A.R.E. Cada vez existe una mayor concienciación en torno a la necesidad de conservar el patrimonio arquitectónico onubense. Un ejemplo de ello es la actuación que el Ayuntamiento de Trigueros ha puesto en marcha para lograr que lo que queda del antiguo colegio de Santa Catalina de este municipio, que empezaran a levantar en el siglo XVI los Jesuitas, no se pierda y, además, recuperar gran parte de esta imponente edificación a la que el tiempo no ha tratado con demasiado cariño.
El inmueble, inscrito en el catálogo de Bienes de Interés Cultural (BIC) de la Junta de Andalucía en noviembre de 2008, será objeto de un proceso de rehabilitación, a fin de recuperar, al menos una parte, para disfrute de la ciudadanía. Para ello, en 2014 el Consistorio adquirió el edificio, hasta entonces en manos privadas, sacando posteriormente a concurso su restauración y puesta en valor. Al mismo se presentaron tres proyectos, siendo finalmente el del arquitecto onubense Antonio López Domínguez, autor de la restauración de la iglesia de la Concepción de Huelva, el ganador.
La propuesta, que ha supuesto hasta ahora una inversión de 30.000 euros por parte del Ayuntamiento local y que cuenta con el visto bueno de la Comisión de Patrimonio de la Junta de Andalucía, ha conllevado un estudio histórico del inmueble, un levantamiento planimétrico y un análisis patológico para detectar sus principales problemas. En base a los resultados, López presentó su propuesta para esta primera fase de la consolidación y puesta en valor del antiguo colegio de Santa Catalina, del que se conserva la iglesia y un espacio que fue el antiguo claustro del convento, reconvirtiendo este último en un enclave cultural.
El proyecto, según explica Antonio López, eliminará en una primera fase elementos añadidos que nada tienen que ver con el espíritu y valor histórico del inmueble, como chimeneas adosadas, forjados o pérgolas que quienes adquirieron el edificio fueron introduciendo. También se llevará a cabo un estudio arqueológico para localizar los niveles de suelo originales del edificio, por si se puede regresar a esas cotas primitivas y comprobar «si el patio, que tiene dimensiones similares al claustro, se corresponde con el claustro anterior y, en ese caso, redibujarlo, buscar restos de pilares antiguos y dejar en el suelo esa huella«, explica. También está previsto realizar una cata en la antigua cripta para comprobar su solidez y ver si es necesario colocar un refuerzo.
El siguiente paso sería averiguar el estado de las pinturas murales del templo, cubiertas tras distintas manos de pintura y cal que se le han dado a las paredes. Un restaurador eliminará estas capas superficiales para encontrar las antiguas representaciones artísticas y evaluar su estado y posible recuperación.
Asimismo, se va a restituir la bóveda de cañón que cubría la nave principal. De ella se conservan los arranques, que van a permanecer en su lugar, y a partir de ellos se reconstruirá la estructura como era la original, pero estableciendo una clara diferenciación, principalmente en las texturas, entre la parte antigua y la nueva para evitar falsos históricos.
El resto del templo y el claustro, cuyas fachadas dan a la calle Compañía de Trigueros, se rehabilitará cosiendo grietas y fisuras, se restaurará la carpintería exterior (puertas y ventanas) para evitar la entrada de animales y de agua de lluvia, y las paredes exteriores del templo y las interiores del claustro se revestirán con mortero de cal, recuperando así su aspecto original.
«La finalidad es dejar el edificio del templo sólido y estanco y poner en funcionamiento el claustro, como espacio al aire libre para usos culturales: conciertos, exposiciones, representaciones teatrales, etc. Para ello, en el claustro se pondrá suelo nuevo, se revestirá por completo y se le colocará una iluminación ornamental en las portadas del edificio», explica el arquitecto.
Cabe destacar que, aunque el templo se rehabilitará para evitar que siga deteriorándose, no se introducirán infraestructuras como cableado eléctrico o conducciones de agua, pues por ahora sólo está prevista la utilización de la zona del claustro, donde sí se instalarán estos servicios.
El alcalde de Trigueros, Cristóbal Romero, señala que con esta actuación se pretende evitar que el edificio se siga cayendo, así como restaurar y poner en valor el claustro, «un sitio precioso en el centro del pueblo donde, una vez rehabilitado, organizaremos espectáculos flamencos y de intercambio con América Latina, entre otros».
Hacer realidad el proyecto adjudicado al arquitecto Antonio López supondrá un desembolso de 1.070.000 euros, un montante nada desdeñable cuya obtención será a través de ayudas públicas. En este sentido, Romero comenta que la Junta de Andalucía, aunque interesada, no se encuentra en estos momentos en situación de ayudar a la puesta en marcha de la iniciativa, motivo por el cual han acudido a distintos ministerios.
