que hay en el mundo de la aviación, acabas convirtiéndote en uno más de la familia. Todos están pendiente de ti y te apoyan cuando eres nueva. Es algo que me sorprendió gratamente de este mundillo.
– ¿Cuáles son las funciones de un TCP?
– La primordial es la seguridad de los pasajeros que llevamos a bordo. Hay muchas personas que piensan que van montadas en un autobús y que pueden andar o ir de pie, pero hay normas de seguridad que hay que cumplir a rajatabla y eso es lo primero. Además, nos aseguramos de que los pasajeros estén cómodos, de que el vuelo les sea ameno y confortable y estamos pendientes de que no pase nada. Cuando cerramos puertas, nos aseguramos de que éstas estén bien selladas para que no se produzca una descompresión, vigilamos los hornos, que nadie se quede encerrado en el baño, etc.
– ¿Por qué ciudades has pasado trabajando?
– Europa entera y Marruecos: Polonia, Lituania, Croacia, Chipre, Reino Unidor, Irlanda… y en Marruecos pues Marrakech, Agadir, Nador, Casablanca…
– ¿Sueles hacer noche fuera?
– Son todos vuelos de ida y vuelta, salimos y volvemos a casa siempre. Sólo recuerdo una vez que volábamos a Italia y había tormenta en la zona donde teníamos que aterrizar y nos desviaron. Tuvimos que hacer noche en Pisa.
– ¿Y os da tiempo a conocer las ciudades por las que pasáis?
– No da tiempo de salir de los aeropuertos. Pero con nuestros horarios (trabajamos cinco días y descansamos tres) tenemos mucho tiempo libre y eso te permite visitar muchos lugares. Cuando vivía en Bruselas, donde residí cinco años hasta que me trasladaron a Sevilla, aprovechaba los días libres para conocer países como Holanda y Alemania, o ciudades como París o Amsterdam, ya fuera volando o en coche.
– Así que los días que no tenías que volar, también volabas… De Europa, ¿qué destino te queda por visitar en el que tengas especial interés?
– Me queda por conocer Florencia, Grecia y Polonia, aunque a esta última iré en un par de meses para visitar a una amiga, así que pronto la tacharé de la lista.
– Imagino que lógicamente el miedo a volar, si alguna vez lo tuviste, lo habrás perdido…
– Todo el mundo me pregunta si no me da miedo vivir en las alturas y máxime ahora que salen muchos accidentes en la televisión. Si me diera miedo sería irónico. Para mí subirme a un avión es como montarme en un autobús. En los ocho años que llevo trabajando sólo ha habido una vez en la que sí he pasado miedo y fue por el mal tiempo. Sobrevolando Milán había una tormenta increíble y turbulencias terribles. No se me olvida ese día porque el pasaje estaba loco, todos gritando, con malestar, los niños llorando… Lo pasamos bastante mal, pero afortunadamente ha sido uno de tantos.
– En un avión puede pasar de todo, ¿qué has visto?
– Pues desde peleas a puñetazo limpio por un hueco en un compartimento para una maleta, en la que empiezan dos y acaban 20, a pedidas de matrimonio, desmayos, infartos -afortunadamente entre el pasaje suele haber un médico que ayuda en estas situaciones- y una vez por mi cumpleaños me hicieron pasar mucha vergüenza porque mis compañeros lograron que el avión entero me cantara ‘Cumpleaños feliz’.
– ¿Te planteas alguna vez hacer vida en la tierra?
– Me gusta mi trabajo, tengo buenos horarios, es compatible con todo lo que quiera hacer y, mientras no me canse de volar, voy a seguir así. Si ese día llega, mi pensamiento es hacerme instructora y acabar en alguna escuela de azafatas dando clases, compartiendo lo que he vivido y enseñando a futuras azafatas.
– Por último, si deseas añadir algo más o enviar un mensaje, ¡adelante!
– Si te gusta tu trabajo, nunca vas a trabajar, lo tomas como un hobby y, a día de hoy, estoy muy contenta. Mi empleo como azafata me ha dado muchas satisfacciones profesionales y personales y por ello estoy agradecida a Ryanair, a los momentos buenos que he pasado en mi empleo y que no cambio por nada. Siento una gran satisfacción personal.