Alejandro Vázquez. Ayer, martes 13, a las 19:30 en la Biblioteca Provincial de Huelva tuvo lugar la presentación del nuevo libro del poeta Ángel Poli: La miel de las edades, editado por Apuleyo Ediciones dentro de la colección Eternidades, para poetas de amplia trayectoria. Un libro que no dejará indiferente a nadie y que el propio autor considera “el mejor que he escrito”.
El título hace referencia a la miel de la vida a los largo de tres etapas diferentes: la niñez, la adolescencia y juventud, y la madurez; tituladas, respectivamente, “Candor de Infancia”, “La juventud de Eros” y “Hojas de noviembre”. Sin embargo, la miel no está sólo en lo que se cuenta en el libro, sino en los propios versos de los poemas que lo constituyen, que están cincelados con mimo y perfección de poeta experimentado, en una búsqueda minuciosa y perseverante de la palabra exacta; herencia que apunta directamente a una de las principales influencias del autor: Juan Ramón Jiménez.
Tras el pequeño tirón de orejas del presentador de la obra, José Ángel Garrido -poeta y editor de Versátiles-, al autor por darle al libro un aspecto de testamento poético, Ángel Poli tomó la palabra y, tras una breve introducción, comenzó a recitar algunos de los poemas del libro.
Los asistentes, ensimismados, apenas despegaban los ojos, y los oídos, de Poli; tan sólo lo hacían para ladear levemente la cabeza en señal de celebración de algunos de los finales punzantes de los poemas. Se me ocurren, por ejemplo, los versos finales del poema dedicado a un amigo de la infancia, “Juanito”: Contigo, Juan, se bebía / el tiempo como un disparo; / la infancia que a ras volaba… / (Tú –de los dos- el más rápido).
José Ángel acabó interviniendo en el ecuador de la presentación para recitar un poema que le había gustado especialmente y que resume a la perfección la relación poeta- lector. Aquí los versos de este breve poema, titulado “Del poeta al lector”, que refleja el trabajo de poda al que somete Ángel a sus poemas, eliminando toda hojarasca que impida ver el árbol:
De mí se escapa fresco.
A ti llega maduro.
En mí principia un orden.
En ti ya es orden único.
En mí: placebo errante.
En ti: milagro y fruto.
De mí hacia ti una estela
(que me devuelves surco).
Tras finalizar el recital, algunos de los asistentes que no se habían hecho con el poemario, corrieron a hacerse con él para que el poeta lo firmase, y todos miramos la hora, sorprendidos de lo que el tiempo se había acelerado sin que nos diésemos cuenta.
De nuevo la Poesía despejó fantasmas, esta vez los de un supersticioso martes trece que apuntaba a naufragio y del que finalmente salimos todos ilesos gracias a la mano que nos tendió Ángel con la miel de sus edades.