Esta misma semana, el alcalde triguereño se ha reunido en Madrid con Luis Lafuente, director general de Bellas Artes y Patrimonio Cultural, así como con Francisco Javier Martín, subdirector general de Arquitectura y Edificación del Ministerio de Fomento. La intención del Ayuntamiento es presentarse a la próxima convocatoria, que saldrá en torno al periodo estival, de proyectos con cargo al 1,5% Cultural, unas ayudas al patrimonio que concede Fomento. Según informa Romero: «las reuniones han ido muy bien, nos han dado muchas expectativas y nos han orientado. Si nos conceden esta subvención, el Consistorio tendría que hacerse cargo del 25% del coste total, es decir, de unos 276.500 euros».
Historia del Colegio Jesuita e iglesia de Santa Catalina ‘La Campana’. Fundado, bajo la advocación de Santa Catalina, en el siglo XVI (en torno a 1562) por el jesuita triguereño Francisco de Palma y Araujo, fue un importante centro religioso y educativo, tratándose de la primera comunidad jesuita onubense y la sexta de Andalucía.
El Colegio de Santa Catalina se convirtió en un importante referente cultural en el territorio, donde se enseñaba principalmente gramática. Es en él donde se instaló la primera imprenta de la provincia de Huelva y se imprimió, en 1649, el libro más antiguo que se conoce de la misma, Magia natural o ciencia de la filosofía oculta, con nuevas noticias de los más profundos misterios y secretos del universo visible. Además, entre sus paredes se introdujo la enseñanza de lenguas aborígenes, como el guaraní, que facilitaban la tarea de evangelizar el Nuevo Mundo.
El templo, claustro y demás dependencias conventuales del Colegio fueron levantados entre 1560 y 1590 en dos fases bien definidas por los arquitectos Bartolomé Bustamante -hay teorías que sitúan la tumba de éste en la cripta que está pegada a la sacristía del templo- y José Valeriani respectivamente, siendo este último el que imprimiría a la iglesia del Colegio, principal pieza constructiva que se conserva, una marcada impronta del renacimiento veneciano y la convertiría en el único edificio de la provincia onubense de este estilo.
Aunque en su origen la planta de la iglesia era de cruz griega, acabó transformándose en una de cruz latina; así pues, el templo pasó a tener una sola nave, sin capillas laterales, con los brazos del crucero y de la capilla mayor poco profundos. A cada uno de los lados del templo se proyectaron dos claustros, con lo que el conjunto conventual contaría con cuatro patios -iba a ser el colegio más grande de España en su época- en torno a los cuales habrían de estructurarse las celdas y demás dependencias necesarias a la comunidad, aunque finalmente, y sin que se sepan los motivos, sólo se acabó edificando uno. Anexa a este conjunto se situaría la escuela, la cual regirían los padres jesuitas durante dos siglos.
En este sentido, el arquitecto Antonio López apunta que de Valeriani «existe un plano con cinco claustros proyectados, aunque nada más hay constancia de que se construyera uno, aparte de las dependencias secundarias como el huerto, la cuadra, un pozo que ahora comparten dos viviendas y que tuvo que ser del antiguo convento, etc.»
El conjunto conventual triguereño sufrió dos importantes envites de los que jamás conseguiría recuperarse: el terremoto de Lisboa del 1 de noviembre de 1755 y la expulsión de los jesuitas decretada por Carlos III en 1767. Ambos acontecimientos avocaron al histórico edificio al deterioro, pues los tremendos daños provocados por el movimiento sísmico se sumaron al abandono del inmueble por parte de sus moradores. Así pues, lo que antaño fue un impresionante conjunto arquitectónico se convirtió en un menoscabado cuerpo de iglesia y un modificado espacio abierto, a modo de patio, pegado a los muros de dicho templo por el lado de la Epístola y en el que se percibe vagamente la estructura del claustro principal del antiguo colegio.
Además, durante mucho tiempo estuvo en manos privadas, dándole sus nuevos dueños variados usos al edificio, que fue sede de una destilería, un asador de carne y hasta una discoteca, con las correspondientes transformaciones realizadas para tales fines. Hoy en día, el antiguo colegio se encuentra rodeado de casas particulares que merman el espacio original con el que contaba en un principio.
Con la adquisición en 2014 del conjunto por parte del Ayuntamiento y el nuevo proyecto de puesta en valor del mismo, se inicia la recuperación de un espacio que ha sido clave en la historia de Trigueros.
1 comentario en «Trigueros recupera para la ciudad las instalaciones del siglo XVI del antiguo Colegio Santa Catalina»
Enhorabuena al Ayuntamiento de Trigueros, por la recuperación del patrimonio cultural y puesta en valor. Felicidades.