Miguel Mojarro.
Fue en Gibraleón donde iniciamos el trabajo de campo que, durante más de cinco años, condujo a la publicación del libro “Casinos de Huelva”. Y a cientos de intervenciones en prensa, radio y televisión, reclamando atención a ese valor patrimonial y social que son los casinos.
Con Gibraleón cerramos los capítulos de los «Casinos uno a uno» de dicha publicación. Porque se había convertido en algo nuestro, que va siempre en la mochila de nuestras aventuras antropológicas por el Sur.
La nueva Junta Directiva de este Casino (Renovada en febrero de 2017), se ha embarcado en una tarea dura pero necesaria: Poner el Casino en el camino de la evolución y de la adaptación a nuevas demandas de la sociedad.
Continúan una andadura que busca recorrer, mes tras mes, las necesidades culturales de sus socios y de aquellos que, por afinidad con esta iniciativa, se sientan llamados a una colaboración que enriquece a todos: Socios y no socios, entidades y particulares, comercios e instituciones culturales.
Busca ofrecer iniciativas culturales que lleven el nombre de Gibraleón al lugar que le corresponde, por historia y por su auge actual.
Y porque este Casino cumple años: Nada menos que 120. En marzo. Cuando cumplen años las cosas bonitas.
Decíamos en un artículo nuestro no hace mucho tiempo, que la cultura es el camino de la adaptación para cualquier entidad de índole social, como son los casinos. Pero conviene recordar aquí lo que es cultura.
Recogemos aquí algunos párrafos que en su día publicamos en el diario Huelva Buenas Noticias. Conviene tener claro lo que sí es Cultura, para valorar adecuadamente lo que significa un casino para su localidad.
«Cultura es todo aquello que nace con el hombre y de su actividad social o individual. Cultura es todo aquello que, nacido de la acción y presencia del hombre en la Naturaleza, tenga un valor de uso, estético o de supervivencia».
«La literatura, la siesta y las formas de hacer vino, son cultura. Y también lo son la pintura, el lenguaje y las competiciones deportivas. Sin olvidar el pensamiento, los oficios y el amor. Y una película del oeste, un anís bien hecho en Zalamea o un aceite recién salido de nuestras almazaras. Y el jamón, las calles y la almadraba. Y todo lo que a lo largo de los siglos, muchos siglos, ha acompañado a los hombres en su «andadura» histórica o ha surgido de sus propias necesidades».
Gibraleón ha iniciado una ruta cultural, para incorporar sus valores a los propios de los salones y que pinte de actual los afanes de quienes, socios o no socios, aspiren a disfrutar de una oferta interesante, atractiva y de prestigio.
Su Presidente, Manuel Parralo, nuestro primer amigo en Gibraleón, junto a colaboradores y amigos casineros, están a la tarea: Pepe Torres, Quintero, de la Rosa, Peña, Juan Antonio, … y el entrañable amigo “Corro”, José de las Torres para lo oficial, así como ese colaborador generoso que es Paco Toronjo, con recuerdo magnífico en su estirpe.
La nueva Directiva tiene claro que hay que subirse al tren de la evolución, porque luego puede ser tarde para hacer del Casino un lugar de ocio, de cultura y de creación de prestigio para Gibraleón.
Para ello, hay un criterio sabio en el que se basan las iniciativas de este grupo de socios. Un día me lo comentaron delante de un café, sentados en uno de sus rincones confortables:
“Un casino no tiene que dejar herencia a nadie. Lo que haya al terminar el mes, una vez pagado lo que se debe, hay que emplearlo en mejorar las condiciones de bienestar de los socios, que para eso son los que pagan y mantienen el casino vivo.”
Y en ello están: Asientos confortables, limpieza, remodelación de la planta de arriba y que sea atractiva para su uso como lugar de peleas al billar o al dominó, bar reconvertido para una mejor oferta de suculentas tapas, actividades culturales y de ocio del gusto de los socios, dos televisores para evitar luchas ante programaciones diferentes, … y un magnífico ascensor para facilitar a los menos jóvenes el acceso a la planta de arriba. Trabajo ha costado, pero ahí está. Gracias a las gestiones no conocidas de algunos directivos.
Y para que el salón sea el centro de recursos actualizados, ordenadores que ofrecen al socio la posibilidad de comunicarse con el mundo, acceder a informaciones increíbles y recibir mensajes de manera instantánea, como nadie pudo imaginar hace tan sólo unos años. Así es la tecnología hoy … Y así este Casino, que trabaja en silencio por los socios, ha iniciado un camino difícil y sacrificado, pero el mejor de los posibles.
Por cierto, ¿sabían ustedes que el Casino de Gibraleón es ejemplo casi único de la inteligente fusión de dos casinos anteriores? Allá por 1989 se fusionaron dos casinos clasistas: La Unión (Comerciantes. Ricos y élite) y Labradores (Propietarios no terratenientes). Bravo por la inteligencia.
Conviene no perder de vista los valores esenciales de un casino, porque no se trata de convertirlo en otra cosa, sino de enriquecerlo y hacer más grande el escaparate y más sabroso el disfrute.
Valores que se pueden sintetizar en cuatro pecados que son la esencia de los casinos del Sur. Las cuatro actividades que son la aspiración de los hombres desde siempre, en todas las épocas: Hablar, jugar y beber. Y estar, que es una forma magnífica de disfrutar del ocio.
Los cuatro pecados casineros, que en Gibraleón quieren recuperar y conservar, para que el Casino siga siendo un valor social y patrimonial importante en la localidad.
Miguel Mojarro
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