José Degrado Retamero. Por más que lo intentemos, no podemos dejar de escribir en una pizarra, sea esta negra o verde, no importa el color. Por más que lo intentemos no nos cansamos de escribir, de expresar, con millones de palabras, aquello que aprendimos de alguien igual que nosotros. No existe maestro sin alumno, pero tampoco existe alumno sin maestro, somos como la tiza y la pizarra, somos lo que la comida a su aliño, lo que la música a su ritmo, y lo que la certeza a una respuesta.
La verdad es que las tizas se desgastan y las pizarras se arañan con el paso de los años, así es la vida. Podemos correr el riesgo de ser devorados por un lobo hambriento, llamado rutina, podemos caer en el más absoluto abismo de la incomprensión, o podemos reventar en mil astillas nuestro corazón de “madera”…
No podemos más que reinventarnos cada año, o provocarnos un delirio pasajero a base de cosquilleos de un principiante o a base de un amor inquebrantable a los demás… hojas de papel, pensamientos aburridos, cansancio o tizas desgastadas a nuestras espaldas…y, a veces, no sabemos qué debemos hacer.
Por más que lo intentemos, por más que nos esforcemos, a veces ocurre que al llegar a un aula te puedes dejar llevar por las tizas desgatadas del ayer… quizás y solo quizás podríamos romper una lanza a favor del maestro, de ese que es capaz de seducir a sus oyentes, ese que es capaz de conocer todas las realidades, ese que la sociedad puso en un lugar importante y que ahora lo han borrado del mapa, ese que sabe hablar con la raíz cuadrada del amor, con el relieve de la fantasía, y como no, con la anatomía de los sentimientos, ese que te educa para que seas un buen hombre de provecho… ese debería ser uno de tus referentes.
A veces me siento como una tiza desgastada, y otras, como la pizarra arañada. Ahora ya cansado de los dimes y diretes, de la imagen que se proporciona del maestro, ahora y solo ahora es el momento de reinventarnos, de crear un tablero donde poder jugar y construir unas nuevas reglas… ahora es el momento de darse cuenta que no podemos ser una pieza del juego, sino el que marca las reglas.
Tizas desgastadas en los bolsillos, de colores o sencillamente blancas, eso da igual, no importa. Por más que lo intentemos, no podemos dejar de ser lo que somos: Maestros. Una profesión de la que sólo puedo decir que es una vocación. Vocación de servicio a los demás, vocación de amor, de solidaridad y respeto; respeto que se nos ha quitado a favor de otros privilegiados. Maestro… que difícil nos resulta llegar a los alumnos de hoy, y como no, llegar a uno mismo….
Maestro que deja de ser maestro, no sabe que se convertirá en discípulo de lo cotidiano, en un juglar de historias vacías, en un pastor de ovejas perdidas… A ti mi querido maestro, te pido que no te olvides de tu tiza desgastada y tu pizarra arañada, porque allí reside la esencia por donde navegan todas las palabras. Conviértete en mago, en agricultor o en piloto; dibuja un árbol donde los frutos sean las caricias, y las ramas tus consejos… conviértete en lo que sea necesario para tus alumnos, pero que sepas que al cerrar la puerta de tu aula, has dejado allí tantas historias como sueños por cumplir. Has dejado parte de ti, ellos se merecen todo, pero también tú , MAESTRO, te mereces que te dedique estas palabras de gratitud, porque sin ti, quizás no hubiera construido el mundo que me he fabricado, quizás no hubiera sido lo que soy.
Gracias por las horas de aventuras, por los ríos cruzados y las canciones cantadas. Gracias por las miradas de preocupación y por los gestos de ánimo…gracias por no dejarte llevar por el hastío ni la desesperanza… Gracias maestro por cuidarme.
Sois la pieza fundamental para cualquier sociedad, sois la llave” maestra” que abrís todas las puertas, sois en definitiva la brújula que marca el camino, la flor de lys, los meridianos y paralelos en el corazón de muchos que fuimos niños, y que a día de hoy, después de muchos años seguimos recordándoos…gracias mis queridos maestros. Gracias por continuar escribiendo en esa vieja y cansada pizarra, gracias por seguir dibujando esas maravillosas sonrisas, por crear en los pasillos un túnel del tiempo por donde viajar y gracias en definitiva por formar parte de mi vida y haberme permitido entender tantas cosas…
Por más que lo intentemos o lo intenten jamás esas tizas dejarán su pizarra… Abrid las ventanas de par en par, porque sencillamente la vocación, no puede estar encerrada.
Dedicado a los maestros.
José Degrado Retamero