Redacción. Nuestro obispo, José Vilaplana, ha presidido este Martes Santo, en la Catedral de la Merced, la Misa Crismal de consagración del Santo Crisma y bendición de los Óleos de los Catecúmenos y de los Enfermos. En su homilía, nuestro Pastor se ha dirigido a los presbíteros allí presentes para decirles: “seamos buenos cristianos y seremos excelentes sacerdotes”.
El Obispo ha recordado que “somos un pueblo ungido por el Espíritu Santo, que necesita sacerdotes que se renueven permanentemente para afrontar los retos y dificultades del presente con una llamada a acompañar a los jóvenes en su fe y en su vocación y con el testimonio de un sacerdote mártir, D. Mariano Caballero”.
De esta manera, ha incidido en que “los Santos Óleos nos recuerdan que el Espíritu Santo es el regalo de Cristo, muerto y resucitado a su Iglesia para que continúe su misión”. Pero el Pueblo de Dios necesita “pastores que estén a su servicio para hacer presente en medio de ella a Jesucristo, Buen Pastor. Por ello, los sacerdotes tienen que estar “en renovación permanente” –renuevan su compromiso en la Misa Crismal-, para lo que el Obispo les ha exhortado a ser “buenos discípulos para ser buenos pastores”, de manera que sus vidas sean “un don para el Pueblo de Dios”, con valores como la “humildad, la misericordia, la fe sincera o la preocupación por el otro”.
La sociedad actual, ha continuado el Obispo, nos plantea unos retos y problemas, ante los que no debemos mirar al pasado, sino al futuro, y sin juzgarnos o culpabilizarnos, sino cooperando para aportar soluciones y acercar a Cristo”. Uno de los principales retos que ha señalado es el de acompañar a los jóvenes “de manera grupal y personal para ayudar a afianzar su fe y encontrar la vocación a la que el Señor los llama”.
Y haciendo referencia a una cita del libro de los Hebreos, “teniendo una nube tan ingente de testigos, corramos, con constancia, en la carrera que nos toca, renunciando a todo lo que nos estorba y al pecado que nos asedia” (Hb 12, 1), ha puesto el ejemplo del sacerdote mártir, nacido en Alájar y fallecido en 1936 siendo coadjutor de la Parroquia Mayor de San Pedro, Mariano Caballero Rubio, cuyo proceso de beatificación ha sido abierto recientemente.
Estas palabras han sido pronunciadas en una celebración en la que han participado numerosos presbíteros y diáconos de la diócesis, cooperadores del orden episcopal. Esta unidad con el obispo se ha hecho más significativa con la presencia de los fieles cristianos de todas y cada una de las diversas partes de la diócesis, acompañando a sus sacerdotes, quienes en esta celebración han renovado públicamente sus promesas sacerdotales y han sido animados por el Obispo a guardar la fidelidad de su ministerio.
Tras la homilía, el Obispo ha consagrado los óleos del Santo Crisma, una mezcla de aceite y sustancias aromáticas con el cual son ungidos los que se bautizan, se confirman, se ungen las manos de los nuevos presbíteros o la cabeza del que es consagrado obispo el día de su ordenación sacramental, los altares y las iglesias el día de su dedicación. Además, también se han bendecido el Óleo de los Catecúmenos, con los que se unge a quienes van a recibir el Bautismo, y el Óleo de los Enfermos, que remedia las dolencias del alma y del cuerpo, ayudando a hacer frente con fortaleza a mal físico y espiritual que acarrea la enfermedad.
El Santo Crisma y los sagrados óleos son llevados, posteriormente, a todas las parroquias donde, de un modo solemne y expreso, son presentados, como expresión de unidad, en la Misa Vespertina del Jueves Santo en la que se conmemora la Cena del Señor.
Además, en la Misa Crismal se ha recordado de forma especial a los sacerdotes fallecidos durante el año (Antonio María Pulido, José María Gómez, Manuel Jesús Cepeda, Francisco Alonso Guevara, Antonio Vidal Garnica, Francisco Javier Moreno y Felipe Fernández), y se ha tenido presente a los sacerdotes enfermos y ancianos que no han podido participar de la celebración y a los que se encuentran en tierras de misión, así como a aquellos que celebran en este año sus bodas de plata sacerdotal, como es el caso de José Manuel Barral, Antonio Fidalgo, el diácono permanente Francisco Javier Vélez, y los sacerdotes en tierra de misión, Vicente Venegas y Tomás García. Mención especial ha tenido el padre Jerónimo Valpuesta, de la comunidad de los Jesuitas, que celebra este año sus bodas de oro.