Mari Paz Díaz. A veces es difícil creer en el ser humano. Sí, resulta difícil confiar en la bondad de las personas. Desastres naturales provocados por la ambición del hombre, la muerte de niños inocentes por guerras sin sentido o, mucho más cercano, personas que nos hicieron daño por alcanzar sus metas sin pensar en sus consecuencias o, simplemente, que abusaron de nuestra confianza por un beneficio propio. La vida no es fácil para nadie. Nos pone a prueba de forma constante.
Sin embargo, al igual que somos testigos de hechos terribles, también, en nuestro día a día, nos vamos encontrando a personas que, de repente, nos sacan una sonrisa inesperada, que nos dan una solución cuando todo parecía perdido. Son gestos que nos cambian la vida. Que recordamos para siempre. Si no, piensen en aquel trámite enquistado que parecía eternizarse y para el que, por fin, nos dan una respuesta o en aquella llamada inesperada que nos ofrecían aquel puesto de trabajo que llevábamos años soñando o el médico que consiguió dar con el tratamiento adecuado a un grave problema de salud. Casi podríamos decir que estas personas se convierten para nosotros en pequeños ángeles, aunque no lleven alas, pero ángeles al fin y al cabo, que, de nuevo, nos hacen confiar en la grandeza del ser humano. Capaces de cambiar el mundo, a pesar de todo.
Uno de estos ángeles es nuestra protagonista de hoy. Su nombre, Luisa Rivero Vidosa, ‘Magüi’ para los amigos. Porque, aunque Magüi se marchó demasiado pronto, con tan sólo 37 años, cuando estaba embarazada de ocho meses, su vida y su misma muerte, fueron toda una lección que nos demostró que, con pequeños gestos, podemos hacer mucho por los demás. Por eso, esté donde esté, estamos seguros que Magüi sigue viva en muchas de las personas que la conocieron. Porque su bondad fue una de sus principales premisas, no sólo durante su vida, sino también en su marcha. Este hecho ha motivado que su hermana Valle haya querido contarnos la historia de Magüi, no sólo por su ejemplo, sino por darle un pequeño homenaje, ahora que han pasado unos años y tiene la capacidad de mirar atrás sin que duela tanto.
«Quiero que este artículo sirva de homenaje a mi hermana, una mujer alegre, positiva y luchadora, llena de vida y de ilusión. Adorada por su familia, amigos y cuantos la conocían, por su bondad, generosidad y el cariño que desprendía. Un ejemplo para todos en su vida y en su muerte», nos comenta Valle, y que, «aunque la vida nos la arrebató demasiado pronto, su vacío nunca se llenará, pero su luz sigue brillando en los ojos de su hija y en los recuerdos maravillosos que dejó en cuantos tuvieron la fortuna de conocerla». Por ese motivo, la mejor forma de homenajear a Luisa es recordar su historia. Una historia que es la de cualquier chica normal de Huelva. Al menos fue así hasta octubre de 2011. Como decíamos, entonces, Magüi estaba embarazada de ocho meses de su primer hijo. Iba a tener una niña. Hasta ese momento, el embarazo había transcurrido de forma perfectamente normal, con mucha felicidad e ilusión. El único episodio reseñable fue que, unos días antes, había sentido unas contracciones como si se hubiera puesto de parto y, tras una revisión en el hospital, le comentaron que era una falsa alarma, así que se marchó a casa tranquilamente.
No era extraño ese buen desarrollo del embarazo, porque ella era muy responsable, por lo que siempre llevaba a raja tabla las indicaciones del médico. Además, como era Auxiliar de Enfermería tenía conocimientos de cómo enfocar un embarazo. Es más, estuvo trabajando hasta pocos días antes. A pesar de ello, un domingo cualquiera, después de haber pasado el día en una apacible comida con sus suegros, se sintió mal cuando iba en el coche de regreso a casa junto a su marido. Así que la pareja decidió acudir de forma inmediata al hospital para ver cuál podría ser el motivo de su malestar. La sorpresa fue que minutos después estaba mucho peor, con un fuerte dolor de cabeza y problemas de descoordinación. Finalmente, dando los datos al entrar en el centro hospitalario, se desmayó.
Ante esta situación, hubo que actuar rápido. De forma inmediata, le hicieron la cesárea de urgencia. La niña pasó a una incubadora de la sala de neonatos, mientras que la mamá tuvo que ser ingresada en la UCI muy grave, donde permaneció dos días, falleciendo el 1 de noviembre de 2011. El diagnóstico médico fue: derrame cerebral. Un derrame que parece que estuvo provocado por el mismo embarazo. ¿Por qué? Es lo primero que uno puede pensar ante esta situación. ¿Por qué?
Y, ¿cómo vivieron sus familiares este hecho? Para ellos, todo sucedió muy rápido. Nada más llegar al hospital, su marido avisó a la familia de Magüi. La primera llamada fue para Valle y, luego, ya se lo comunicaron a su madre, a María Luisa. «La familia acudimos muy asustados y estuvimos en el hospital los dos días que mi hermana estuvo en la UCI con el alma en vilo. Fueron momentos muy duros, esperando que el resultado final fuera positivo. Pero no fue así», recuerda Valle.
