Rosa Mora. Vivir una experiencia lejos de nuestro hogar siempre es positivo y enriquecedor; pero si además se nos presenta la posibilidad de residir durante unos meses en el extranjero ejerciendo nuestra propia profesión, hablamos de una oportunidad que, a priori, debemos aprovechar. Y eso pensó Elena Muñoz Domínguez.
Tras finalizar sus estudios de Filología Hispánica en la Universidad de Huelva, la onubense, que siempre tuvo clara su vocación docente, cursó el pasado año el Máster Universitario en Profesorado de Enseñanza Secundaria Obligatoria. Fue entonces cuando supo de la existencia de la convocatoria de plazas de auxiliares de conversación en el extranjero. Sabiendo de lo positivo que podría resultar la experiencia y animada por sus familiares, Elena se aventuró a solicitar una de estas plazas en Francia. Y en el mes de septiembre ya se encontraba haciendo las maletas.
Al sur del país vecino, a apenas 100 kilómetros de la frontera, se localiza la ciudad de Narbona, conocida por ser la primera colonia romana de Galia. En esta urbe de más de 51.000 habitantes ha residido durante más de ocho meses la filóloga onubense. Ciudad en la que ha experimentado vivencias que, reconoce Elena, serán difíciles de olvidar por lo enriquecedora que han sido tanto a nivel personal como profesional.
De regreso a su tierra, Huelva Buenas Noticias ha conversado con esta filóloga que aspira a continuar disfrutando haciendo lo que más le gusta, transmitir a los adolescentes su pasión por la lengua y la literatura.
– ¿En qué momento y por qué decidiste trasladarte a Francia?
– El año pasado mientras cursaba el Máster de profesorado me enteré de la existencia de la beca de Auxiliares de conversación que oferta el Ministerio de educación cada año y me interesó bastante. Comencé a informarme sobre ella y, casualmente, un compañero la había realizado el año anterior. Su experiencia había sido muy positiva y me animó a solicitarla. Tras el máster mi objetivo era prepararme las oposiciones pero tenía que esperar una nueva convocatoria para poder presentarme, es decir, dos años, así que me pareció un buen momento para tener la experiencia de vivir un año en el extranjero y aprovechar para aprender el idioma.
– Has residido en Narbona, ¿La calificarías como una ciudad agradable para vivir?
– Narbona es una pequeña ciudad en la costa mediterránea de Francia a menos de tres horas de Barcelona. Es una zona con mucha variedad de paisajes, en eso me recordaba mucho a Huelva, porque es una zona de marismas con kilómetros de playas de arena blanca y también con montañas y sierras cercanas. Los Pirineos, por ejemplo, se encuentran a tan solo una hora y media. Es una ciudad tranquila, pero a la vez tiene un poco de todo, un teatro con una oferta cultural muy variada, un cine, dos centros comerciales… ¡Era la segunda ciudad más grande del Imperio Romano tras Roma! Hoy en día se conservan algunos restos de su antiguo legado romano que pueden visitarse.
– ¿Cómo fueron tus primeros días en Francia?
– Pues el comienzo fue un poco duro, tuve que buscarme apartamento, hacer contratos de luz, de internet… y no es un mito eso de que la burocracia francesa es terrorífica. Poco a poco vas resolviendo todo y conociendo a otros asistentes que al final se convierten en tu familia allí y te hacen el día a día más fácil.
– Cuéntanos, ¿Dónde has trabajado?
– He trabajado en tres collèges, que en España correspondería a los niveles de estudios desde sexto de primaria hasta tercero de la ESO. El collège Victor Hugo que se encuentra en la ciudad de Narbona y otros dos que se sitúan en pueblos más pequeñitos; Joseph Anglade y San Marcelin Albert en los pueblos de Lezignan y San Nazaire de l’Aude respectivamente.
– ¿Alguna anécdota que te haya ocurrido durante tu estancia?
– Al trabajar con adolescentes ocurren anécdotas todos los días, pero para destacar una podría contar el susto que me llevé la primera vez que entré en un aula francesa. La profesora de español estaba dando su clase, llamé a la puerta y cuando pasé al interior del aula los alumnos se levantaron todos a la vez y permanecieron de pie como si de una formación militar se tratara. Mi susto fue enorme al ver esa masa de unos treinta alumnos que se levantaban de golpe y que no se sentarían hasta que la profesora se lo indicara. Poco después me enteré de que era normal que los alumnos se levantaran como muestra de respeto hacia el profesor cada vez que estos u otro personal del colegio entraba en el aula.
