Rosa Mora. Desde muy joven demostró tener una sensibilidad especial hacia las personas que viven una situación de injusticia. En este sentido, el onubense Fernando Suárez Acosta tuvo siempre muy claro hacia donde orientar su carrera profesional. Natural de Bollullos del Condado, a los 17 años de edad, puso rumbo a Sevilla para cursar Magisterio de Educación Especial en la especialidad de Pedagogía Terapéutica. Tras finalizar estos estudios y realizar las oposiciones comenzó a trabajar como interino a los 21 años de edad. Su primer destino fue el municipio sevillano de Benazacón.
La idea de ofrecer un hogar a un menor en desamparo era algo sobre lo que Fernando había reflexionado desde su adolescencia. «En mis veranos en Matalascañas coincidía con amigas del pueblo. La hermana mayor de una de ellas trabaja en la Asociación Alcores -programa de acogimiento familiar- y recuerdo cómo siempre que llegaba a la playa me interesaba mucho por la situación de estos niños. Ya con 16 años pensé: alguna vez tengo que acoger», nos explica. Un deseo que con los años ha visto cumplido.
Trabajando ya como docente, el onubense continuó su formación en Sevilla hasta concluir su segunda carrera: la licenciatura en Psicopedagogía. Seguidamente se matriculó en un máster en Pedagogía Terapéutica a través del cual accedió al doctorado, que realizó a distancia de la mano de Isabel Campana. En esta tesis doctoral abordó el asunto de los menores con altas capacidades, niños que, a su juicio, tienen poca visibilidad y escaso reconocimiento en el ámbito educativo. Con este material publicó en 2012 el que sería su primer libro, que lleva por título Superdotados.
La llegada de Fernando a la provincia Jaén, a donde fue destinado como docente, marcó un antes y un después en su vida: tanto a nivel personal como profesional. Es allí donde en la actualidad trabaja como profesor de Educación Especial en un instituto del municipio jienense de Torredelcampo, y también donde conoció a su pareja, Sebastián. Compartiendo los dos la ilusión de convertirse en padres de acogida, cuando el onubense tenía 25 años, iniciaron los trámites para ofrecer un hogar a un menor en desamparo. Especialmente deseaban acoger a un niño o niña con algún tipo de necesidad especial.
El acogimiento familiar es la convivencia e integración de un niño en una familia cuando debe ser separado temporal o permanentemente de sus padres o tutores. Las modalidades de acogimiento que establece la ley que rige esta actuación son: acogimiento familiar de urgencia, acogimiento familiar temporal, acogimiento familiar permanente, y acogimiento especializado o profesionalizado. A este último modelo de acogimiento, que se aplica a niños y niñas con necesidades o circunstancias especiales ocasionadas por una enfermedad, problemas de conducta, discapacidad física, psíquica o sensorial, entre otras, es el que rige el acogimiento efectuado por Fernando y Sebastián. Ambos, por formación, reunían los requisitos necesarios para constituir una familia profesionalizante.
El sueño de la pareja se vio cumplido en diciembre de 2014. En esa fecha el joven Adrián llegó a sus vidas. Con 11 años de edad, el chico, al que en un principio se le diagnosticó el trastorno de la hiperactividad, comenzó pronto a sufrir los efectos de una enfermedad rara conocida como el síndrome de Gilles de la Tourette, por lo que ha exigido desde entonces una atención más especial si cabe por parte del onubense y su pareja.
«Adrián llegó a nuestra familia con desnutrición, pesadillas, no confiaba en nadie por miedo a que lo abandonaran… una situación que a día de hoy ha cambiado de forma radical puesto que ahora manifiesta su felicidad por estar con nosotros», explica a Huelva Buenas Noticias, Fernando. En la actualidad, esa alegría se ha multiplicado al convertirse la familia en numerosa con la llegada de dos hermanas de 7 y 9 años de edad, ambas también con necesidades especiales.
Cuestionado por su decisión de acoger a un menor con necesidades especiales, el onubense se muestra tajante, «existen muchos niños que necesitan una familia. Ellos no tienen la culpa de lo que hayan hecho personas adultas. Hay personas que cuando adoptan o acogen a un niño solo desean un niño perfecto, un menor que no tenga ningún trauma… pensando así, sin embargo, nos olvidamos de la realidad: existen muchos tipos de niños y, gran parte de ellos, permanecen invisibles. Hay que darle visibilidad a esos pequeños con necesidades especiales. Son personas como otras con muchas capacidades también».
Su lucha diaria por la igualdad e integración de personas con necesidades especiales, compromiso que más allá de su profesión como docente ha trasladado a su esfera personal acogiendo a tres menores, ha hecho a Fernando Suárez Acosta ser merecedor recientemente de unos de los Premios Bollullos Joven, en la categoría de Solidaridad. Se trata de una distinción que el Consistorio concede de forma anual, en base a propuestas ciudadanas. Un reconocimiento que el docente recibió con un gran entusiasmo. «Ha sido toda una sorpresa. Al parecer alguien me apuntó para ser yo quien recibiera este Premio a la Solidaridad. Estoy muy orgulloso de mi pueblo natal, al cual llevo por bandera. Vivo en Jaén pero mi tierra es Huelva y que te reconozcan algo así es muy gratificante».