Por las características del caso, Magüi se convertía en un perfil ideal para que sus órganos fueran donados. Era joven y su muerte no había producido ningún daño. Es más, Magüi era una persona muy sana, que no fumaba, no bebía, por lo que podían aprovecharlo todo. Así que, desde la Coordinadora de Donaciones de Órganos del Hospital Juan Ramón Jiménez, se pusieron en contacto con sus familiares para preguntarles si daban su consentimiento. Valle nos cuenta que «en esos momentos tan duros no tienes tiempo para pensar en nada. Y mucho menos en el tema de los órganos. No tienes fuerzas para enfrentarte a ese dilema. Pero nosotros aceptamos, porque mi hermana era muy comprometida, por su carácter y su personalidad. De hecho, era donante de sangre y, además, tenía el carnet de donante de órganos. Además, en alguna ocasión que había salido la conversación siempre nos había comentado que le gustaría donar sus órganos, si llegaba el momento. Por ello, nos gustara más o menos, quisimos respetar su deseo y aceptamos«.
Valle reconoce que no fue una decisión fácil. «En ese momento no sabes qué decir. Estás con una profunda tristeza y dar el consentimiento para que utilicen el cuerpo de tu hermana para ayudar a otras personas que no conoces ni conocerás supone otro problema más, otro dolor añadido», nos explica. «Sabemos que gracias a nuestra decisión pudimos ayudar a muchas personas, a salvar su vida o mejorarla, pero, para los familiares, es muy duro. Lo hicimos porque ella quería, pero para nosotros es muy difícil», concreta. Por este motivo, Valle Rivero Vidosa se plantea que quizás deberían hacerse campañas de información para que la gente tenga los datos mucho antes, para estar concienciados cuando llega ese duro momento. «Entonces no estás para pensar en eso, no tienes fuerzas para enfrentarte a esa decisión, por lo que sería bueno tener todas las herramientas necesarias previamente», reflexiona. Incluso, considera que podrían hacerse charlas en los colegios e institutos para que las personas tuvieran en cuenta este tema desde niños. «Porque, para la familia, no es sólo un órgano. Son muchas cosas, muchas historias, ilusiones, sacrificios, amor…, muchas vivencias y sentimientos que lleva implícito. Y, aunque una persona tenga el carnet de donante de órganos, al final, son los familiares los que tienen la última palabra», concluye Valle.
Lo cierto es que, con sus defectos y su virtudes, el sistema de donación de órganos de nuevo país es líder en el mundo, por permitir, sin pedir nada a cambio, dar una segunda oportunidad a todas las personas beneficiadas, gracias al gesto de las familias de los donantes y el esfuerzo y la alta capacitación de los profesionales que participan de manera coordinada en el proceso de la donación. No en vano, desde la coordinación de trasplantes de los hospitales de la provincia agradecen de forma constante este gesto solidario, además de expresar su admiración y gratitud a los donantes y sus familiares por su extraordinaria generosidad. Por ejemplo, el pasado año 2016, las donaciones de órganos realizadas en los hospitales de la provincia de Huelva permitieron salvar o mejorar significativamente la vida de 22 personas que se encontraban a la espera de un órgano para un trasplante.
Por eso, Magüi sigue viva en tantas y tantas personas como pudo ayudar gracias a su gesto desinteresado de donar sus órganos. Además, su hija, a pesar de las duras circunstancias en las que nació, después de pasar una semana en la incubadora del hospital, obtenía el alta. Hoy en día, Carlota, con cinco añitos de edad, es una pequeña feliz, muy alegre. Tal y como nos cuenta Valle, «la niña está perfecta. Mis tres hijos, sus primos, la adoran. A ella le hablamos mucho de su madre, para que siempre la tenga presente. Lo que queremos es que ella esté bien. Para nosotros es verla y es ver a mi hermana».
Lo cierto es que, a través de su hija, de las personas a las que ayudó con sus órganos o a través de las experiencias que compartió con sus familiares, amigos y compañeros del trabajo, Magüi sigue viviendo en el recuerdo de todos. Porque siempre se caracterizó por ser una persona muy detallista, generosa, amable y que se ganaba a todo el mundo. Y así lo demostró con sus acciones, tanto en su vida como en su misma muerte. Al mismo tiempo, con su marcha, su familia y todas las personas que la quisieron y conocieron han aprendido mucho, sobre todo, a saber lo que es realmente importante en la vida, lejos de preocupaciones que tienen poca o ninguna relevancia.
Por todo ello, a Magüi, desde aquí, debemos darle las gracias, por su ejemplo a lo largo de toda su vida, hasta su último suspiro. Un ejemplo a seguir. Su familia siempre se quedará con «los recuerdos maravillosos que dejó en todos los que tuvieron la fortuna de conocerla». Gracias Magüi. Hasta siempre.
1 comentario en «Los ángeles sin alas, como la onubense Luisa Rivero Vidosa, ‘Magüi’, convierten la donación de órganos en el mayor gesto de generosidad»
Enhorabuena por la actitud¡¡¡¡, pero me gustaría aprovechar tambien para recordar a mi amiga Magui (también) González Chacón que también es un angel sin alas….no doinantes en vivo como mal llaman, ya que se piensan que los unicos donantes son los fallecidos. De modo que desde aquí mi reconocimiento a las dos MAGUI¡¡¡¡¡