– ¿Cómo era tu nivel de francés al llegar? ¿Y ahora?
– Mi nivel de francés al llegar era muy básico. Hacía un par de años que me había sacado el B1 en la Escuela de Idiomas de Huelva pero en estos siete meses he notado bastantes avances y ahora me preparo para pasar el examen de B2.
– ¿Estaba en tus planes trabajar fuera de España?
– La verdad es que nunca me lo había planteado pero llegó la oportunidad y me pareció que era el momento oportuno para aprovecharla. Ha sido una buena experiencia y ahora mismo no rechazaría una oferta de trabajo fuera de España, pero en un futuro más a largo plazo sí que me gustaría asentarme en Huelva, soy de las personas que consideran que la calidad de vida que tenemos en Andalucía no la hay en ningún otro lado.
– Y el tiempo libre, ¿En qué solías emplearlo?
– Pues entre semana, casi todas las tardes [allí se cena sobre las 20.00 horas] nos reuníamos en casa de un auxiliar diferente para cenar. En Narbona éramos dos españolas, un chileno, una estadounidense, una alemana, tres inglesas, una escocesa y una irlandesa. Gracias a estas cenas he probado platos típicos de todos esos países. Los fines de semana aprovechábamos para viajar y conocer el sur de Francia.
– ¿Qué es lo que más te ha llamado la atención de la vida en Francia?
– La diferencia en los horarios; eso de almorzar a las 12, merendar a las 4 y cenar a las 8, y el terminar la jornada escolar a las 5 de la tarde. La poca vida que hay en las calles a partir de las 6 de la tarde [sobre todo en ciudades pequeñas] y el gusto por guardar las formas y la cortesía que a veces me resultaba un tanto exagerado. A favor tengo que decir que me parece que dan una gran importancia al medio ambiente y, sobre todo, al uso de productos ecológicos para la alimentación.
– ¿Algún aspecto al que te haya sido complicado adaptarte?
– Lo que más me costó y lo que peor llevaba era el hecho de que a las 6 de la tarde ya no hubiera nadie en las calles. Allí las clases terminan a las 5 de la tarde, cuando yo salía de los collèges y llegaba a casa lo que menos me apetecía era quedarme allí encerrada. Al principio salía sola a pasear por la ciudad pero me encontraba con calles desiertas y comercios cerrados sobre todo los meses de puro invierno.
– Sois muchos los españoles que habéis tenido que emigrar, ¿Has coincidido con muchos otros en Francia?
– Sí, sobre todo en esta zona del sur más cercana a España hay muchísimos españoles que han venido en busca de trabajo. En Facebook tenemos un grupo que se llama ‘Españoles en Narbona’ en el que se hacen quedadas. Otra cosa que me llamó mucho la atención cuando me dieron las listas de clases en los colegios era la cantidad de alumnos que tenían apellidos españoles y es que durante la Guerra Civil muchos republicanos se exiliaron en esta zona del sur de Francia cercana a la frontera y por ello muchos de mis alumnos tenían abuelos españoles.
– ¿Qué valoras de forma más positiva tu experiencia en el extranjero?
– El enriquecimiento personal que supone vivir sola fuera de tu país que conlleva hacer gestiones administrativas como abrirte una cuenta bancaria, registrarte en la seguridad social, hacer la declaración de la renta… El conocimiento de otras culturas al compartir tu día a día con otros auxiliares de países tan variados y el desarrollo profesional que supone dar clases en tres institutos distintos.
– Y tu familia, ¿qué pensó cuando tomaste la decisión de marcharte?
– Era la primera vez que me marchaba al extranjero pero mi familia me animó a aprovechar la oportunidad y me apoyó desde el principio. Vinieron a visitarme dos meses después de haberme marchado y les encantó la ciudad.
– ¿Qué echabas más de menos?
– Lo que más echaba de menos eran esas tardes en las que después de una larga jornada te sientas en una plazoleta al sol y te tomas una cerveza con los amigos. A ellas, a mis amigas de siempre, a mi pareja y, por supuesto, a mi familia.
– ¿Cuáles son tus aspiraciones a corto plazo?
– Pues ahora ya no tengo escapatoria, toca comenzar a prepararme las oposiciones para el verano de 2018.
– Para terminar: un mensaje a los onubenses.
– Pues, sin duda, recomendaría que salieran, que probaran la experiencia de estar viviendo fuera de Huelva. Se aprende a valorar la calidad de vida que tenemos los onubenses, con nuestro clima, nuestra gastronomía y nuestra forma de vida.
– Muchas gracias, Elena.