S. D. Sergio Cruzado es un cañón que atrona desde las nubes. Cada aficionado del Club Balonmano Pedro Alonso Niño de Moguer es capaz de cerrar los ojos y reproducir una secuencia que casi siempre acaba con el balón en el fondo de la portería. Es la anatomía de un disparo que aunque se vea venir siempre sorprende. La defensa intenta taponar el tiro agarrándole de todos lados, pero por encima de ellos se ha elevado en un vuelo sin motor y se ha suspendido en el aire armando el brazo para hacer de la bola un proyectil.
El capitán del conjunto amarillo, el insigne cañonero, jugó el pasado sábado su último partido tras ser durante una década emblema de su club, un líder y compañero atento, un coleccionista de goles y golpes, un arma de gran calibre que dejará de apuntar a las porterías para centrarse en su papel de coordinador de la cantera, en su labor de educar y formar a nuevas hornadas de jugadores que tienen en él un referente único.
Es el testimonio vivo de cómo se puede conseguir grandes cosas a base de pasión y esfuerzo, como un ascenso a la División de Honor Plata o un bronce en un Europeo de Balonmano Playa. Momentos así, entremezclados con anécdotas de partidos, entrenamientos y vestuario, recodará y trasmitirá aquel niño zurdo que estuvo a punto de dejar el balonmano cuatro veces, que probó suerte, que fue un defensor que al crecer se hizo un garante de goles y espectáculo, que supo trabajar para explotar sus virtudes, con carácter ganador e instantes de rabia, con todo lo mucho y bueno que logró portar en una camiseta amarilla con el 7 a la espalda.
– ¿Tienes contabilizados más o menos los partidos y que goles ha sumado con la camiseta del PAN Moguer?
– Si soy sincero no sabría decirlo con exactitud. Sé qué temporadas he estado en la base y luego otras once en el primer equipo. El tema goles es más difícil, pero creo que he sido máximo goleador del equipo en nueve de mis temporadas en Primera.
– ¿Cuál ha sido su mejor y peor momento en este equipo?
– Como siempre he dicho me ha tocado vivir lo mejor y lo peor del deporte. Tuve la suerte de ser uno de los elegidos que consiguió el ascenso a División de Honor Plata, además siendo el mejor jugador del torneo. El recibimiento esa romería, en el Ayuntamiento… todo eso es recordarlo y comenzar a tener los pelos de punta. Por otro lado también he vivido dos descensos. Éste último para mí ha sido de los más duros, porque no he podido ayudar a mis compañeros por culpa de lo rotura en el abductor.
– ¿Qué es lo que echará más de menos y lo que para nada va a extrañar?
– Lo que más voy a echar de menos es competir. Como siempre he dicho me encanta ganar. Siempre he intentado transmitirlo a mis compañeros, esa adrenalina, esos nervios. Tengo la suerte de que voy a seguir ligado al club y a los compañeros los voy a seguir teniendo facilitándome la respuesta. Lo que no voy a echar de menos son los viajes. Al principio eran un reto, una aventura, una diversión, al final han supuesto muchas horas de autobús lejos de casa y eso se nota.
– Siempre ha sido objeto defensas duras y marcajes especiales, ¿alguna vez has sentido miedo ante un exceso de agresividad?
– Pues puede parecer que mienta, pero nunca he tenido miedo. En el momento del partido estoy tan metido en el juego que solo pienso en aportar. Diferente era cuando llegaba a casa, con dolores y señales por todas partes del cuerpo.
– ¿Cómo ha ido evolucionando como jugador?
– Esta es una pregunta divertida, pues aunque parezca mentira en cadetes y juveniles se podía decir que destacaba a nivel defensivo. Después comencé a ser un jugador eminentemente de ataque, al principio demasiado individualista. Poco a poco comencé a entender mejor el juego. Hasta ese momento solo sabía tirar y fintar. A partir de ahí, me he especializado en un jugador ofensivo, capaz de meter goles y de facilitarlos a mis compañeros.
– ¿Cuál es la clave de su gran salto y potente disparo?
– Desde pequeño he saltado bastante y en el colegio ganaba todos los juegos de salto. Supongo que la clave viene dada por la genética. Siempre he tenido un tren inferior bastante fuerte, lo que facilita el salto, pero dificulta encontrar pantalones de tu talla (risas). Es cierto que ahora al final he perdido un poco mi capacidad de salto, pero siempre lo he trabajado con muchos ejercicios de potencia de piernas en el gimnasio. El tiro es algo natural. He tenido muy buenos maestros y me enseñaron la técnica y desde ahí arriba también es más fácil.